Escenario

Tres puntos…: Censura en las artes

Según la enciclopedia Salvat, la censura es el ?dictamen y juicio que se hace sobre una obra, señalando si se ajusta o no a ciertas normas establecidas?. Las connotaciones de la misma, por lo tanto, podrían dejarse llevar por distintos caminos en los que se involucran, inclusive, la penalización de la libre expresión del pensamiento, entre otras barbaridades. Esto no es una novedad en la historia de Guatemala.

Existe en el diccionario citado la censura eclesiástica que incluye ?cualquier pena o corrección de carácter medicinal y espiritual?. Da miedo ¿verdad? Además aparece la figura del ?examen y aprobación que anticipadamente hace la autoridad gubernativa de ciertos escritos (obras literarias, teatrales, guiones de filme, etc.) antes de darse a la imprenta, de representarse si se trata de obras de teatro, o de comenzar su rodaje en el caso de cintas cinematográficas?. Fundamentalista.

Uno de los mejores ejemplos de censura a las artes lo presenta el modelo estadounidense. Entre el cine formador, que ven los europeos, a las versiones pacatas de la industria de la estatuilla dorada, hay un océano de distancia. Literalmente. En las artes visuales no hay que perder de vista que Fernando Botero tuvo un largo peregrinaje para que, en USA, se pudieran exhibir sus trabajos relativos a las torturas de los presos de guerra en Irak.

La traducción más definida para la censura es, al final, el miedo. Si no habrá que referirse a leyes que se promulgaron en Guatemala siempre que hubo un dictador a la cabeza. Estos y otros tontazos no querían que los ciudadanos se expresaran ni pensaran.

En lo particular es cierto que hay empresas que tienen políticas establecidas y tienen el derecho de hacer valer los conceptos en los que creen. Sin embargo muchas veces es mejor llevar abiertamente un tema a debate, para crear reflexiones, que sembrar miedos.

Esto, ya está más que comprobado. Recuerdo que cuando Janet Jackson apareció con un seno (pecho, chiche o como se le quiera llamar) al aire, de este lado del globo se creó un mar de protestas que casi llevan a un poderoso país al colapso neuronal.

Simultáneamente, del otro lado del mundo, en plena Calle Fuencarral (Madrid) una vitrina exhibía a una pareja de veinteañeros, como Dios los trajo al mundo, anunciando zapatos o algo por el estilo con el lema aquí no pasa nada. Los españoles, por supuesto, estaban libres de todo aspaviento que alienara la cabeza de quienes como los del anuncio, se bañan desnudos.

Pero el colmo de la las sorpresas lo brindó recientemente el festival Manifestarte (hoy conocido como castrarte) y la intervención de Abel López, ?Zona Gay?, en el Cerrito del Carmen.

Los numerosos registros de la singular censura ponen en el escenario que en este país no importa lo que se haga siempre y cuando no sea abiertamente. Que pobreza. Si bien se entiende el pavor del entorno al desvelar el área como lo que es ?una zona de encuentros de chulos y prostitutas? no se puede concebir que los organizadores del evento no pudieran resolver el asunto con inteligencia.

Que poseen argumentos para defenderse, por supuesto. La censura, en un país que se vanagloria de pluriculturalidad, debería ser una palabra eliminada de todos los diccionarios.

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