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Del Charco es psicoterapeuta en Marbella (Málaga) y Granada (España), coordina las actividades de promoción de la salud ‘Marbella Cuida’ y es profesor invitado de Psiquiatría y Nutrición en la Universidad de Granada (UGR).
Según este especialista la autoexigencia (AE) y la autocrítica (AC) excesivas pueden provocar frustración, dañar nuestro concepto de nosotros mismos, aumentar nuestro estrés y llegar a bloquearnos y a poner en peligro nuestra estabilidad psíquica.
La AE y la AC pueden convertirse en unos jueces inflexibles que nos sometan a una evaluación constante e implacable, invadiendo nuestros pensamientos con dudas, ataques y descalificaciones inclementes, según Buenaventura.
“Establecer como norma una actitud hostil hacia nosotros mismos, no potencia nuestro desarrollo personal, sino que nos provoca frustración, daña la forma que nos percibimos, aumenta nuestro estrés y puede llegar a bloquearnos y hacer peligrar nuestra estabilidad psíquica”, advierte.
El primer paso para desactivar esta tendencia es “tomar conciencia de que esos pensamientos y sentimientos de crítica, exigencia, culpa o vergüenza hacia nosotros mismos, y darnos cuenta de cómo nos están afectando”, señala.
El segundo paso consiste en reflexionar sobre si “esa actitud de ser jueces y verdugos de nosotros mismos es el tratamiento que queremos y necesitamos darnos en los momentos de dificultad y sufrimiento”, indica.
“A partir de esa reflexión, necesitamos ser más compasivos con nosotros mismos, y cultivar el consuelo y el amor propio, aplicando la autocompasión”, señala Del Charco a Efe.
Autocompasión sana, sin victimismo
La autocompasión se basa en escucharnos a nosotros mismos, en explorar nuestras inquietudes y hallar nuestro dolor emocional y dejar que ese sentimiento nos conmueva de manera real y nos impulse a cuidarnos, según este psicólogo.
“Esta autocompasión sana o positiva, se diferencia de aquella autocompasión enfermiza o negativa, consistente en “instalarnos” en la tristeza, normalmente para asumir una posición de víctima o de debilidad y no tener que enfrentarnos a lo que pasa en nuestra vida y que nos provoca dolor, en lo que conoce como “autocompadecerse””, según este experto.
“En esos casos la tristeza se usa para tapar otras emociones, como la rabia, para no tener que pelear y protegernos; o la culpa para evitar pedir disculpas y reconocer errores”, apunta
“En cambio, la autocompasión sana se fundamenta en reconocer e interiorizar que la imperfección, los fracasos y las adversidades son ineludibles y forman parte de la condición humana”, señala.
“Así, cuando las dificultades vitales nos resulten insuperables, la autocompasión nos ayudará a afrontarlas emocionalmente dándonos apoyo y bienestar, dejando a un lado las autocríticas, siendo más comprensivos ante nuestros fallos y frustraciones y utilizando un tono emocional más afectuoso y alentador en nuestros diálogos internos”, explica a Efe.
“En vez de actuar como nuestros peores críticos, ¿por qué no intentar ser tan amables, considerados y cuidadosos con nosotros mismos como lo somos con nuestros seres queridos?”, reflexiona.
“A una persona que sufre un accidente y pierde su movilidad física esa actitud autocompasiva le servirá para hacer duelo por la movilidad perdida, y encontrar algo que le importe y le de fuerzas para encarar su nueva realidad y para no culpabilizarse por lo sucedido”, añade Del Charco.
“Cuando somos capaces de contemplar nuestro propio dolor y conmovernos por ese dolor, estamos realizando un acto de amor propio, en el que vemos lo que nos ocurre y lo que ocurre nos emociona porque nos importamos”, añade.
“Esa emoción nos mueve a cuidarnos y a tratarnos bien, a provocar cambios y no a tapar el dolor ni criticarnos sin hacer nada. En este caso la tristeza es una emoción positiva que nos ayuda a elaborar el duelo, a integrar el dolor o a pedir ayuda, a descansar y recuperarnos”, puntualiza del Charco.
Este psicólogo comparte una serie de claves cotidianas para ser más compasivos con nosotros mismos:
1.- Preste atención a su vida
Del Charco recomienda “apuntar en una libreta o dedicar un momento a contemplar lo que nos pasa, describiendo cuánto nos duele (en una escala del 1 al 10), qué necesitamos en ese momento y cómo decidimos posicionarnos y tratarnos ante aquello que nos ocurre”.
2.-Aprenda a ‘escucharse’
“Llevar un diario emocional, detenernos y ver “cómo estamos por dentro” mientras tomamos un café o paseamos con tranquilidad o repasar lo que nos ha ocurrido durante el día antes de dormir, son ejercicios que nos ayudan a escucharnos y a poner el foco en nuestra pena”, señala.
3.- Explore sus inquietudes
Del Charco sugiere practicar meditaciones guiadas (“muchas de ellas en YouTube”) que nos ayudan a observar y tomar consciencia de nuestras preocupaciones.
4.- Deja que el dolor emocional te conmueva
“Jugamos mucho a no ver el dolor, así que basta con tomar consciencia de lo que nos duele, escribiendo sobre lo que nos ha pasado, cuánto nos ha dolido y cómo decidimos posicionarnos ante ese dolor y queremos tratarnos a nosotros mismos”, recomienda.
5.- Evite autojuzgarse
Del Charco aconseja ir más allá de los argumentos a favor o en contra sobre lo que hicimos, observando cuanto nos duele lo que está ocurriendo, con independencia de si es o no culpa nuestra.
6.- Cultive el consuelo
“Piense en lo que necesita, al experimentar dolor emocional, trate de dárselo a usted mismo o hacer lo posible para conseguirlo, por ejemplo pidiéndoselo a otra persona o buscando ayuda profesional”, recomienda el psicólogo.
7.- Suavice la autoexigencia y la autocrítica
Del Charco aconseja “tomar conciencia de cómo nos estamos tratando a nosotros mismos, escribiéndolo o verbalizándolo para después leerlo o escucharlo, y analizar si trataríamos de esa misma manera a alguien que amemos o a un desconocido”.