¿La razón? En cuanto una situación se percibe como amenazante, nuestro cuerpo se pone en modo de alerta. “La reacción se desencadena en el cerebro”, explica el médico Ralf Suhr, presidente de una fundación que propaga información sobre la salud en Alemania.
Como consecuencia, en el proceso se liberan sustancias mensajeras, las llamadas hormonas del estrés, por ejemplo noradrenalina, adrenalina y cortisol.
Esto provoca que nuestro cuerpo libere más energía, que estemos más alerta y podamos reaccionar de manera más rápida, lo que por ejemplo era crucial para nuestros antepasados cuando aparecía de repente un animal peligroso y había que huir de él.
De un pico de estrés a un estado permanente
Hoy en día, sin embargo, rara vez es el encuentro con un oso salvaje lo que desencadena una respuesta de estrés en nosotros. En su lugar, es nuestra vida cotidiana a través de altas exigencias, presión constante del tiempo y sobrecarga sensorial.
Todo ello puede provocar un estrés permanente, que repercute negativamente en nuestra salud. Esto se debe a que la tensión constante no deja tiempo al cuerpo para recuperarse. Como resultado, el estrés crónico puede acelerar los procesos causantes de enfermedades.
“Sin embargo, no es tan fácil demostrar en los estudios una relación directa entre el estrés y determinadas enfermedades”, puntualiza Ralf Suhr.
A pesar de dicha dificultad, varias enfermedades están asociadas al estrés crónico. Por ejemplo, puede suprimir el sistema inmunitario y, como consecuencia, las personas suelen ser más susceptibles a las infecciones.
Además, las personas estresadas suelen desarrollar comportamientos poco saludables. Por ejemplo, duermen mal o demasiado poco, comen a toda prisa o de forma poco saludable, o fuman.
¿Cómo se manifiesta el estrés en el organismo?
1. En el tracto gastrointestinal
Una de las consecuencias del estrés pueden ser los problemas digestivos, incluso si se han ingerido alimentos que realmente se toleran bien. “Algunas personas tienen entonces tendencia a la diarrea”, dice Mazda Adli, psiquiatra de la Clínica Fliedner de Berlín e investigadora del estrés en el hospital Charité.
Sin embargo, el estrés permanente también puede hacer que el intestino se vuelva perezoso. En algunas personas también disminuye el apetito. El estrés también puede contribuir a la acidez estomacal o al síndrome del intestino irritable, según la experta.
2. En el sistema cardiovascular
Durante el estrés agudo, el corazón late más de prisa y la tensión arterial aumenta. Si el estrés se convierte en una condición permanente, favorece enfermedades como la hipertensión.
“También es posible que se produzcan arritmias cardiacas”, dice Mazda Adli.
El estrés crónico es también un factor de riesgo de infartos o derrames cerebrales, que pueden agravarse por comportamientos poco saludables como fumar.
3. En los músculos
El estrés puede provocar tensiones. Puede tratarse de los músculos del cuello, que se vuelven tan rígidos que apenas se puede girar la cabeza. También pueden aparecer dolores de espalda.
Todo ello suele provocar una tensión incorrecta, cuyas posibles consecuencias son una hernia discal o lumbago.
4. En el metabolismo
El estrés puede contribuir al desarrollo de enfermedades metabólicas como la diabetes de tipo 2 o niveles altos de colesterol. “En condiciones de estrés, el cuerpo libera más de sus reservas de energía, tanto azúcar como grasa, porque se siente amenazado”, apunta Adli.
“Al mismo tiempo, las hormonas del estrés favorecen la resistencia a la insulina”, añade.
El resultado es que sube el nivel de azúcar en sangre. La hormona del estrés, el cortisol, también se encarga de que el cuerpo reponga constantemente sus reservas de azúcar y grasa, lo que puede provocar que el cuerpo reciba más energía de la que necesita en última instancia.
Este exceso de azúcar y grasa puede conducir a un mayor almacenamiento de grasa abdominal, constreñir el torrente sanguíneo y tensar los vasos sanguíneos, además de favorecer las enfermedades metabólicas.
5. En la psique
“El cerebro y, por tanto, la psique reaccionan de forma muy sensible al estrés crónico”, afirma Mazda Adli. El hecho se debe a que el estrés constante pone al organismo en alerta permanente, lo que a su vez puede conducir a enfermedades mentales.
“La enfermedad mental más conocida derivada del estrés es la depresión”, explica Adli.
El aumento de la liberación de cortisol también puede provocar una pérdida de concentración, mientras que la presión constante puede manifestarse en forma de problemas de memoria. Como el estrés también suele ir asociado a una sensación de ansiedad, a medio y largo plazo pueden aparecer ataques de angustia y de pánico.
Qué se puede hacer para combatir el estrés
Si uno se da cuenta de que el estrés se ha convertido en un elemento permanente de su vida, debe intentar contrarrestarlo.
Los periodos de relajación conscientes y regulares en la vida cotidiana son un buen comienzo. Pueden ser breves ejercicios de atención plena, como inspirar y espirar conscientemente. El ejercicio físico regular también ayuda a contrarrestar el estrés crónico.
A largo plazo ayuda trabajar sobre los patrones de pensamiento y comportamiento que favorecen el estrés. Por ejemplo, creencias como “tengo que ser perfecto y no puedo cometer ningún error”.
También es importante encontrar una salida al estrés, como seguir relacionándose con los amigos o reservar tiempo para la práctica de una afición. “Todo esto no solo conduce a la relajación mental y al fomento de emociones positivas, sino que también contrarresta directamente la alarma biológica permanente en el organismo”, concluye Mazda Adli.