“Escribo narrativa, poesía, crítica literaria y desde hace años traduzco autores franceses al español”, dice el escritor al salir de una lectura de poesía en el Instituto Rafael Aqueche. El encuentro de los estudiantes de 14 establecimientos forma parte del Festival de Poesía Colibrí, un momento que a lo mejor le recordó sus propios años de estudiante.
Estudió Letras en la Universidad de San Carlos de Guatemala y en la UNAM, en México. Fue profesor de literatura y lengua española dentro del programa de bachillerato internacional en París. Algunos de sus libros son Servicios ejemplares (México), Salida de Emergencia, Poesía prepóstuma (Guatemala).
Decidió establecerse en Francia hace 40 años, pero antes había residido una temporada en México. En aquel país de Europa escribió una novela Velador de noche / soñador de día, pero su tiempo actualmente lo dedica más a la traducción.
¿Entre tanta traducción a qué hora escribe su propia obra?
Ahora traduzco más bien, escribo muy poco. Es extraño y contradictorio además porque ahora estoy jubilado, tengo tiempo para escribir, antes trabajaba.
¿Se refiere al trabajo de velador cuando llegó a Francia?
Son trabajos obligados que tiene que hacer cuando llegas sin beca a Europa. Yo venía de México pensaba estar en la casa de mi amigo Raúl de la Horra un par de meses, un poquito más, tal vez un año, pero me enamoré de París que es una ciudad hermosísima y me quedé. Para poder vivir allá tenía que vivir de algo, se me había acabado el dinero que llevaba. Terminé trabajando como velador en un hotel, que es un trabajo muy agradable porque rentas habitaciones y además tienes tiempo para ti. Yo me llevaba mi máquina de escribir y me iba al comedor a escribir, era la novela Velador de noche / soñador de día.
El nombre es precisamente que durante la noche yo trabajaba y en la mañana dormía porque es un trabajo nocturno. Eso me daba la oportunidad de leer mucho y escribir. No tenía más trabajo que hacer que rentar cuartos y abrir puertas por la noche. Era un hotelito pequeño que estaba frente a la estación de Lion. Pasé como 8 o 10 años allí, antes de conocer a mi actual compañera y después tener a mis hijos. Cuando tuve mi primera hija ese trabajo me resultaba pesado, la familia me exigía presencia.
¿En Francia publicó esa primera novela?
Formamos un grupo con unos escritores peruanos, una escritora argentina, un mexicano y yo. Creamos una especie de cuchubal y con lo que vendíamos publicábamos el siguiente. Así llegamos a publicar unos 10 libros.
¿La publicó en francés o en español?
El Velador de noche se publicó en los dos idiomas, dos ediciones diferentes, solamente que la edición francesa es más pequeña porque el Centro Nacional de Letras, de Francia, nos patrocinó la publicación, pero patrocinó el número de páginas, después yo le aumenté. La primera edición en francés tiene 130 páginas y la edición en español tiene casi 190. Eso dio la posibilidad de darle más cuerpo a los personajes. Fue una buena experiencia, pero eran ediciones muy limitadas.
¿Abrirse paso como escritor en un medio como el francés fue muy complicado?
Yo nunca busqué integrarme al mundo intelectual francés. Conozco autores franceses, soy amigo de algunos escritores, pero nunca tuve ese deseo de entrar.
¿Por qué?
Lo que yo quería era estar en Francia, estar en París. No es mi lengua, además. Escribo más en francés que en español, pero no es mi cultura. Lo que hice después fue ir hacia México. Fue en México donde estuve durante seis años, viviendo y trabajando. Cuando llegué, seis años después, los que eran mis amigos, estudiantes de literatura, tenían puestos importantes, uno de ellos era ya editor, estaba a cargo de una editorial. Empecé a trabajar con él, empecé a traducir para esa editorial que se llamaba Altus. Traduje algunos autores franceses y empecé a traducir para los españoles.
¿Ese tiempo que vivó en México fue cuando salió de Guatemala?
Yo salí a finales de 1973 y esos años hasta 1979 estuve en el Distrito.
¿Después de eso radicó en Francia?
Desde 1979 hasta hoy en Francia. Intenté vivir en Madrid, pero no me adapté. Hay una cosa que es parte mía que es el anonimato, trato siempre de aislarme. Para mí Francia es eso, me deja tranquilo, puedo hacer lo que me dé la gana.
