El Gran Premio del Jurado se fue, como el oro, para otra representante del este de Europa, la polaca Twarz (Mug), de Malgorzata Szumowska, mientras que la plata a la mejor interpretación masculina fue para el joven francés Anthony Bajon, por La Prière, dirigida por Cédric Kahn.
Solo hubo un Oso para un nombre consagrado, el estadounidense Wes Anderson, que ganó el correspondiente al mejor director por la película de animación Isle of Dogs.
Alemania, que tenía cuatro películas a concurso, se fue absolutamente de vacío, lo mismo que el filipino Lav Diaz, cuyo poético Ang panahon ng halimaw (“Season of the Devil”) se contaba entre las favoritas.
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Los dos premios a las mejores interpretaciones están fuera de toda discusión, por las impecables trabajos tanto de Brun, en su papel de mujer que se emancipa de quien durante años ha sido su dominante compañera -Margarita Irún-, como de Bajon, el joven drogadicto que se redime por la vía de la oración.
Más complejo es el Oro al filme rumano, que desató deserciones en el estreno, atribuibles tanto a sus exhaustivas exposiciones de sexo y sadomasoquismo, como a los monólogos terapéuticos de personajes incapacitados para el tacto humano, pese a no faltarles nada, o impedidos que viven en plenitud su sexualidad.
Touch me not, sin embargo, se convirtió en la apuesta de un jurado determinado a encontrar “su película” en lugar de dejarse llevar por las preferencias de críticas o público, en un festival donde además no había claros favoritos.
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