¿Cuándo comenzó su historia con el quetzal?
Fue por culpa de Prensa Libre. Comenzó cuando publicamos una serie llamada Conozcamos Guatemala. Cuando tocó hacer el fascículo de Alta Verapaz, me pidieron una foto de el quetzal. ¡No tenía ninguna! Viajé a ese departamento pero no lo hallé, fue en El Progreso que vi mi primer quetzal, pero no pude fotografiarlo. Regresé frustrado… volví, una y otra vez, y me “empatiné” con él.
Lleva 25 años siguiéndole la pista, viéndolo en su hábitat.
Sí. Hace ocho años hicimos un libro sobre el quetzal, y hace seis comenzamos a filmarlo. Acumulamos suficiente material para hacer algo maravilloso que eduque a la niñez. Este es el trasfondo de todo. La idea es hacer una proyección gratuita de la película a estudiantes de primaria de la ciudad en el 2018. Esa es la intención: educar, sembrar semillitas en ellos para que los bosques nubosos se preserven.
¿Es importante para usted sembrar en las nuevas generaciones ese mensaje de conservación?
Claro, lo que le demos a nuestra niñez eso regresará a la sociedad. Si sembramos cuchillos y pistolas, eso devolverá, y si sembramos en los niños amor por la naturaleza, no todos, pero más de alguno lo regresará.
¿Al principio se habló de un documental, ahora de una película?
En mi mente tenía a NatGeo, a Discovery, pero cuando se involucró Keneth Müller (cineasta) en el rollo, se le dio un poco la vuelta al proyecto. Estamos entre ambos —géneros— porque sí será muy cinematográfico, pero a la vez es informativo y educativo.
¿Qué veremos en la pantalla?
Es un enlace entre la historia del quetzal y mi locura, mi pasión de seguirlo por 25 años. La película comienza con lo que representó la Serpiente emplumada, el quetzal, para los mayas y los mexicas. Llevo la historia hasta la realidad de los quetzales en los bosques nubosos de México, Guatemala y Costa Rica, para terminar con el menaje de la conservación de estos espacios, los cuales debemos cuidar para que la especie —el quetzal— no se extinga.
¿Qué representa para usted el quetzal?
Es una pregunta “yuca” (medita). Es pasión, ha sido mi locura. Quién ha seguido a un ave por tantos años. Es amor por la naturaleza, una conexión con Dios. Pero a la vez es difícil ver a amigos morir en la lucha por preservar los bosques nubosos, los han asesinados… esto no es de nadie, sino de la humanidad.