¿De qué manera conserva su relación con Guatemala? Tierra adentro que publicó el año se refiere a los años 70.
Yo pertenezco a esta generación de 1970 en Guatemala. Los textos que están incluidos allí tratan sobre autores de los años 70. La nueva literatura de los años 80 y 90 no la conozco muy bien. He leído, pero no puedo decir que la conozca. Del único que he escrito fuera de nuestra generación es Luis Aceituno. Él vivía en Francia y nos hicimos amigos allá, él es ocho años más joven que yo. Nuestra generación es una generación muy unida, estando lejos seguimos siendo amigos.
¿Cómo se logró consolidar esa generación?
Yo pienso que como muchas generaciones un poco gratuitamente. Conocí a Enrique Noriega, a Fernando González, a Luis de Lión, a Mario Roberto Morales. Ana María Rodas acababa de publicar su primer libro y su casa se volvió una especie de centro donde nos juntábamos todos. Después comenzamos a hacer actividades en grupo. Después cada quien tomó su camino. Mario Roberto se fue a especializarse, Dante Liano se fue a Italia.
¿Su salida de Guatemala se debió a temas políticos?
Sí y no. Si hubiera seguido en Guatemala hubiera sido por problemas políticos, la situación estaba muy álgida en ese momento. Sentía que integrarme a un grupo político era quitarme cierta libertad, preferí estar afuera de eso. Estaba tan álgida la situación que tuve que largarme. Era una situación desesperada y desesperante y me fui a México.
¿En qué momento tomó esa decisión?
Fue un deseo que se fue formando poco a poco. Como en 1971 tuve deseos de tratar de salir. Otra cuestión también, ¿en Guatemala qué se puede hacer en literatura? Hasta hoy, si uno quiere formarse literariamente tiene que salir, no puedes desarrollarte como escritor. Si quieres desarrollar una carrera literaria en el sentido de la palabra, no hablo de cuestiones económicas sino el hecho de escribir realmente, tener libertad de escribir. Por eso me fui. Buscar la manera de encontrarte a ti mismo.
¿En México había quien lo apoyara a su llegada?
Sí, estaba Pepe Mejía, quien estaba becado por la Comunidad Latinoamericana de Escritores. Me recibió dos o tres días, después tuve que ver qué hacía. Viví un tiempo en la casa de la que era la secretaria de la comunidad de escritores, había varios becados. Allí conocí a Héctor Burgos, poeta peruano y a otros escritores que llegaban. Mario Santiago, quien es uno de los personajes principales de la novela de Bolaño, Los detectives salvajes, era su lugarteniente. Había muchos guatemaltecos dentro de la cultura mexicana. En ese momento estaba Carlos Illescas y otros latinoamericanos. Viví durante seis años y empezó a repetirse la experiencia.
¿Cómo logra que su sello de escritor no se note en la obra que está traduciendo?
Integras tu lenguaje, lo utilizas. Soy guatemalteco y escribo para editoriales españolas. Traduzco al español castizo que puede ser comprensible. Mi misma traducción va a ser tomada por un corrector de pruebas, corrector de estilo español. Siempre ha sido así. Por ejemplo, la última novela de Rodrigo Rey Rosa se nota que él estaba harto que le tradujeran al español y él se puede dar el lujo de decir no, lo deben publicar en mi propia lengua y se ve bien, se nota el dejo español latinoamericano guatemalteco. Lo mismo que Bolaño, era chileno mexicano que ahora sus novelas son muy españolizantes.
¿Está trabajando en algún nuevo libro suyo?
Tengo un libro de cuentos, textos cortos, titulados Cara Perens y La i por lo redondo, son dos. Hay trabajo por publicar. Tengo una novela que estoy rehaciendo desde hace décadas, no sé si en algún momento la termino, es un trabajo contra uno mismo, hacer un esfuerzo de memoria que a veces es muy doloroso, se ha quedado un poco rezagada donde hablo de mis experiencias y recuerdos en Guatemala, México y París.
Yo nunca busqué integrarme al mundo intelectual francés. Conozco autores franceses, soy amigo de algunos escritores, pero nunca tuve ese deseo de entrar ”.
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