Moda y Estilo

La pasarela parisina comienza con un Saint Laurent en busca de sus raíces

Saint Laurent abrió el martes la Semana de la Moda de París por todo lo alto, al unir sus colecciones de hombre y mujer, en un único desfile romántico y sombrío, con la búsqueda de una silueta contemporánea para la marca más rompedora de la década de 1970.

Esta ha sido la segunda colección del diseñador Anthony Vaccarello para la firma que sigue explorando el recuerdo de Yves Saint Laurent, uno de los creadores más controvertidos de su tiempo, pero también de los más admirados.

La sahariana, esa chaqueta de estilo safari que utilizaba el ejército británico y que fue recuperada por Saint Laurent en la década de 1970 en una interpretación femenina, abrió el desfile con una versión negra y brillante con anchas hombreras cuadradas, actualizada con un look más fiestero.

“He creado esta colección como una relectura, un fantasma radical de esta herencia”, indicó Vaccarello en un comunicado.

Este lado sensual e irreverente marcó una línea protagonizada por minifaldas exageradamente cortas decoradas con volantes que montaban hasta la cintura y que se combinaban con tops translúcidos para la noche y gruesos jerséis de lana para el día.

Apenas hubo unas 20 de creaciones para hombre, mucho más sobrias, en la que destacaron igualmente los jerséis de punto -con algunos detalles brillantes- y cazadoras de aviador con cuello de borrego, que también lucieron las mujeres.

Como cierre, una línea mucho más festiva y elaborada cargada de vestidos ochenteros en terciopelo con incrustaciones de cristales, en un desfile celebrado en la propia sede de la “maison”, todavía en obras como muestra metafórica de que la histórica firma está, por dentro y por fuera, en plena construcción.

También sobria fue la colección de Jacquemus, que llenó la pasarela de blanco y negro en una colección elegante, teatral y nostálgica, como puso de relieve un carrusel final en el que las modelos, acompañadas de la balada Piensa en mí,  interpretada por Chavela Vargas, desfilaron casi a paso fúnebre.

Resultó inevitable pensar en la influencia que el New Look, la silueta creada por Christian Dior en los años de 1940, ha tenido en esta colección con diseños marcados en la cintura, tanto en vestidos y abrigos como en pantalones, de talle alto y corte pirata, estampados con rayas diplomáticas.

Pese a su juventud, Simon Porte, el talento detrás de la firma, es uno de los diseñadores preferidos de los seguidores de la Semana de la Moda de París.

También fue protagonista de esta jornada la holandesa Liselore Frowijn, que a sus 25 años cada vez se muestra más cómoda, tanto como para lanzar una colección con un espíritu reivindicativo contra “el cambio climático, las elecciones y los conflictos a los que nos enfrentamos”.

“La moda no puede ayudar directamente a cambiar lo que está pasando, pero es una forma de transportar ideas y visiones para conectar con la gente”, dijo la creadora, después del desfile.

Sus estudios de arte le sirven de base en cada una de sus colecciones, como en este caso la obra del escultor neerlandés Alfred Eikelenboom, cuyas ideas sobre un mundo utópico se dejaron ver en los estampados degradados y en las ilustraciones estelares.

Burdeos, verde y mucho dorado en esta línea claramente futurista que convirtió lo deportivo en urbano, gracias también a la colaboración con las marcas Converse y Turbo Toes by Akta Trading, que mezclaron sus diseños para esta ocasión: el famoso botín de tela con la exagerada suela blanca de aspecto industrial de Turbo Toes.

Y del futuro a mundos de ciencia ficción con la firma japonesa Anrealage, cuyo nombre, creado de la combinación de “A real, unreal and age” (Una realidad, irrealidad y edad), deja ya ver que se trata de una moda casi fantástica.

Al utilizar como marco el lujoso Salón Imperial del hotel The Westin de París, su creador, el diseñador Kunihijo Morinaga, combinó tejidos fantasías con otros más cotidianos, como el vaquero en vestidos de relieve con formas geométricas que no se adaptan a las formas de la mujer, sino que crean otras nuevas.

Como hilo conductor de la colección, una cinta que se transformó en vestidos, abrigos y faldas con materiales como el terciopelo -parece que seguirá siendo tendencia en el 2018- o el satén, en tonos mostaza, caldera y distintas gamas de azules.

Otras de las jóvenes marcas que protagonizaron esta primera jornada de moda fue Koché, la firma de la francesa Christelle Kocher, que prefirió evadirse de los problemas de Occidente con una oda a la adolescencia, quizás la suya propia.

Con un claro aire noventero, las prendas “grunge” y otras más callejeras como el chándal se adaptaron a los nuevos tiempos en terciopelo y tonos brillantes con tacones. 

ESCRITO POR: