Los personajes, cuyo cuerpo es una estructura de madera que carga una persona, mueven el cuerpo y los brazos al ritmo de sones y otros sonidos populares interpretados por tres o cuatro músicos en marimba de un solo teclado, mientras avanzan lentamente, como se lo permite la abundante quema de cohetes y bombas voladoras.
ANCESTRALES
El historiador Domingo Juarros hace referencia a los Gigantes en los primeros años del siglo XIX como Bayle de gigantones y gigantillas, aunque la presencia de estos en Guatemala se considera anterior a esa época.
Los Gigantes de Sumpango, Sacatepéquez. (Foto Prensa Libre: Edwin Castro)
El periodista e historiador Ramón A. Salazar lo cita en un escrito de la última década del mismo siglo, dice el antropológo Carlos René García Escobar en su libro Atlas Danzario de Guatemala.
Otros Gigantes también bailaron desde la época prehispánica y hasta la primera mitad del siglo XX, en la actual Chiquimula, área de la etnia chortí del oriente de la república, según el investigador Raphael Girard. Representaban a Hunahpú e Ixbalanqué, quienes según el Popol Vuh, libro sagrado de los maya k’iche’, vencieron a los gigantes Zipacná y Cabracán, que con sus grandes poderes jugaban pelota en los montes y hacían temblar las montañas.
En la historia
Los Gigantes se originaron en leyendas mitológicas como la de Hércules, Atlas, y titanes y atlantes de fuerza física portentosa. En España se registra la representación de Gigantes en 1391, en un entremés del pasaje bíblico de David y Goliath.
Los Gigantes de Sumpango, Sacatepéquez. (Foto Prensa Libre: Edwin Castro)
El concepto se trasladó a estas tierras en el siglo XVIII, para acompañar originalmente las fiestas del Corpus Christi y después las fiestas patronales, explica García Escobar.
Protagonista
Andres Laroj organiza un baile de Gigantes desde hace 16 años, en Sumpango, Sacatepéquez. Con un grupo de 30 voluntarios se encargan, por turnos, de “bailar” a los cuatro Gigantes que han nombrado Margarita y José, una pareja de piel rosada, y Teresa y Arturo, de piel oscura. “Participamos con devoción y para mantener viva la tradición heredada de nuestro abuelos”, dice Laroj.