Y en otro texto más amplio recordó los logros de la revolución. “Somos el pueblo de Fidel, no hay duda”, aseguró Rodríguez, que agregó vehemente: “Por mucho que griten, conspiren y tramen desde la otra orilla, a la sombra por supuesto de nuestros enemigos seculares, Cuba jamás volverá a ser colonia yanqui. Nadie podrá quebrar nuestra dignidad, nuestro patriotismo”.
Resaltó además el “pensamiento humanista y liberador” de Fidel. “Su luz es inmortal”, concluyó el autor de Unicornio azul, El necio o El elegido, canciones de alto contenido político, de una defensa acérrima de la revolución, que le ha llevado incluso a enemistarse con uno de sus grandes amigos, Pablo Milanés, más crítico con los Castro.
Pero Silvio Rodríguez se ha mantenido siempre fiel a sus ideas y a una revolución castrista que abrazó con entusiasmo porque respondía a las inquietudes políticas que le guiaron desde joven.
Nacido en San Antonio de Baños el 29 de noviembre de 1946, en el seno de una familia humilde, fue precoz en el mundo del arte. Con ocho años empezó a escribir poesías y a tocar el piano, a los 15 dibujaba historietas y a los 18 compuso sus primeras canciones mientras cumplía el servicio militar obligatorio.
Pero ya antes integró las brigadas “Conrado Benítez” y se fue al campo a alfabetizar, además de inscribirse en las milicias estudiantiles.
Sin dejar de lado esa militancia, volcó sus ideas en los textos de sus canciones. Entre las primeras que escribió están ¿Por qué?, sobre la discriminación racial en Estados Unidos y La leyenda del águila, sobre la guerra del Vietnam.
En 1967 realiza sus primeras actuaciones y en 1968 participó en un concierto que pasaría a la historia como el fundador del movimiento de la Nueva Trova cubana. Fue en la Casa de las Américas, junto a Noel Nicola, Pablo Milanés, Martín Rojas, Eduardo Ramos y Vicente Feliú.
La Nueva Trova sería uno de los movimientos musicales más influyentes en Latinoamérica en la segunda mitad del siglo XX. Combinó el estudio de las raíces populares de la música cubana con letras altamente politizadas y a favor de la revolución de Fidel Castro y el Che Guevara.
Esto hizo que las canciones de aquella época hayan pasado a la historia como la banda sonora de la revolución, con temas como Yolanda, de Milanés; Créeme, de Feliu; Acuérdate de abril, de Amaury Pérez, y Ojalá, de Silvio Rodríguez.
En paralelo a su trabajo con la trova y a los discos que grabó con el Grupo de Experimentación Sonora, Rodríguez empezó una carrera en solitario con un primer disco en 1969, Pluma en ristre -con solo cuatro temas-, al que seguiría Días y Flores, en 1975, que incluye títulos como Playa Girón o Yo digo que las estrellas.
Una veintena de discos han consolidado al cantautor como una de las voces más personales y comprometidas de Latinoamérica, con un apoyo incondicional a Fidel Castro y a la revolución, a través de sus canciones y de numerosas declaraciones públicas.
Su música se extendió desde el comienzo por todos los países de habla hispana y algunos de sus discos sufrieron censura por las dictaduras de Augusto Pinochet en Chile o de Francisco Franco en España, lo que no impidió que su voz se convirtiera en un símbolo de libertad.
Sin embargo, con el paso de los años y mientras compañeros con Milanés evolucionaron a posiciones críticas contra el Gobierno de Castro, Rodríguez siguió anclado en los postulados revolucionarios, lo que perjudicó su imagen pública, totalmente vinculada al régimen castrista.
Algo que nunca ha importado al músico, que siempre ha buscado el lado poético de la revolución cubana. “En Fidel hay mucho de Marx pero también mucho de Víctor Hugo y los dirigentes que no sepan quien es Jean Valjean jamás van a poder tener la estatura de Fidel”, dijo en una entrevista con Efe en 2006.