Los especialistas señalan que los pacientes siempre deben tener esto en cuenta en el caso de que un medicamento pareciera no surtir efecto o se presenten desagradables efectos secundarios.
Sobre todo, cuando se receta un fármaco por primera vez, es importante hablar con el médico o el farmacéutico acerca de qué hay que tener en cuenta en relación con los alimentos.
Tres ejemplos concretos:
Toronjas
Las toronjas son muy saludables. Pero sus sustancias amargas pueden obstaculizar la eliminación de muchos fármacos en el hígado. Debido a ello, la concentración del fármaco en sangre es mayor y, en consecuencia, se presentan efectos secundarios no deseados. Se ven afectados por esto, por ejemplo, algunas pastillas, que reducen el colesterol, o también los anticonceptivos.
Café, cola y bebidas energéticas
Muchos medicamentos pueden dificultar la eliminación de la cafeína del cuerpo y reforzar así su efecto estimulante. Es decir, que quien bebe mucho café debería preguntar si se puede producir alguna interacción. Eventualmente, se le puede recetar un fármaco alternativo.
De manera contraria, la cafeína limita la eliminación de la teofilina, un fármaco que se utiliza en enfermedades respiratorias como asma o EPOC (enfermedad pulmonar inflamatoria crónica). Esto puede generar nerviosismo, insomnio o trastornos del ritmo cardíaco.
Productos lácteos y agua mineral
El queso, el yogur y demás productos lácteos, así como algunas aguas minerales, contienen calcio, que es importante para los huesos. Pero si, por ejemplo, se toman determinados antibióticos o remedios contra la osteoporosis, pueden unirse con el calcio en el estómago. Como consecuencia, el cuerpo no puede absorber bien el medicamento y este tiene menos efecto.
En estos casos se puede prestar atención a tomar ciertos medicamentos determinado tiempo antes o después de comer y, además, beber agua mineral baja en calcio.
También las fibras pueden aglutinar medicamentos. Y las comidas ricas en proteínas o grasas también pueden tener efecto en los fármacos. En tanto, el alcohol y los medicamentos, básicamente, no se llevan bien.
Es importante leer siempre el prospecto y preguntar al médico o al farmacéutico si algo no está claro.