Sus principales obras, la mayoría de ellas dentro del campo del retrato, no sólo proponen nuevos modos de hacer pintura -y en menor medida, escultura- sino que denotan a una profesional bien formada y con plena conciencia del hecho plástico. Esto sin perder de vista que además desarrolló parte de su trabajo dentro de las corrientes exploradas por su generación guatemalteca.
La etapa anterior a su viaje de estudios a París (de 1930 a 1933) fue marcada por los conocimientos alcanzados bajo la tutela de importantes maestros. Es en esta etapa en la que ya crea obras que se anticipan, como ha quedado anotado, a los logros de otros jóvenes artistas y que pueden cotejarse, en calidad y propuesta, con la de conocidos artífices contemporáneos de aquel momento. Esta creación, sin embargo, ha sido completamente olvidada debido al interés que se le ha otorgado a sus siempre “polémicos” desnudos de la etapa francesa. Pinturas, estas últimas, también mal entendidas debido a su “escandalosa” reputación y al poco honroso silencio con el que las marcaron sus condiscípulos.
Para muchos profesionales, los desnudos de Antonia Matos son sólo trabajos de estudiante. Como la obra de esta artista no es tan conocida y rara vez se ha expuesto, lo más seguro será inferir que sólo habrán tenido a la vista ejercicios de este tipo.
En 1993, la galería El Túnel expuso una colección en la que, entre otras obras, se exhibieron varios óleos que no son otra cosa que relevantes retratos al desnudo. Otros reputados estudiosos tratan de clasificarlos bajo el rubro de “académicos”, sin embargo, Antonia Matos trabajó de modo tal que establece con claridad que su intención no era crear dentro de esa corriente.
La exposición póstuma presentada en la Fundación Paiz permitió apreciar las diferencias y los puntos que consolidan la labor de Antonia Matos. En este caso sí hubo algunos trabajos que caían dentro del campo estudiantil. Estos óleos por lo general se caracterizan por un marcado desinterés por los rostros y las reglas clásicas de la figura humana. Aún así, ya presentados bajo los cánones de la museografía, poseen valores apreciables. Los demás retratos al desnudo siguen patrones que también se alejan de lo naturalista: encuadre atípico, atención a determinados detalles, descuido deliberado de otros, inclusión de fondeados poco comunes en el período, contraste marcado del claroscuro, dibujo con el que delimita determinadas áreas, perspectivas diversas; pinturas que, en algunos casos, incluyen firma.
Esta serie posee un valor inestimable para la historia del arte guatemalteco. Primero porque la temática, que guarda relación con las exploraciones europeas de la época, rompió con la indiferencia pública. Segundo, debido a que la artista, quien perdió en ese momento la batalla, se enfrentó a un panorama dominado enteramente por pinceles masculinos para alejarse de sus motivos y focos de inspiración.
Esto no sólo la coloca como la primera pintora profesional del siglo XX, sino que además le da un liderazgo innegable en el campo de las artes.