Vida

Pequeños obsesivos

A sus 7 años, Luisa no tiene tiempo para estudiar, porque la mayor parte del tiempo lo ocupa en chuparse el dedo y tirar de su cabello; mientras, Pedro, en vez de jugar, prefiere morderse las uñas.

Aunque estos niños no representan un peligro para los demás, lo cierto es que se hacen daño a sí mismos, porque cada uno está obsesionado con algo distinto y viven ejercitando un ritual diferente.

Ambos están bajo el dominio del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), un desorden psicológico que, según la Organización Mundial de la Salud, es el cuadro más frecuente de la población en general, incluso más común que la anorexia nerviosa en la adolescencia.

Debido a que las obsesiones (pensamientos recurrentes y persistentes) y la compulsión (comportamiento repetitivo o ritual como acumular cosas, ponerlas en un orden determinado, etc.), o actos mentales (contar, repetir palabras en silencio, evitar acciones o cosas) ocasionan una ansiedad significativa o angustia, interfieren con la rutina normal del niño, su rendimiento escolar o sus actividades familiares y sociales.

El inicio

A pesar de que este trastorno se desarrolla generalmente en la infancia, suele pasar inadvertido porque los propios niños son incapaces de revelar lo que les ocurre, o tienen dificultad para saber qué es normal y qué no, así como tampoco tiene la confianza de comunicárselo a sus padres, indica Claudia de la Roca, del Instituto de Psicología de la Universidad Rafael Landívar.

A veces los familiares no se dan cuenta del problema y hasta llegan a formar parte del ritual, porque si interrumpen el acto repetitivo, el pequeño se torna agresivo y se enoja.

Un ejemplo de ello es la madre que tiene que decir hasta 10 veces ?buenas noches? a su hijo para que se duerma; sin embargo, no le da ninguna importancia.

Otro caso es el del niño que teme que un intruso entre a su casa por una puerta o ventana abierta, y le haga daño a él o a sus padres. La idea recurrente llevará al niño a comprobar que las puertas y ventanas de la casa estén cerradas, aun después de que sus padres se acuesten, para aliviar su ansiedad. Y si por el miedo que tiene cree haber dejado alguna puerta abierta, sentirá la compulsión de volver a comprobar que esté perfectamente cerrada.

¿Cuál es el trasfondo?

El comportamiento obsesivo-compulsivo no es el problema, es el síntoma, que no es más que una manifestación de ansiedad.

En estos casos las defensas habituales del individuo para adaptarse a su realidad están funcionado mal, señala la psicóloga Neicy Bailey.

Agrega que este trastorno cumple con el desmedido requerimiento de buscar seguridad ante un peligro constante. Por eso, si la amenaza del ambiente está relacionada con la salud o los afectados la interpretan como tal, el comportamiento ritual girará en torno a ésta y de ahí que algunos recurran a lavarse las manos con frecuencia, cada vez que tocan algún objeto o saludan a alguien.

Existen diversos grados de afección, en los que los pacientes pueden manifestar conductas dañinas para sí mismos. Es el caso de quienes se comen las uñas, se muerden el pelo, se hacen cortaduras o, si tienen una herida, la tocan constantemente hasta convertirla en algo más serio.

Causas y tratamiento

La explicación de este comportamiento se desconoce con exactitud, pero se ha especulado con varios factores, que van desde los genéticos hasta los ambientales.

Además, el contexto familiar, escolar y social también influye, ya que a pesar de que en algunos casos la agresión física ha disminuido, ?cada vez más las personas alcanzan un alto grado de sutileza para saber qué hacer y decir, con el objetivo de destruir el ?yo? de un niño?, enfatiza Bailey.

Respecto del tratamiento, investigaciones clínicas han provisto información que ha llevado tanto al manejo farmacológico como a la terapia cognitiva o conductista; no obstante, cada caso es particular.

La psicóloga Bailey indica que la psicoterapia busca que los niños, jóvenes o adultos que padezcan este trastorno cambien de forma paulatina sus comportamientos dañinos por otros más adecuados, con el fin de evitar que continúen poniendo en peligro su integridad física.

Los efectos

Los pensamientos obsesivos varían con la edad y pueden cambiar a través del tiempo, indica la psicóloga Claudia de la Roca.

? Los niños que los padecen, sufren interferencias en sus actividades diarias.

? Como los afectados están conscientes de lo que les ocurre, el problema les genera más angustia, porque no pueden evitar comportarse como lo hacen.

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