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Por el momento, los belgas tratan de sustituir la mantequilla por el aceite de la mosca soldado negra (Hermetia illucens) en la preparación de los gofres, mientras que otros científicos en África buscan producir aceite a base de la langosta del desierto (Schistocerca gregaria).
Al entomólogo camerunés Chrysantus Tanga le apetece mucho su sabor. “De niño atrapaba langostas por diversión y me las comía enseguida”, relata. “Son tan crujientes”.
Tanga trabaja en Nairobi, la capital de Kenia, para el Centro de Fisiología y Ecología de los Insectos (ICIPE), un instituto de investigación panafricano. Lleva más de 20 años criando langostas del desierto para su investigación.
El entomólogo y sus colegas descubrieron que los aceites de insecto, por ejemplo de las langostas del desierto, contienen más ácidos grasos omega-3, vitamina E y antioxidantes que los aceites vegetales. Los consideran saludables para los humanos.
Con unos 20 kilos de langostas secas y prensadas se obtiene un litro de aceite crudo, que es de color marrón oscuro y tiene un fuerte olor a pescado. En el comedor del ICIPE, la cocinera sirve galletas y pan horneados con diferentes cantidades de aceite de langosta del desierto.
El pan está decorado con pequeños grumos del tamaño de una pasa. En verdad son fragmentos fritos del cuerpo de las langostas, el único indicio de que se trata de un producto muy especial.
Este tipo de pan oscuro tiene un agradable sabor a nueces. Sin embargo, las galletas todavía son incomibles, la cocinera sigue experimentando para mejorar la receta.
África, con su rápido crecimiento demográfico y el riesgo de escasez de alimentos que afronta, supone un campo idóneo para la demanda de productos alimentarios procesados con diferentes tipos de insectos.
La langosta del desierto es considerada una plaga: desde finales de 2019, nubes gigantes de estos insectos se desplazan continuamente por África Oriental. Kenia, Etiopía y Somalia son los países más afectados.
Los granjeros y los pastores ven con impotencia cómo estos enjambres destruyen los campos y el pasto para el ganado. Las plagas suponen una grave amenaza para su medio de vida.
Tanga explica que la recogida de las langostas silvestres para producir aceite, sin embargo, no es tan sencilla, porque los insectos emigran a menudo a zonas inaccesibles o peligrosas.
“No es posible predecir con fiabilidad cuándo, dónde y en qué cantidad se encontrarán”, agrega. Su colega Xavier Cheseto advierte que, además, las langostas podrían haber sido rociadas con pesticidas. Por eso, lo más seguro sería criarlas.
La langosta del desierto se reproduce rápidamente, de forma barata y en un espacio reducido. A las dos semanas de vida ya está lista para la reproducción.
Tanga detalla que en el laboratorio del ICIPE cuentan con 42 jaulas en las que crecen alrededor de 12.600 langostas. Cada hembra pone a lo largo de su vida una media de 300 huevos, tres cuartas partes de los cuales sobreviven.
Además, también se considera que la cría de langostas es más respetuosa con el medio ambiente que la ganadería tradicional. Cheseto destaca que emite un 83 por ciento menos de gas metano, que agrava el efecto invernadero.
Otra ventaja es que la langosta del desierto está compuesta por un 62 por ciento de proteínas. Por eso podría sustituir o complementar a la soja como fuente de proteína alternativa a la carne, más aún teniendo en cuenta que el cultivo de la soja viene precedido de la tala de bosques enteros.
En el África subsahariana, los insectos siempre formaron parte de la dieta humana, y en todo el continente se consumen más de 500 especies de insectos.
Mientras tanto, cada vez más investigadores intentan desarrollar alimentos a partir de diferentes insectos para integrarlos en la dieta moderna. Como materia prima, también se los podría destinar para fabricar jabón y biodiésel.
Con el fin de aprovechar los resultados de sus investigaciones y promover una industria basada en los insectos, el ICIPE está negociando con gobiernos y empresas privadas de África.
Según el instituto, en Kenia ya hay más de 50 firmas implicadas, muchas de ellas ya producen alimentos para animales a base de insectos.
El nutricionista John Kinyuru, de la Universidad Jomo Kenyatta de Nairobi, también elogia el valor nutritivo del aceite de langosta, añadiendo que la economía también tiene gran interés en una producción industrial.
“En este momento faltan agricultores que quieran producir insectos en cantidades suficientes”, comenta. “Pero hay que tener mucho cuidado y no dejar que las langostas escapen. De lo contrario, se produciría una plaga”, advierte.