Salud y Familia
12 lecciones que me dejó la ansiedad
Aunque nos debilita, nos enseña a vivir de manera más plena y consciente, valorando lo que realmente importa en nuestras vidas.
Al sentir ansiedad puede provocar enojo, frustración, dolor y esa sensación de preguntarse constantemente. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)
Quizás se pregunte si existe algo positivo en padecer de ansiedad, sobre todo si esta es crónica.
¿Cuán beneficioso es dormirse con el corazón palpitando rápidamente y sintiendo que se sale del pecho? ¿Qué hay de bueno en los días o noches con sudoración fría (diaforesis), la sensación inminente de que algo sucederá, ese sentimiento de que estamos teniendo una enfermedad crónica, que tendremos un accidente en cualquier momento o esa dificultad para respirar aun estando en el lugar más tranquilo del planeta? ¿Síntomas como angustia, náuseas, mareos, dolor de pecho y, en ocasiones, falta de apetito? ¿Habrá algo de positivo en sentir que nos derrumbamos sin habernos levantado de la cama, en querer sentirnos mejor pero que el cuerpo y la mente no nos lo permitan?
Efectos poco deseables
En algún momento, tener ansiedad puede provocar enojo, frustración, dolor y esa sensación de preguntarse constantemente: ¿Qué estamos haciendo mal?
Esto puede transformar un día soleado o el tiempo con nuestra familia, amigos o pareja en algo que no podemos disfrutar, algo que hace que no nos levantemos de la cama o que al manejar un vehículo sintamos que algo malo sucederá. Mientras todos estos síntomas desagradables se apoderan de nuestro cuerpo y nos incapacitan física y mentalmente, incluso estando dormidos nacen muchas dudas y miedos.
Tener ansiedad pasó de ser algo malo a algo por lo cual agradecí, porque viéndolo desde otra perspectiva, es interesante cómo la vida puede sacudirnos y darnos todos estos síntomas que nos hacen sentir tan enfermos, llevándonos a los más profundos dolores o inseguridades o hasta cuestionar nuestra existencia.
Los aprendizajes
- Priorizarme a mí mismo: nadie es más importante que yo. Mi prioridad es cuidar de mí mismo, desde los alimentos que ingiero hasta los discursos que tengo conmigo o con otras personas.
- Dormir lo suficiente: asegurarme de que mi sueño sea reparador.
- Hacer ejercicio: mantener mi cuerpo en buen estado y funcionando adecuadamente.
- Disfrutar del amor: valorar el amor de mi familia, amigos y pareja.
- Agradecer: practicar el agradecimiento por las cosas que tengo y por todo lo que he logrado hasta el día de hoy, especialmente si son cosas o situaciones intangibles.
- Meditar: incorporar la meditación diaria, practicando ejercicios de respiración y relajación, y manteniendo una atención plena.
- Expresar mis emociones: ser claro en la forma en que reacciono ante determinadas situaciones y en cómo gestiono mis emociones.
- Buscar ayuda profesional: conversar con un profesional en salud mental, ya sea un psicólogo o un psiquiatra, es crucial en este proceso. Un diagnóstico claro, preciso y acertado es fundamental.
- Vivir en el presente: no preocuparme por situaciones futuras que quizás nunca sucedan y no aferrarme al pasado o vivir con el sufrimiento de algo que ya pasó.
- Practicar el perdón: perdonarme a mí mismo y a los demás.
- Creer en algo o alguien superior: ser creyente de algo o alguien o practicar alguna religión puede ser importante en este proceso. Fijar nuestra atención en un ser superior nos permite sentirnos comprendidos y apoyados.
- Aceptar la ansiedad: una de las lecciones más importantes que aprendí es no luchar contra la ansiedad, sino aceptarla. Reconozco que hay motivos por los cuales aparece en mi vida y acepto que viene como un proceso para iniciar un cambio hacia algo mejor.
*Especial para Prensa Libre