El trabajo es el producto de una exhaustiva integración de información dispersa, entrevistas y documentación gráfica relacionada con la labor del desaparecido artista.
En este caso, el texto incluye contenidos que llevan a comprender la participación de otros artistas, nacionales y extranjeros, fundamentales en la formación y evolución de la plástica a su alrededor y de otros vitales autores.
Debido a la ingerencia de Rodríguez Padilla en la fundación de la Escuela Nacional de Artes Plásticas en 1920, conocida en aquel entonces con el nombre de Academia de Bellas Artes, se puede entender también este estudio como el relato de los primeros pasos de la hoy octogenaria institución.
Es importante resaltar que en los últimos años se ha brindado especial atención a los artífices que, en los albores del siglo XX, se formaron bajo la custodia de artistas extranjeros cuya presencia, hasta hace poco prácticamente anónima, determina todos los movimientos plásticos de la modernidad guatemalteca.
En esta vía hay que listar, entre otras, la biografía de Rafael Yela Günther -del Banco de Guatemala-; la de Carlos Valenti -de ADESCA-; el recate de la obra de Carlos Mérida -Ministerio de Cultura, ADESCA y la Fundación G&T- y los trabajos inéditos sobre la vida y obra de Agustín Iriarte -que serán presentados al público a finales de este año por la Fundación Paiz-.
Toda ésta dinámica lleva a comprender que, a pesar del pesimismo de ciertos cronistas recientes, sí hubo un movimiento plástico que permaneció difuso debido a la indiferencia con la que han sido tratados los artistas por parte de los distintos sectores que conforman la sociedad guatemalteca.
En el caso de esta investigación hay varios puntos que fortalecen el objetivo central del trabajo. Entre ellos destaca que varios parientes, entre ellos Zipacná de León, prestaron su colaboración y facilitaron documentos gráficos de obras que hoy poseen un valor inédito debido a que la mayoría no se exhibe en lugares públicos.
Esta apertura familiar, además, le permitió a Robles poder crear ciertos cuadros que facilitan el acercamiento al personaje humano y tempestuoso que de hecho fue Rodríguez Padilla.
Otro punto a destacar en esta edición blanco y negro es que Luis Robles sigue procedimientos rigurosos y científicos que permiten rastrear las fuentes informativas empleadas. También genera nuevas expectativas que esclarecen el origen mismo de confusiones que han venido repitiéndose en algunos estudios publicados y que son consultados constantemente como bibliografía. La lectura es fluida y el contenido fácil de asimilar.