Uno de los experimentos consistió en ver cómo los perros llegaban hasta un plato de comida que podían ver pero que estaba detrás de una barrera, o medir con qué rapidez iban al plato con más comida cuando se les ofrecían dos.
Al quedar eliminados del experimento factores como la educación o el origen social, que influyen en los tests a humanos, fue más fácil medir las diferencias de inteligencia entre los perros, procedentes todos de una granja de Gales.
Los investigadores llegaron a la conclusión que los perros desarrollan demencia senil de un modo parecido a los hombres.
“Incluso dentro de una misma raza de perros (…) hay diferencias en los resultados. El perro que es rápido y exacto en una tarea, tiene propensión a serlo en otra”, dijeron los investigadores.
Rosalind Arden, de la LSE, dijo que este estudio “es el primer paso en el desarrollo de un test de cociente intelectual (CI) para perros rápido y fiable”.