Helen Muñoz, psicóloga y docente universitaria, comenta que la adolescencia es un periodo importante ya que, en la transición desde la niñez, se afianza la identidad de las personas puesto que se empieza a descubrir quiénes son, qué esperan de la vida, y a partir de allí surgen planteamientos que hacen pensar en el mundo, la justicia, los ideales, entre otros temas.
La psicóloga recuerda que también es durante esa época que comienza a mutar la búsqueda de atención y aceptación de los padres, ya que en la adolescencia se requiere más de los grupos de pares quienes desde una misma generación comparten intereses, gustos y preguntas.
En cuanto a este cambio, la psicóloga clínica Adalyd Belloso apunta: “Cuando se pasa a la adolescencia descubrimos que hay otras personas similares quienes pasan a ser las amistades, y surge esa idea de que ellas nos comprenden más que nuestros padres”.
Esta época no podría enunciarse sin la presencia o la sombra de los progenitores, así como de los adultos responsables. Cabe mencionar que muchas veces esta dinámica se ve tensionada por un no entendimiento en las formas de ser o actuar de los adultos hacia los jóvenes, y viceversa.
Muñoz explica esta situación como producto de tres posibles motivos: la diferencia generacional en la que tanto mayores como adolescentes tienen visiones, necesidades y preocupaciones diferentes del mundo; el temor que guardan los padres a que sus hijos no les pase nada; y en contraparte, los deseos poco temerosos “por comerse al mundo” que vienen de los jóvenes.
Esta diferencia en las miradas hacia la vida se ve alterada cuando existen roces por la comunicación, o bien, la falta de empatía de los padres hacia los hijos. Esto a la vez provoca una tensión de la que emanan varios errores en la crianza, así como en la relación que se sostiene desde los hogares.
De acuerdo con las psicólogas entrevistadas, estos son diez errores que los padres pueden llegar a cometer respecto a sus hijos adolescentes:
- Criticar las decisiones de sus hijos: Esto podría ocurrir desde una mirada de desaprobación que va desde el uso de ropa, hasta la realización de actividades o incluso la decisión de amistades.
- Imponer y no dialogar: Puede verse desde una constante de sermones o regaños sin escuchar lo que los menores piensan y sienten al respecto.
- Esperar que actúen como adultos, pero seguir tratándolos como niños: Sucede cuando el trato sigue siendo delicado y casi infantil con jóvenes que deben asumir responsabilidades.
- Obligarlos a que actúen como los padres: Se debe tomar en cuenta que las exigencias adultas sean realistas en función de la vida de los hijos, no de lo que los padres quisieron para sus propias vidas.
- Resolverles sus problemas: Es necesario que los adolescentes encuentren formas de resolver sus propios problemas, dejar que se equivoquen, y evitar decidir por ellos.
- Minimizar los problemas que puedan atravesar: Aunque es necesario impulsarlos a que solucionen sus complejidades, es importante reconocer la dificultades que atraviesan.
- Creer que no saben nada: Se cree que la diferencia de edad puede provocar una distancia, sin embargo, los jóvenes también pueden aportar experiencias a los más adultos.
- Asumir que no les hace falta nada: Aunque puede haber una manutención buena, es necesario preguntarse por las necesidades emocionales que puedan requerir.
- Hacer a un lado la autoridad para ser amigos: Si bien es necesaria la complicidad y la confianza entre ambas partes, es necesario definir un límite para la autoridad que permitirá el respeto y la corrección hacia los jóvenes.
- Falta de comunicación: La falta de tiempo puede llevar en ocasiones a que no se dediquen espacios para el diálogo y el reconocimiento de la comunicación, por lo que esto fomenta una desconexión en saber qué ocurre con los hijos.
En medida que estas situaciones se incrementen, podría existir distanciamiento, hostilidad, discusiones y rechazo por parte de los jóvenes.
“De no tener oportunidad para corregir estas situaciones, podría crearse un resentimiento. Es por esto por lo que vemos muchas veces relaciones distantes, nulas o incluso marcadas por el miedo”, señala Adalyd Belloso.
La psicóloga agrega que prever estas situaciones puede ser beneficioso tanto si los hijos aún no son adolescentes, ya que les permite a los padres saber cuáles son algunos de los errores comunes; y por otro lado, si sus hijos son ya adolescentes, podrán verlo como una alarma para remediar.
¿Cómo transformar los errores?
“Es muy valioso, reconocer cuando nos hemos equivocado. Esa es una lección de vida tanto para padres como para hijos. Todos fallamos en algún momento. Reconocerlo y buscar soluciones es un excelente modelo de aprendizaje”, comparte Helen Muñoz.
La especialista en salud mental agrega que esto es cada vez más necesario por parte de los padres, ya que sus hijos necesitan de ellos pues son garantes de respaldo emocional, así como de validación en el proceso de autoconocimiento.
La importancia de abordar esto radica en cuanto a que muchas veces, si se cometen errores, los progenitores quizá no se den cuenta y sus hijos adolescentes no les dirán algo por miedo.
Adalyd Belloso señala que los padres deben preguntar a sus hijos sobre cómo se siente con la relación que tienen, esto para procurar una constante comunicación y retroalimentación. Helen Muñoz agrega que son los adultos quienes deben encontrar la manera de hacerle saber a los adolescentes que están dispuestos a escucharlos.
“Los hijos deben saber tanto con palabras como con acciones que son amados, respetados y aceptados, aun cuando sean distintos a sus padres. También es hacerles ver que pueden hablar de cualquier tema incluso de las fallas que existen a los ojos de los adolescentes. Esto abrirá las puertas para que los jóvenes se acerquen”, agrega Muñoz.
Para que estos diálogos puedan ser más frecuentes, Belloso recomienda que se busquen espacios de descanso y tranquilidad. De igual manera, es recomendable hablar desde la experiencia de lo que se siente y percibe, más allá de ser condenatorio y señalar.
“Cuando hay un malestar se podría decir ‘me siento de esta forma’ ante una conducta. Esto evitaría afirmaciones condenatorias hacia los padres, quienes incluso puede que ni siquiera estén conscientes de algún error que cometieron”, agrega Belloso.