Escenario
Luigi Lanuza: “Haz lo que te apasione y que no te importe lo que digan los demás”
El hijo del reconocido director Rafael Lanuza, además de haber incursionado en la medicina, ha dedicado más de 40 años al cine guatemalteco con más de 40 producciones audiovisuales.
Luigi Lanuza, actor y productor de cine, habló en Prensa Libre acerca de su trayectoria, cómo su padre, Rafael Lanuza fue una inspiración para él y cómo se ha dedicado con pasión al mundo del cine. (Foto Prensa Libre: Keneth Cruz)
Ha sido un niño del espacio con la piel dorada, un vagabundo mudo, un conde, un anciano enamorado e incluso un oficial de migración. En cada una de esas facetas, Luigi Lanuza siempre ha estado al servicio de la cámara y del guion, y plasma en sus producciones no solo el legado de su padre, sino su pasión por el cine.
Con 65 años, Lanuza no parece detenerse en lo que se refiere a producir, dirigir o actuar en todo tipo de producciones y, bajo su filosofía de vida de hacer lo que le apasiona sin importar las opiniones ajenas, ha trazado su camino para ser, junto a su padre, Rafael Lanuza, en uno de los referentes más importantes del cine guatemalteco.
De estar metido en el mundo de la medicina a plasmar sus ideas a la pantalla, Lanuza habla de sus inicios, el trayecto que tuvo con su padre, los retos que se presentan al momento de hacer una producción, los momentos que más tiene presente y lo que ha aprendido en los más de 40 años de experiencia que tiene a sus espaldas.
Algunas de sus participaciones más recordadas son en La Sonrisa de mi Madre (1970), Superzán y el Niño del Espacio (1972), El Cristo de los Milagros (1973), Soy de Zacapa (2011), Ambiguity (2013), El Señor de Esquipulas (2015), Nerea (2017), Tranquilo don Camilo (2023) y Cambalache (2024).
¿Cómo la medicina y el cine lograron entrar a su vida?
Realmente el cine vino primero, porque mi papá era productor y director, entonces desde que yo nací, crecí en el ambiente del cine. Desde pequeño, cuando tenía cuatro o cinco años comencé a modelar, porque mi papá también hacía comerciales de televisión, y en realidad es lo que más vivía él en esa época.
Entonces, yo comencé a modelar desde chiquito para comerciales de dulces. De hecho, una foto mía de niño montado en una patineta fue mi primer trabajo en un comercial. crecí en ese ambiente y ya como a los 9 años participé en una película de mi papá que se llamó La sonrisa de mi madre, de 1970.
Lamentablemente esa película se perdió, pero después mi papá comenzó una coproducción con México y entonces me llamó para ser el protagonista de la película de 1972 Superzan y el Niño del Espacio, y fue así como empecé en el mundo del cine y la televisión.
Con el paso de los años me gradué de médico aquí en Guatemala y trabajé en el Centro Médico de zona 10, después fui a vivir a Estados Unidos y, dada a la experiencia que tenía me nombraron portavoz del Departamento de Salud Pública para conceder entrevistas a cadenas de televisión como Univisión o Telemundo.
¿Cuál fue ese momento que despertó su interés por el cine?
Cuando tenía 50 años y ya estaba para jubilarme en Estados Unidos, regresé a Guatemala y comencé a revisar muchas cosas que tenía mi papá. Fue ahí cuando encontré el guion de la película Soy de Zacapa, y recordé que a mi papá le hacía mucha ilusión hacer esa película.
Cuando leí el guion, me entraron esas ganas de querer producirla. Cabe aclarar que en ese momento nunca había hecho eso, solo había actuado. Cuando finaliza la producción y la película sale al cine, me doy cuenta de todas las cosas que le aprendí a mi papá, ya que no me presentó ningún problema como pensé en un inicio.
Cuando tomé la decisión de hacer más producciones y retirarme del jubilado, yo aún tenía una clínica en un centro de vacunación para adultos, entonces me pregunté ¿o el cine o la medicina? Y la verdad, ya había estado más de 30 años en el campo de la medicina, por lo que cerré la clínica y me dediqué de lleno al cine.
¿Cuál considera que son esos retos que se presentan al momento de hacer una producción?
Considero que puede ser la falta de recursos económicos, porque claro, si no tengo dinero no puedo hacer una película, y cuando comencé en esto de la producción no tenía una gran cantidad de dinero.
Pero a los actores a veces no se les pagaba, solo a los técnicos y todos los involucrados en el procedo de producción y posproducción. Y fue ahí donde aprendí, de una buena y mala manera, que siempre hay que pagarle a los actores y actrices.
Si voy a hacer una película o cortometraje debo tener los fondos suficientes para darles a todos, aunque no sea una gran cantidad, pero si reconocer su trabajo y esfuerzo.
