La exposición, abierta al público entre noviembre del 2001 y enero del presente año, reunió la obra de más de 25 creadores de primer orden dentro de la plástica mexicana y latinoamericana del siglo XX.
Recorrido que, honrosamente para Guatemala, encabezaban tres pinturas de Carlos Mérida. La presentación del documento, escrito por Ignacio Toscano, director general de Instituto Nacional de Bellas Artes de México, señala que sin los colaboradores de Diego Rivera, el muralismo mexicano, simplemente, no existiría.
La exhibición fue organizada en el Museo Mural Diego Rivera y sus directivos han coincidido en citar la importancia que sus colaboradores -artistas jóvenes algunos y creadores de carrera otros- tuvieron en el desarrollo de la historia mural de México. En este sentido la investigación anota datos singulares de los aportes que los artistas hacían, en mayor o menor medida, en la aplicación y tratamiento científico de técnicas que permitían hacer viables algunos proyectos de Rivera.
En el caso de Carlos Mérida no hay que decir mucho ya que fue protagonista del movimiento mural de ese país y su importancia, en distintos campos, ha quedado inscrita junto a los nombres más sobresalientes de la cultura artística latinoamericana.
Rina Lazo, en cambio, es una artista poco conocida en Guatemala debido a que ha desarrollado la mayor parte de su vida en aquel país. Lazo trabajó para Rivera entre 1947 y 1957, llegando a aparecer, incluso, en algunas de las pinturas del artista. Entre sus obras personales mas destacadas en México se cuentan las réplicas de las pinturas mayas de Bonampak (1964) y el mural Venerable Abuelo (1995) ambos para el Museo Nacional de Antropología e Historia, y Realidad y sueño en el mundo maya (¿1999?), realizado junto a Arturo García Bustos, en Quintana Roo.
En Guatemala se exhibe, en el MUSAC, el fresco Tierra Fértil. Este trabajo, protagonista de una azarosa historia, fue rescatado de su ruina por la propia artista y el Instituto de Antropología e Historia, luego que un bien intencionado individuo, que no merece ser mencionado, lo mandara a cubrir con pintura blanca porque no le gustaba para el centro cultural que dirigía.
El tercer artista mencionado es Juan Antonio Franco quien, luego de formarse en Guatemala, estudia en México a principios de la década del cuarenta, en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda, con distintos maestros entre los que destaca el nombre de Frida Kahlo. Para Diego Rivera trabajó en los murales del Palacio Nacional de 1945 a 1946. En San Miguel de Allende (Guanajuato) realizó un mural al fresco localizado en el ex convento de Santa Rosa. Además colaboró con José Clemente Orozco. Su aporte a la plástica guatemalteca del siglo XX aún espera un reconocimiento digno.