Ahora, piense un momento… ¿Cuándo ha escondido su felicidad? Es casi seguro que han sido menos ocasiones que cuando se ha estado triste. Esto, debido a que son las emociones y sentimientos negativos los que generan dificultad de ser mostrados. Las sonrisas y carcajadas no las escondemos. Si estamos muy felices lo expresamos sin pena y cuando nos preguntan cómo estamos contestamos rápidamente “bien” o “estoy feliz”, seguido de los motivos.
De acuerdo con Gonzalo Ordoñez, psicólogo clínico, las emociones positivas son expansivas, tanto que resulta incómodo no tener con quien compartirlas. “Estas emociones son muy difíciles de esconder. No podemos reprimir nuestras risas o los motivos por los que estamos contentos, entusiasmados u orgullosos. Hasta queremos que pregunten nos por qué estamos así, es como si los sentimientos positivos salieran por sí solos”, agrega.
Sin embargo, cuando estamos melancólicos o tristes lo podemos disimular fácilmente. Aunque se considera que el enojo y la rabia son emociones expansivas, sí pueden ser vividas con tranquilidad y frialdad, al igual que la tristeza y el miedo, son bastante inhibitorias a nivel de comportamiento.
El que estemos acostumbrados a hacerlo no significa que sea lo mejor, ya que las emociones tienen ciertas funciones, según Ordoñez. Por ejemplo, la tristeza, mediante su expresión, sirve para avisar al otro que no estamos bien y que necesitamos su apoyo, pero como no la demostramos, su funcionalidad no se completa.
¿Por qué esconder los sentimientos?
Pueden ser muchas las razones por las que escondemos nuestros sentimientos. Entre las más habituales se encuentra la necesidad de mantener nuestra privacidad, porque no queremos que alguien más sea consciente de nuestro malestar o problema, esto porque no deseamos que otra persona sepa o vea que estamos más vulnerables de lo normal. Otro de los motivos es porque alrededor de nosotros puede haber alguien que atraviesa una situación peor a la nuestra, entonces hacemos un esfuerzo por aparentar estar bien.
Los motivos por los que escondemos las emociones negativas no siempre están relacionados al miedo a exponernos, sino también a que tratamos de cuidarnos nosotros mismos. Puede ser que nos cueste poner en palabras nuestras emociones porque no terminamos de aceptar cómo nos sentimos, esto está relacionado también con el sentimiento de culpa.
“Muchas veces fingimos estar bien porque nos da vergüenza que alguien más sepa el motivo por el que estamos mal. Consideramos que esa situación no nos debería provocar malestar, por ello minimizamos los sentimientos, cuando lo que deberíamos de hacer es simplemente vivirlos y ya. Hablar de ellos nos ayuda a razonarlos y a darnos cuenta de que está bien sentirlos”, explica el psicólogo.
Frases como “no merece la pena”, “esos no son motivos para estar triste”, “ya, deja de llorar”, “¿estás mal otra vez” o “tienes que superarlo” no ayudan a la otra persona a sentirse mejor, sino que refuerzan el sentimiento de culpa y vergüenza porque de cierta forma se le cuestionan y minimizan sus emociones. Por ello, son importantes las palabras que se utilizan al consolar a alguien más.
Para Gabriela Aguilar, coach de vida, lo ideal es solo escuchar y hacerle saber a la persona que usted está ahí para darle apoyo por medio de la escucha y compañía. “Cuando estamos mal, muchas veces solo necesitamos que alguien nos escuche para darnos cuenta, nosotros mismos, que la situación no es tan grave o que no lo será para siempre. Por eso es importante que quien nos brinde ese apoyo se limite a usar frases como ‘te entiendo’”, dice la profesional.
El sentimiento de vergüenza también está relacionado a falta de confianza, lo cual nos impide hablar de nuestra situación con alguien más. También porque las emociones negativas se relacionan con debilidad. Si usted está triste porque su pareja lo dejó, eso lo mostrará vulnerable y débil ante los demás, pero esa es una manera distorsionada de ver las cosas, no es la realidad.
Aceptar las emociones
El proceso de reconocer las emociones es de gran importancia para procurarnos una calidad de vida saludable, sobre todo la salud mental. Cuando somos capaces de reconocer las emociones ajenas y propias, nos angustiamos menos y aprendemos a aceptarlas para vivirlas.
Aguilar expone que para poder cambiar nuestra respuesta cuando nos pregunten cómo estamos, debemos dejar de sentir vergüenza por nuestros sentimientos y aceptarlos. Para ello brinda algunos consejos:
Aceptar: En vez de esconder las emociones negativas, mejor hay que aceptarlas. Esto no implica aceptar que nunca va a cambiar la situación, sino es darse permiso de estar triste, enojado, angustiado o nervioso. Cuando se esconden o se evitan es más difícil cambiar el estado de ánimo, en cambio, si se acepta que cierta situación provocó esos sentimientos, será más fácil cambiar de página.
“Vivamos nuestra emoción sin juzgarnos, porque así solo nos sentiremos más culpables. Si ya identificó cuál es su sentimiento, puede repetir la frase “estoy enojado por -menciona el motivo-, y lo acepto”. Esto lo tranquilizará y disminuirá el sentimiento de culpa”, dice la coach de vida.
Validar: Todas las emociones son válidas. Así como aceptamos la felicidad, también hay que hacerlo con la tristeza, enojo, angustia, etc., porque todas nos hacen humanos. Cuando se está dispuesto a vivirlas es más fácil comprenderlas (las suyas y las de los demás) y sobre todo, a tomarlas en serio. Además, se dará cuenta que es más fácil dejarlas fluir que pelear por esconderlas.
Practicar con otros: La aceptación y validación no le funciona solo a usted, sino a todos. Si tiene a alguien cerca que considere se siente mal pero no lo dice, trate de acompañarlo. Dígale que usted entiende sabe que se siente mal y que está bien estar así. Empatice y trate de sentir las emociones del otro, de esta forma le ayudará a practicar con las suyas.
Si la otra persona le pide consejo puede dárselo, pero sin juzgarlo. No minimice sus emociones, sino ofrézcase a acompañarlo hasta que acepte sus emociones, a hablar o a respetar su silencio. Vivir la experiencia de los demás le darán una idea de cómo puede actuar usted cuando se sienta así.
Fortaleza: ¿cómo podríamos reconocer la felicidad si nunca hemos estado tristes? Los sentimientos negativos nos hacen más fuertes, y hacen que las experiencias positivas tengan más significado. Por ello es importante respetar todas las emociones, porque cada una tiene una función. No se castigue poniéndose obligaciones de que siempre tiene que estar feliz. Al contrario, está bien sentirse mal, llorar o darle importancia a las situaciones que desee.
El dolor pasa: aceptar los sentimientos negativos no significa resignarse y no hacer nada. Al contrario, significa darse el tiempo y espacio necesarios para vivirlas. Esto permitirá ser más conscientes de nuevas emociones y de decidir qué podemos hacer para mejorar la situación.
Poco a poco el dolor, el enojo y la tristeza pasarán y la alegría llegará, entonces será el momento de reflexión para saber qué hemos aprendido de este momento, de la experiencia de vivir esa mezcla de emociones. Al final, el objetivo también es ser conscientes de lo que es sentirse bien y mal, perder el miedo a lo que sentimos y aceptarlo.
“Cuando podamos vivir cada uno de estos consejos, estoy segura que la próxima vez que esté enojado o triste y le pregunten cómo se siente, contestará sin miedo y seguro de sí mismo, que está mal”, dice Aguilar.