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Premiados

Hay artistas que han perdido el norte

Los directivos de las instituciones orientadas a la proyección social y que trabajan con productos artísticos, han atravesado en los últimos años por varias disyuntivas.

Esto debido a que en algunos casos hay artistas que han perdido el norte al olvidar que ellos son parte de un conglomerado de profesionales que impactan, con el beneficio de su trabajo, a comunidades que de otro modo estarían totalmente desprotegidas.

Este compromiso, asumido seriamente por personas sensibles que donan tiempo y conocimientos en servicio de una misión, enfrentan la problemática constante de reorganizar una avalancha de eventualidades provocadas por la falta de colaboración de algunos de los artífices. Estos, muchas veces, más que resolver problemas los provocan, empezando por la incapacidad que denotan a la hora de seguir instrucciones.

Otro aspecto es el de la ausencia de ética profesional que ha obligado a crear estrategias de control para evitar que los corruptos utilicen de vitrina los reputados salones y, con actos dolosos, roben a los beneficiados el producto por el cual están trabajando los demás artistas y colaboradores.

En el presente ya no es tan fácil exponer obras que no hayan pasado por algún criterio de curaduría. Aún así todavía se cuelan piezas cuya calidad se cuestiona cuando se exhiben junto a otras más serias en las que se observa una factura alcanzada por la constancia, conocimiento, amor al trabajo y plena conciencia de la trascendencia que implica ser parte de una labor solidaria.

El reconocimiento, difícil en un medio cuya respuesta ha sido la indiferencia, es el mejor premio que cualquier artista puede anhelar. Si éste es reflejado en un catálogo especial, recompensa monetaria, retrospectivas en salas especiales, cuanto mejor. El problema surge cuando estos incentivos provienen de la necesidad desesperada de subir la calidad de lo que se exhibe.

Experiencias pasadas y presentes han permitido apreciar los resultados visuales en los que se refleja la desidia con la que algunos creadores engalanan trabajos pobres que, en ocasiones, parecen surgidos en una fabrica de maquila. Resultados que sólo pueden señalar un ambiente en el que los valores plásticos han disminuido para llegar a límites alarmantes.

¿Qué algunos sectores del público tienen la culpa? Es probable. En Guatemala hay índices, que si bien no son comprobables estadísticamente, denotan poca experiencia en la comprensión de este tipo de trabajos. Quizás por ello, en estos casos específicos, la demanda lleva a precios incomprensibles obras de escasa calidad. Sin embargo sí hay público formado y, por supuesto, artistas que sí responden a la altura de las circunstancias.

Es por ello que se hacen necesarias las curadurías.

Es época de crisis. Esta parece no haber tocado el ámbito del arte. Mientras las subastas crecen y superan con margen positivo metas millonarias, también cumplen con la labor de difusión y protección del patrimonio contemporáneo de los guatemaltecos. ¿Cuánto habrá que esperar para que todos los involucrados respondan?

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