Es importante anotar algunas consideraciones no tocadas aún y que han surgido a partir de su reciente exposición póstuma.
¿Qué comparte Antonia Matos con artistas como Humberto Garavito, Alfredo Gálvez Suárez, Rafael Pérez de León y Julio Urruela Vásquez? Primero, la formación temprana con maestros nacionales y extranjeros que, aunque la historia todavía no dimensiona como corresponde, forjaron la plástica del siglo XX. Segundo la capacidad creativa que cabe dentro de las tecnologías artísticas del periodo al que pertenece. Tercero, la individualidad que le da paso a ocupar el merecido lugar dentro de esa generación constituida en su totalidad por hombres.
En la citada exposición se pudieron distinguir periodos en los que destaca el interés en la figura humana a través de la realización de retratos y torsos. Como dato interesante hay que hacer referencia al autorretrato fechado en 1921. Este puntualiza la imposibilidad que Antonia Matos haya nacido en 1909, tal y como lo anotan los escasos catálogos que reseñan su labor, porque en él luce como una muchacha de unos diecisiete años cuanto menos. Detalle que corrobora el año que aportan los autores Francisco Aguirre Matos y Desirée de Aguirre en el libro ?La Obra de Antonia Matos?. El autorretrato, que también aparece en el catálogo, puede compararse con importantes trabajos contemporáneos del Museo de Arte Moderno de Guatemala como los retratos de Jaime Sabartés, de Rafael Rodríguez Padilla y el de la Señora Rischets, de Humberto Garavito. Al hacerlo es fácil advertir la independencia que guardan entre sí los tres artistas.
El Retrato de la Rischets (1921), realizado después de estudiar Garavito en México, esta confeccionado a base empastados y diferentes gamas de colores similares que permiten resaltar la figura principal.
La metáfora surge aquí por la comparación de las blancas flores y el poroso vestido de la retratada.
Irma de Luján ha descrito su composición en términos que señalan que en esta pintura todo es orden, calma y belleza, que los resultados de la pieza alcanzan los últimos encantos del art-nouveau. El de Jaime Sabartés (1920) es menos matizado ya que el pigmento se concentra en variantes de ocres y mostazas claros que sirven respectivamente de primer plano y fondo a la figura. En esta obra el artista soluciona los detalles con gruesas líneas que crean al mismo tiempo el efecto de la sombra.
El autorretrato de Antonia Matos, muy dañado en la actualidad, se basa en la aplicación monocroma y mesurada de tonos marrones y lilas muy luminosos (influencia probable de Justo de Gandarias y Agustín Iriarte). En él se representa posando de frente con su paleta en la mano derecha. Las sombras son sobrepuestas con líneas gruesas, más oscuras pero transparentes. Ya desde aquí se puede apreciar la tendencia de simplificar detalles para alejarse de lo académico. En aquel momento apenas tenía un año de estudiar en la ENAP.
Las tres pinturas enfrentan al retratado desde la misma posición y de medio cuerpo aunque Sabartés está recostado en una silla-, dejando apenas espacio mínimo entre la cabeza y el límite superior del trabajo. El conocimiento anatómico también es manejado a la perfección. Por lo demás son independientes entre sí.