Después del desfile, la diseñadora dijo que la inspiración para crear la colección le vino del propio México, porque el año pasado, cuando presentó un desfile en Cancún, le invitaron a una fiesta en la piscina.
“Yo la verdad consideré que no tenía edad para una pool party, pero se me quedó la copla, y este desfile es un homenaje a la pool party”, afirmó la madrileña.
Por ello, los trajes de baño que propone la diseñadora no están ideados para ir a la playa, sino más bien para lucirse con ellos en momentos de fiesta.
La diseñadora, quien remarcó el carácter festivo del desfile en su parte final con la música de la italiana Raffaella Carrá, señaló que la colección también es una ocasión para revisar su pasado, con los “trajes lío”, los de forma de corazón o los “ojos y boca”.
Sobre la pasarela se vieron trajes de baño brillantes y con los colores del arcoíris, que jugaron con los lazos en la espalda y con las transparencias.
Estos dieron paso a bañadores con mangas y con aperturas con forma de flor o de círculo que dejaron a descubierto el ombligo, para ubicar adornos en su interior o asemejar la figura de la modelo con la de una guitarra.
También estuvieron presentes otras prendas veraniegas, como albornoces cortos, pareos, blusas y vestidos ligeros palabra de honor.
Pese a que hoy en día los diseñadores buscan que lo que presentan en la pasarela pueda ser adquirido por la gente “inmediatamente”, Ruiz de la Prada reconoce que todavía no está organizada para eso, por lo que se dedica a algo que se asemejaría a dar “caprichos” .
“Este desfile es un caprichazo; pool party y capricho para mí”, concluyó la diseñadora.