Dentro del espacio, ubicado en el cuarto local del Edificio La Cúpula (7ª avenida 13-01 de la zona 9 capitalina), se reúnen cada semana artistas, pero también curiosos que han hecho del lugar un refugio para experimentar con varias técnicas y en donde pueden conocer obras o compartir alrededor del diálogo y la curiosidad con otros.
Entendido como un espacio cultural que invita a la libertad de creación, Perjura abre sus puertas para el tránsito de comunidades que se interesan en las artes visuales, la música, la literatura y demás líneas de trabajo creativo. Estos intereses han tomado forma de exposiciones, talleres y charlas.
El espacio inauguró en febrero de este año. Su primer actividad consistió en la exposición de 23 dibujos que el artista visual Erick Boror realizó durante el confinamiento en 2020 y 2021, los cuales decidió mostrar bajo el título de El ojo y la garra.
Nueve meses después, esta plataforma ha presentado más de 15 exposiciones de artistas nacionales, así como de México, República Dominicana y El Salvador. Adicional a la propuesta expositiva, semanalmente se han desplegado encuentros para el aprendizaje de distintas técnicas de arte.
Cada martes, se puede asistir a una sesión sobre dibujo de figura humana; los miércoles se abre el espacio para la Escuela gráfica donde se comparten técnicas de grabado; los viernes hay talleres de impresión, y ese mismo día, cualquier artista tiene la posibilidad de utilizar el lugar como estudio.
Las dimensiones del recinto no superan los 20 metros cuadrados, pero más allá de su demarcación, el proyecto desestima eso que entendemos como un límite. El espacio se ha utilizado para proyecciones de cine, conversatorios, talleres, mercaditos y hasta conciertos.
Ningún espacio es desaprovechado. Sus paredes -incluso las del baño- se transforman en un lienzo con decenas de afiches. Aparte de las obras que suelen estar en exposición, se pueden encontrar impresos con ilustraciones o diseños que, entre tanto, dialogan sobre temas políticos y sociales.
Ampliar las posibilidades
Ana Lucrecia Muñoz, una de las impulsoras de Perjura, comenta que la iniciativa no pretende encajar en moldes de galerías o centros culturales. “No tratamos de llenar expectativas sobre cómo se consume el arte”, dice Muñoz quien además de promotora cultural es docente, arquitecta y restauradora.
Lucrecia añade que este proyecto se basa en un enfoque libre y dinámico que le apunta a la colectividad. De esa cuenta resulta lógico entender cómo durante los últimos diez meses, se ha dado lugar a proyectos con fondos temáticos que resultan tan diferentes entre sí como reveladores.
En marzo se llevó a cabo la exposición El estado de no estar de la artista guatemalteca Katheryn Patá quien transformó Perjura en un cubo oscuro apenas mediado por una tenue luz azul, y donde buscaba repensar la intimidad. Dos meses después, el dominicano Karmadavis presentaría Paisajes y Diorama: una reflexión sobre las transformaciones del territorio, a partir de una serie de pinturas.
Lucrecia Muñoz comenta que este espacio ha permitido cuestionar dinámicas tradicionales del arte en Guatemala, ya que pretende la escucha de realizadores quienes generalmente no encuentran un lugar en el mundo de las exposiciones, e incluso de personas curiosas por las manifestaciones artísticas que no son parte de la academia.
A mediados del 2022, Fernanda Flores de 26 años y Camilo Martínez de 19, decidieron llegar a Perjura para proponerle a Lucrecia una colaboración con la que pudieran enseñar sobre técnicas de impresión y grabado.
Flores y Martínez son estudiantes de arte, y en su corta edad, han querido proponer nuevas formas de estimulación imaginativa, así como de aspectos técnicos no solo para conocedores artísticos, sino para cualquier persona con curiosidad en el lenguaje creativo.
“Hemos visto que existe mucho recelo en los artistas por compartir su conocimiento, pero siempre se puede aprender de todos. Perjura ha sido un espacio donde hemos podido acercarnos a distintas personas que incluso no tienen el proceso de academización”, comparte Fernanda.
Este proyecto funciona además como una nueva sede para interesados en disciplinas específicas como el grabado y xilografía. Camilo Martínez explica que, aunque en la ciudad de Guatemala existen otros espacios para formación en ese campo, Perjura se presenta como un recinto donde el costo económico por este aprendizaje es asequible, en especial para los jóvenes.
La Escuela de gráfica ha logrado reunir a varios grupos de personas y cada sesión tiene un costo de Q35. Los materiales como tintas, papeles, gubias, tórculos y prensas son de uso común y llegaron al espacio gracias a un lote que se heredó de Luis Muñoz, gestor, artista y padre de Lucrecia.
Remitir al entorno familiar de Muñoz no resultaría en vano ya que Perjura nació de ese mismo nido. En la actualidad el proyecto es gestionado por Lucrecia, su mamá Consuelo Paredes, y su hija Amaranta Barrios.
El espacio se complementa además con una librería con publicaciones de editoriales independientes de Guatemala, así como un centro de documentación de arte visual, fanzines, fotografías y más.
Perjura también ha procurado un vínculo con las audiencias infantiles. Desde la plataforma se realizan actividades artísticas para niños, así como se busca gestionar la Bienal de Arte Infantil.
Para conocer más sobre la iniciativa y su agenda puede seguirla en redes sociales como Instagram y Facebook.