T. Boj es un hombre de 75 años, de los cuales 25 trabajó en una fábrica en la que manejaba una máquina de alimentos y cada día estaba sometido a un ruido ensordecedor. Utilizaba tapones en los oídos, como parte de la seguridad industrial, pero 20 años después sufre las consecuencias.
Este hombre ha perdido cerca del 70% de audición, a causa de la contaminación auditiva en la que trabajaba a diario, ahora se suma la edad, por lo que está a punto de utilizar un aparato que le ayude a escuchar mejor.
La intensidad del sonido se mide por decibeles, de acuerdo con la capacidad de resistencia del oído al ruido.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el oído humano podría soportar hasta 85 decibeles durante un máximo de ocho horas, sin riesgo.
La exposición a altos niveles de ruido se ha asociado no solo a la pérdida de la audición, sino también a estados de estrés, problemas para dormir, ansiedad, depresión y cambios en el comportamiento.
Una simple conversación representa cerca de 30 decibeles, mientras que la música a elevados niveles, en bares, conciertos, motocicletas y armas de fuego emiten de 80 hasta 150 decibeles.
La OMS calcula que 1,100 millones de jóvenes podrían estar en riesgo de perder la audición, debido a prácticas perjudiciales.
Más de 43 millones de personas de entre 12 y 35 años padecen pérdida auditiva discapacitante por diferentes causas. Casi el 50% están expuestos a niveles de ruido perjudiciales, como consecuencia del uso de dispositivos de audio personales. El volumen de salida de estos aparatos puede oscilar entre los 75 a 136 decibeles.
Las otras secuelas
La contaminación se ha extendido en múltiples formas. Ana Palencia, magíster en Salud Pública, comenta que el ser humano está expuesto a diversidad de peligros por la contaminación en diferentes niveles, desde trabajos en que se manejan sustancias químicas como pinturas, que podrían desarrollar problemas a largo plazo, hasta otras situaciones que podrían representar un problema inmediato, como la contaminación del agua.
Juan Pablo Maselli, especialista en alergias e inmunoterapia, explica que existe la contaminación externa y también la interna, que es la que está dentro de los hogares.
A nivel externo, los desencadenantes principales son los combustibles fósiles, las partículas de diésel que se relacionan con alergias respiratorias y otras enfermedades, advierte el médico.
Actualmente se investiga si el aire contaminado podría ser un agravante para empeorar la salud de los pacientes de coronavirus. Según un estudio en estado de revisión de científicos de la Universidad de Harvard, el aumento de un micrómetro de partículas finas PM2,5 —partículas en suspensión o diminutos cuerpos sólidos contaminantes— por metro cúbico de aire estaría asociado a un incremento de un 15% de la tasa de mortalidad por covid-19.
Las PM2,5 significan que miden 2.5 micrómetros y penetran con facilidad a los pulmones.
Otro estudio desarrollado por la universidad alemana Martín Lutero de Halle-Witternberg explica que los elevados niveles de dióxido de nitrógeno en el aire podrían estar asociados con un alto número de muertes por el coronavirus.
Mientras, el Estudio de Carga Mundial de Morbilidad Global identificó que la contaminación del aire también es un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares y a nivel mundial es responsable cada año de 5.5 millones de muertes prematuras.
El oftalmólogo Franz Schieber López agrega que la contaminación se relaciona con manifestaciones como la resequedad ocular y conjuntivitis alérgicas, las cuales podrían aumentar en ciertas épocas del año en las que existe más polución.
Algunos de los síntomas característicos de estas enfermedades son picor, ojos rojos y escozor, según la alteración que se padezca. En el ojo seco se podría tener la sensación de arena, y en la alergia, picazón de intensidad variable.
Es importante una evaluación médica para conocer la causa de estas afecciones.
Una de las recomendaciones del médico es evitar ambientes cargados de humo y polución, acostumbrarse a utilizar gafas de sol, para proteger los ojos, y lavarse las manos con regularidad.
Afecta el cerebro
Estudios en modelos animales y de neuroimagen demostraron que la contaminación podría provocar una reducción en la capacidad cognitiva, en las habilidades intelectuales y en la memoria. Además, sugieren que los agentes contaminantes que respiramos afectan directamente el cerebro y podrían influir, al menos en parte, en la aparición de enfermedades neurológicas, dice el neurólogo Pablo Eguia del Río.
El estudio Contaminación del aire como causa de enfermedad mental, publicado en la revista Plos iology, demostró que existe una fuerte correlación entre la mala calidad del aire y las tasas altas de trastorno bipolar, esquizofrenia, trastornos de personalidad y depresión mayor.
Otro estudio de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, y la Universidad Normal de Pekín, China, estableció que después de tres años de alta exposición a contaminantes, las personas que participaron en la investigación tenían un rendimiento cognitivo similar al que supone perder un año de escolaridad.
Investigaciones también reflejan que una exposición prolongada a la contaminación atmosférica está asociada con estrés oxidativo, neuroinflamación y envejecimiento prematuro del sistema nervioso central. El programa Global Burden of Disease señala que hasta el 30 % de los accidentes cerebrovasculares que se producen cada año en todo el mundo podrían ser atribuibles a los contaminantes del aire, los cuales también podrían ser desencadenantes de migraña.
“Reducir la polución ambiental no solo ayudaría a evitar muchas de las muertes que se producen cada año, sino que también podría frenar el aumento de casos de enfermedades cerebrovasculares y neurodegenerativas”, indica Eguia del Río.
Alerta en casa
Maselli explica que en los hogares afectan el moho y la humedad del ambiente, que son causantes desde procesos inflamatorios hasta problemas de alergia como rinitis y asma.
La contaminación causada por la combustión es otro problema, cuando en casa se utiliza leña, carbón mineral o vegetal, para cocinar.
La exposición a una mala calidad del aire en la vivienda está asociada a una amplia gama de enfermedades en niños y adultos, como infecciones agudas de las vías respiratorias bajas, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el cáncer de pulmón, accidente cerebrovascular o enfermedades cardiovasculares, explica la OMS.
La contaminación del aire en la vivienda es el segundo más alto riesgo ambiental para la salud en los países de ingresos bajos y medianos. Se estima que fue causa de muerte de 3.8 millones de personas en el 2016.
Más cuidado del ambiente
El infectólogo Pedro Villanueva asegura que la pandemia de coronavirus deja lecciones alrededor del mundo y también retos para aprender a cuidar el lugar donde vivimos. “Necesitábamos, desafortunadamente, un gigante que nos pusiera en nuestro lugar para ser más conscientes del cuidado de nuestro planeta”, dice.
Actualmente, mientras millones de personas están en confinamiento en sus hogares, se ha reportado una baja en los niveles de contaminación en muchos países del mundo.
Pero esta disminución, aunque es un pequeño respiro, no es permanente, dice Sergio Izquierdo, director de Rescue the Planet.
“De qué sirve esta pandemia, si no nos damos cuenta de lo interconectados que estamos con los animales y el medioambiente? ¿si no se hacen esfuerzos internacionales y que cada persona a diario influya con sus acciones?”, cuestiona el ambientalista.
“Es importante no poner en peligro los recursos de la siguiente generación, eso es a lo que llamamos sostenibilidad… y vamos a un paso acelerado en cuestión de destrucción”, comenta Izquierdo, e insiste en que es necesario evitar el plástico de un solo uso.
“Estar en casa puede ser una gran oportunidad para adoptar hábitos que cuiden al planeta… Este 22 de abril, como homenaje a la Tierra, hagamos un compromiso de responsabilidad con el planeta y sus recursos”, dice el ambientalista.