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Fue el regreso, después de ocho años, del artista de origen puertorriqueño pero que se identifica como mexicano, un país que permanece innegablemente en su música, aquella de la década de los 80, y que ya trascendió generaciones.
El espectáculo, que comenzó a las 21.30 horas, se extendió hasta casi los 120 minutos, con un repaso al catálogo clásico del artista. Pese a que la gira se llama México por siempre, homónima de su más reciente disco, no hubo ningún tema de esa producción fundamentada en mariachis.
Luis Miguel salió al escenario con su tradicional traje negro. Tras una fanfarria, en la que parecía que saldría de forma espectacular, más bien caminó desde uno de los costados, se limitó a saludar a cada uno de los sectores y, cuando se sintió cómodo, pidió la música para cantar.
Así se pudo entender el show de Mickey. Desde la primera pieza demostró que la voz se mantiene intacta. También dejó claro que él está consciente de ello y, por lo tanto, escatima esfuerzos en cuanto a bailar, moverse o gritar.
Fiel a su estilo reciente, se tomó la libertad de comenzar las estrofas y los coros cuando él quisiera. La única prueba de saber la parte de la canción era por las tres coristas que, a contraluz al igual que el resto de la banda, bailan ligeramente.
El no saber cuándo cantaría Luis Miguel, por momentos, dejaba sorprendidos a algunos. Luego el “sol” se acercaba el micrófono y tendía una nota alta por varios segundos, un aspecto en el que parecía consolidar toda su energía.
El público, consciente de ello, agradeció y aplaudió sus temas más relevantes como Cuando calienta el sol, Amor, Amor, Amor, Culpable o no y otras más.
Esos fueron los segmentos más esperados. Por ratos, Luis Miguel y sus músicos usaron la técnica de un popurrí para combinar varias melodías a la vez, que dejaba quieto por algunos minutos a los asistentes, que aprovechaban para levantarse al baño o comprar más bebidas. O bien, se quedaban quietos, se tomaban una foto y conversaban.
No era molestia sino tranquilidad. Atento a los tiempos, Luis Miguel reconoció esos momentos de letargo para luego retomar con una de sus canciones populares para recuperar la energía.
El público terminó satisfecho mas no agotado. Tampoco el cantante, que distribuyó sus energías a lo largo de la noche. No hubo polémica ni malos ratos, sí talento y, sobretodo, la voz de Luis Miguel, que permanece inquebrantable.
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