Además, la ilusión es el agua de la vida: se evapora con los años.
Todos hemos tenido ilusiones y todos habíamos sido felices, pero hemos madurado. Bonita época la juventud y si entonces hubiera comenzado a escribir mi autobiografía ésta hubiese resultado más alegre. Alternan los colores en los anteojos. Cada edad tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
De todos modos, si dos personas se quieren, no desean lo mismo. Sólo comparten algunos deseos, otros no. La felicidad de otras personas influye en nosotros, nos alegra o nos deprime, per no nos deja indiferentes.
Han pasado los años y yo he cambiado con ellos. El orgullo se desvanece. La felicidad la tuve y la dejé. Quizá buscaba lo que aún no he encontrado.
La nostalgia es el recuerdo de un amor extinto o en tinieblas. Es mayor cada vez el vacío mientras el tiempo se llena de tiempo, lo voy pensando enclaustrada en mi salón de muebles barrocos a donde apenas llega el fragor del periférico. Me encierro en mi aposento. Nada me inquieta verdaderamente, ni la imposibilidad de comunicación.
Escribo cuando el sol va perdiendo sus destellos. Accidentalmente recibo alguna visita. A veces la soledad produce ansia de comunicación. La importancia de la palabra no es más que ésta. Con el corazón cansado de navegar recuerdos hablamos de trivialidades, de los abusos publicitarios en la televisión, de la soledad, del consumo, del oficio de leer (la gente no lee porque no le da la gana).
El pobre ciudadano se encuentra hoy indefenso e inerte ante las argucias, lícitas o no, de la publicidad. Si ella podrían bajar los precios y mejorar la calidad, pero ?quien no anuncia, no vende?. ¿Por qué, cuando queremos una buena sopa o una buena bebida, nos ofrecen la posibilidad de un viaje u otros premios? Se lanzan cremas faciales mediocres a base de gastarse millones en publicidad, ¡y las arrugas siguen siendo las mismas!
La visita se ha ido. Hablemos de otras cosas: hace cerca de cien años el maestro Azorín hablaba de su patria chica y de los pueblos aledaños y decía: ?La gente no se apasiona súbita y fácilmente; esta misma severidad y gracia de las colinas del paisaje es la gracia y severidad con que se sonríe a todas las ideas sin creer en ellas, y con que se las cambia si no convienen. La tierra ha abierto unas canteras y unos campos de viñas.
Hay, pues, una propicia inclinación hacia lo clásico; piedra y vino, lo inmortal y lo pasajero, que arde en las venas como arden las pasiones?.