Claro, me gustaría a veces tener quien me patrocinara, pero a la hora de tener quien me patrocine, la persona o empresa tiene el derecho de decidir muchas veces en cuestiones de la historia, personajes, temáticas, etc.
¿Y la parte más satisfactoria de hacer una producción?
Primero ver en pantalla, ya sea en cine o en televisión el producto ya terminado. Segundo, me da mucha satisfacción ver a los actores y actrices contentos de trabajar en mis producciones. Muchas personas me han pedido trabajar conmigo en alguna de mis producciones y es algo muy halagador para mí.
Para mí es importante darle oportunidad a los jóvenes que incursionan en el mundo del cine, y que se desenvuelvan en áreas como la fotografía, maquillaje, luces, sonido y otros aspectos del cine.
¿Qué experiencia tiene más presente de toda su carrera?
Realmente cada producción ha sido una experiencia, ya que todas han sido muy diferentes entre sí. En Soy de Zacapa yo soy el villano, en El Señor de Esquipulas soy un indigente mudo, en otra soy un oficial de migración racista que maltrata a su mujer.
Cada uno de estos papeles me ha dejado bonitas experiencias. Pero por mencionar alguna, diría mi aparición en Superzán y el niño del Espacio, porque yo tenía como 12 años y, en ese momento no entendía en realidad lo que ocurrió, para mí eso era un juego porque tenía mi platillo volador, me maquillaban y era muy divertido para mí.
Y en el caso de la película Terremoto en Guatemala ¿Cómo fue vivir esa experiencia?
Cuando ocurrió yo tenía 16 años, y mi papá, como buen cineasta agarró su equipo y a las seis de la mañana, tres horas después del terremoto, comenzó a filmar lo que ocurrió.
Yo lo acompañé en todo momento, y conforme más documentábamos los estragos del terremoto, veíamos cosas como casas e iglesias destruidas.
En un principio mi padre pensó hacer un documental, pero tenía tanto material sensible y crudo, como por ejemplo el momento en que lanzaban varios cadáveres a fosas comunes, que pensó que sería algo horrible.
Por eso tomó la decisión de combinar su material con una historia ficticia que pudo haber ocurrido. Entonces escribió la historia de una pareja de recién casados que contraen matrimonio el día del terremoto. Fue así que nació Terremoto en Guatemala, que en un inicio se iba a llamar “Al Final de una Esperanza”.
¿Qué géneros ha abarcado a lo largo de su trayectoria y cuáles siente curiosidad por desarrollar?
He estado haciendo mucho el género de comedia blanca, ese que pueden ver los niños, adultos y abuelos, además que es un género que me gusta mucho elaborar.
Me llama mucho la atención incursionar en el género del terror, pero más enfocado en lo que se veía en películas de Alfred Hitchcock, en donde es un terror más sutil e insinuado.
¿Cuál es su opinión del panorama cinematográfico de Guatemala?
A decir verdad, no hay una industria cinematográfica en Guatemala, hay personas que hacen cine y que han tenido mucho reconocimiento y apoyo a nivel internacional, pero no podría decir que aquí exista una industria como tal.
¿Cómo era la dinámica de hacer cine en Guatemala en aquellos años, a comparación con estos tiempos modernos?
Antes de la coproducción que mi padre tuvo con México, era muchísimo más complicado hacer películas, ya que él sacaba de su bolsillo para hacer sus producciones y entrenaba a la gente acerca del uso de la cámara, el maquillaje, el uso de luces. La mayoría de las personas que participaban en las producciones eran familiares como primos o tíos, además que el equipo que se usaba en ese momento era pesadísimo y era un dolor cargarlo ya que se usaban camiones de carga. No como ahora que todo el equipo cabe en el baúl de un carro.
Tras su experiencia ¿Qué es lo que ha aprendido de todas las vivencias y de la travesía que tuvo con su padre?
Es realmente bonito hacer lo que a uno le gusta y con lo que uno se identifica, aunque la gente diga que no le gusta o esté en contra. En mi caso yo sigo haciendo lo que me apasiona, aunque algunas personas digan que mis películas les parecen “cursis” o incluso que provenga de los mismos cineastas.
Pero aún con eso yo me siento satisfecho con lo que he hecho, me gusta que a muchas personas les agrade y reitero, una vez que haces aquello que te gusta, siempre lo harás con pasión.
¿Qué les diría a quienes que quieren incursionar en aquello que les gusta?
Lo más importante es tirarse al agua, porque cuando uno lo hace participará en muchas producciones, lo que hace que uno aprenda muchísimo, y puedo decirlo desde mi experiencia personal.
Cada producción es un aprendizaje y es bueno cometer errores, así no se repiten en el próximo proyecto. Soy muy creyente de que si a uno le gusta algo lo tiene que hacer aunque no le guste a nadie, porque eventualmente encontrarás a personas que compartan esa misma pasión.