Conmovida por los casos de desigualdad social en el país, y motivada por un sentimiento de altruismo, Myriam comenzó a aproximarse a las personas de escasos recursos que encontraba en su ir y venir diario. En su carro siempre llevaba refacciones y las compartía.
Pero según cuenta, su ímpetu solidario detonó en los hospitales Roosevelt y San Juan de Dios. Allí conoció a varios pacientes que eran diagnosticados con casos médicos terminales y que por distintas circunstancias, no podían sobrellevar el proceso de la mejor manera en sus hogares por la falta de accesos económicos.
Cuenta que en ese entonces comenzó apoyando a las personas transportándolas hacia sus hogares. Luego, adquiriendo insumos médicos y alimenticios. Tiempo después, conoció las casas de varios pacientes y se percató que muchos debían sobrellevar sus últimos días en espacios que por lo general no contaban con condiciones de ventilación, limpieza o comodidad adecuadas.
“No tenían una cama en buen estado para dormir ni mucho menos para morir. Me di cuenta que había una gran necesidad a todo nivel”, narra Myriam a sus 63 años.
Inquieta por esos acercamientos, la arquitecta comenzó a investigar acerca de los cuidados paliativos, que consisten en el acompañamiento médico, emocional y espiritual a pacientes con enfermedades graves o terminales.
Años después de cursar un posgrado en el tema y de continuar con su labor social, decidió establecer junto con su familia un recinto donde se diera el acompañamiento adecuado a pacientes terminales. De esa cuenta, en el 2000 nació la Fundación Ammar Ayudando. A partir del proyecto Myriam y sus familiares inauguraron el Hospice Villa de la Esperanza.
Acompañar los últimos momentos
Durante los últimos 21 años, desde Ammar Ayudando ha brindado apoyo a un promedio de 200 pacientes anuales, así como a sus familiares. Los beneficiados han llegado de 15 departamentos del país y han presentado cuadros médicos como malformaciones, cáncer, fibrosis, cardiopatías y distintos síndromes.
El acompañamiento dado desde la fundación consiste en revisiones físicas de los padecimientos, diálogos psicológicos tanto con los pacientes como con sus familiares, así como una conducción espiritual desde el credo que cada uno profese.
Estos pilares, que definen los cuidados paliativos, buscan que cada persona se concilie de manera digna con su partida. Según cuenta Myriam, el 95 por ciento de pacientes que son acompañados en Ammar Ayudando fallece.
Alexandra Aceituno Ríos, psicóloga e hija de Myriam es directora de la fundación y asegura que de igual manera que a su mamá, esto le ha transformado la perspectiva de ver la vida y la muerte: “Se aprende a respetar la muerte” asegura.
El hogar
Los pacientes que llegan a Hospice Villa de la Esperanza pueden optar por revisiones de sus síntomas. También pueden regresar cada dos semanas para consultas externas, y existe la opción de internarse para que lleven a cabo ahí su proceso terminal. En cualquiera de los casos, siempre se solicita un historial médico y la contribución que la familia pueda dar.
De acuerdo con la directora, no es obligatorio pero hay familiares que dan insumos o el tipo de apoyo económico que cabe en sus posibilidades.
Hospice Villa de la Esperanza está ubicado en el kilómetro 14.5 de Carretera a El Salvador, y allí se reciben a personas de todas las edades con padecimientos graves o terminales.
De acuerdo con sus encargadas, el espacio cuenta con habitaciones independientes y áreas verdes para garantizar el descanso y la reflexión. En el lugar laboran médicos, enfermeros, psicólogos y nutricionistas que trabajan para llevar a cabo los cuidados paliativos.
En otras ocasiones se han realizado voluntariados, pero debido a la pandemia se detuvieron, cuenta Alexandra. Si las personas quisieran apoyar la iniciativa pueden comunicarse al número telefónico 5017-3180 o en el perfil Ammar Ayudando de Facebook e Instagram o en su sitio web.