La Academia Nacional de Ciencia de los Estados Unidos ha definido los alimentos funcionales como “cualquier alimento o ingrediente alimenticio modificado, que puede proporcionar un beneficio a la salud, superior al de los nutrientes adicionales que contiene”. Estos pueden ser de origen natural o se les puede haber agregado, modificado o eliminado alguno de sus componentes.
El yogur se promueve desde épocas muy antiguas, por ejemplo en Roma, el naturalista e investigador, Gayo Plinio, recomendó el uso de leches fermentadas para el tratamiento de infecciones intestinales. El investigador Henry Tissier propuso que las bifidobacterias prevenían infecciones en infantes. Sin embargo, fue hasta inicios del siglo XX que el yogur ganó importancia en Europa gracias a los estudios realizados por el Instituto Pasteur. El microbiólogo ucraniano, Elie Metchnikoff, explicó los beneficios de las bacterias ácido-lácticas presentes en las leches fermentadas a través de su teoría de la “longevidad”. En ella explicaba que estas bacterias desplazan a las toxinas producidas por bacterias que se encuentran en el intestino, prolongando la vida.
Los estudios científicos más recientes demuestran que los probióticos protegen y previenen la diarrea, controlan enfermedades inflamatorias del intestino, alivian los síntomas de la intolerancia a la lactosa, reducen el colesterol, la presión arterial y el riesgo de algunos cánceres, además previenen las alergias alimentarias y ayudan al control y tratamiento de úlceras gástricas provocadas por la bacteria Helicobacter pylori.
El estudio Helena (Estilo de Vida Saludable en Europa por Nutrición en la Adolescencia) realizado en ocho países de Europa durante 2005 y 2008 confirmó que el consumo de yogur y otros productos lácteos puede ejercer un efecto protector contra el desarrollo de enfermedades cardiovasculares y la obesidad infantil. Los niños que consumen productos lácteos al comienzo de la vida tienen presión arterial más baja en la niñez media y en la adolescencia temprana. También está asociado con un menor Índice de Masa Corporal y menor circunferencia en la cintura, esto indica que la composición corporal se mantiene dentro de los límites esperados según edad, sexo y estatura.
La Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica y la Academia Americana de Pediatría establecen que el yogur puede incorporarse a la dieta de los lactantes desde los 6 meses de edad. La Asociación Española de Pediatría recomienda su incorporación a partir de los 9 meses. Sin embargo, la edad a la que se ofrezca por primera vez dependerá mucho de la valoración del pediatra y nutricionista.
Existen tres tipos de yogures que se ofrecen en el mercado, estos son: griego, búlgaro y convencional o regular, además del gran número de variantes que se derivan de ellos. El yogur griego tiene un proceso de filtrado en su elaboración, esto elimina el suero que se genera al prepararlo y lo vuelve más espeso. Tiene un aporte más alto de proteína que los otros dos yogures.
Un tipo de yogur para cada etapa
Cada etapa de la vida tiene diferentes requerimientos nutricionales, por ello, a continuación se describen algunas características del yogur ideal para diferentes edades.
Lactantes a partir de los seis meses
Escoja un yogur natural elaborado con leche entera. Que no tenga azúcar añadida, saborizantes ni colorantes. Se recomienda evitar el yogur griego en lactantes por su alto aporte de proteína.
Niños de 3 a 5 años
Prefiera un yogur natural semidescremado o descremado, sin azúcar añadida, saborizantes ni colorantes. Según el estado nutricional del niño, puede utilizar un yogur elaborado con leche entera. En esta etapa también se recomienda evitar el yogur griego por el alto aporte de proteína.
Niños de siete años en adelante, adolescentes y adultos
Busque un yogur natural, libre de grasa, sin azúcar añadida, saborizantes ni colorantes.
La etiqueta
Es importante que, al seleccionar un producto para el consumo familiar, lea la etiqueta para informarse sobre los ingredientes y los aportes nutricionales que los alimentos contienen. En el caso del yogur solo deben aparecer como ingredientes la leche de vaca y los cultivos bacterianos que se utilizan en su elaboración. En cuanto a la información nutricional, la cantidad de azúcar no debe superar los 9 gramos, que es el contenido de lactosa, el azúcar natural de la leche.
Cómo introducir este alimento en la dieta
Puede que sus hijos no hayan probado o no tengan costumbre de consumir yogur, si ese es su caso, puede agregar la fruta preferida del bebé o alguna otra que ya esté acostumbrado a comer. También puede agregarle nueces, semillas y mantequilla de maní o almendra. Para endulzarlo suele utilizarse miel, a excepción de los niños lactantes.
Agregarle frutas su beneficio aumenta porque puede ayudar a mejorar la ingesta de algunos nutrientes y se complementa el efecto probiótico del yogur con el prebiótico de la fibra de las frutas.
Cuidados del yogur
Como muchos alimentos, también el yogur debe estar refrigerado. Su tiempo de vida depende del proceso de elaboración y del fabricante. Se calcula que dos semanas es un tiempo apropiado para aprovechar sus beneficios.
El yogur puede ser un gran aliado para los padres que quieren brindar una vida saludable a sus hijos y a la de la familia en general. Prefiera aquellos que sean más orgánicos o naturales, tome el tiempo necesario para leer las indicaciones de cada producto que se ofrece en el supermercado para poder escoger el más adecuado para los miembros de su familia. Introduzca este alimento en su dieta y en la de sus hijos para que juntos disfruten de sus múltiples beneficios.
Fuentes: Nutricionista Bely Espinoza, Fb @sandia.online, Multimédica clínica 814, teléfono 22589530; Todo lo que necesitas saber del yogur y la salud de los niños, luisasolano.com; Yogur en la salud humana, Ricardo Adolfo Parra, Revista Lasallista de Investigación, 2012.
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