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Quinta mujer merecedora del prestigioso premio desde su institución en 1976, la montevideana de 95 años confesó que “habiéndome llegado tarde, realmente me sorprendió”, aunque recalcó estar “agradecida, emocionada”.
Vitale, también crítica literaria, ensayista y periodista, expresó su “devoción cervantina” desde que, al borde de una piscina en su ciudad natal, vivió “la felicidad del primer encuentro con esas páginas” de El Quijote.
“Muchas veces lo que llamamos locura del Quijote podría ser visto como irrupción de un frenesí poético, no subrayado como tal por Cervantes, un novelista que tuvo a la poesía por su principal respeto”, explicó sobre su atracción a la obra.
“La inacabable virtud del libro” es la “fidelidad atemporal” que reclama, ya que “lector tras lector, época tras época, se ha ido consagrando como un venerable sostén de la herencia humana”, apuntó Vitale, de vestido negro y bufanda blanca.
Delatando su sobrecogimiento, Vitale expresó antes de iniciar su discurso que “en este momento leer algo no me nace. Me nacería no sé, abrazar, decir cosas, que serían absurdas y desacomodadas pero me saldrían del alma”.
Y en declaraciones previas a la gala hizo alarde de buen humor, bromeando con que estaba “simplemente congelada” en este día frío y lluvioso de primavera, aunque “todo lo demás ha sido muy cálido”.
“Referente fundamental” de la poesía
Sumando su nombre al de maestros de la literatura en español merecedores del Cervantes como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Camilo José Cela, Vitale es la segunda uruguaya en recibir el premio, luego de Juan Carlos Onetti.
El jurado premió “una obra convertida desde hace mucho tiempo en referente fundamental para poetas de todas las generaciones y en todos los rincones del español”, destacó el rey de España.
El triunfo de Vitale, merecedora en su vejez de varios premios como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana o el Federico García Lorca, rompió con la norma no escrita de alternar ganadores españoles y latinoamericanos, ya que un año antes lo obtuvo el nicaragüense Sergio Ramírez.
Autora de más de una veintena de poemarios, nació en una familia culta y cosmopolita de Montevideo que se opuso en un primer momento a su temprana orientación hacia las letras.
Estudió humanidades y fue profesora universitaria hasta 1974 cuando la dictadura de Juan María Bordaberry (1973-1976) la empujó a exiliarse a México, donde conoció a Octavio Paz que la introdujo en el comité asesor de su revista Vuelta.
En la década de 1980 se trasladó a Austin, Texas. Volvió tras la muerte en 2016 de su marido, el poeta Enrique Fierro, a su Montevideo natal. Allí, “ordenando y reordenando la biblioteca, no dejé de detenerme en la sección cervantina”, recordó.
Para terminar su discurso, Vitale citó al Quijote, cuando dijo que “no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo”.
“No es mi caso, puedo asegurarlo. Sin duda Don Quijote no imaginó jamás que ese género femenino al que considera por oficio llamado a honrar y defender, pudiera caer en tan osada presunción, y en eso estoy segura de que acertó”, agregó.
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