En cierto modo, los altos niveles de compasión están relacionados con las conductas prosociales; es decir, con la cooperación y el apoyo hacia otros. Sin embargo, la compasión se desarrolla a través de niveles elaborados de meditación y, específicamente, a través de reflexionar sobre tu experiencia al “estar” en el mundo. A esto se le conoce como autocompasión, que es un concepto relativamente nuevo dentro de la psicología y, básicamente, se centra en tres principios:
- Tratarse con amabilidad
- Reconocer los conflictos personales como aspectos compartidos de la condición humana
- Mantener los pensamientos y sentimientos dolorosos en el ámbito de consciencia (Hofmann et al., 2011; Neff, 2009).
La autocompasión conecta los problemas propios con el resto de los seres humanos, de modo que las características de tus problemas se consideran como una experiencia o condición de vida que también comparten otras personas.
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Se espera que una persona con mayor autocompasión sea más sensible a reconocer cuando otra persona sufre porque enfatizan la conexión con la humanidad y la naturaleza compartida del sufrimiento.
Pero ¿cómo ser autocompasivos cuando tenemos días difíciles?
Uno de los elementos más negativos para el autoconcepto, la autoestima y la autoeficacia, son las narrativas de desaprobación o la autocrítica destructiva. Por ello, un ejercicio que puede emplear para evitar narrativas dañinas en días difíciles es intentar ser amable, comprensivo, paciente y tolerante consigo mismo antes, durante y después de resolver una situación problemática. Con práctica, observará que, al meditar sobre los aprendizajes que obtiene al ser autocompasivo, se incrementarán las emociones positivas y disminuirán los estados emocionales negativos.
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*Coordinador Académico del Departamento de Psicología de la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar.