Tanto los aliados como el eje estaban conscientes de la necesidad de controlar no solo los corazones y mentes sino los recursos de los latinoamericanos. Un flujo de materias primas provenientes de la región, con un alto costo de vidas, fue la clave para asegurar la victoria de los aliados, así como bases militares. Judíos y japoneses inocentes pagaron con un precio inadmisible.
La escritora, quien presentó su libro el 2 de abril en Antigua Guatemala, y el 4 de abril, en Librería Sophos, donde la introducción estuvo a cargo de la doctora en Historia Regina Wagner, habló sobre los descubrimientos más relevantes que aparecen su obra, la cual atrae al lector por su estilo de narración “similar a la del autor uruguayo Eduardo Galeano”, según reseñó Los Ángeles Review of Books.
“La autora ha investigado desde tantos ángulos todo lo que afectó a Latinoamérica la guerra y siempre lleva las historias hasta sus últimas instancias. Es como leer novelas de Ian Fleming, protagonizadas por James Bond, porque lo ilustra muy bien todo con su lenguaje. Se siente muy claro el estilo periodístico. Llena muchos vacíos”, refirió Wagner.
McConahay indicó que su editorial está haciendo gestiones para que este valioso libro pueda ser impreso en español.
Durante sus investigaciones, ¿qué hallazgos fueron los que más le sorprendieron?
Uno de ellos tenía que ver con el el petróleo, que es absolutamente clave para la guerra y que México vendía a países europeos del eje, no porque el gobierno quisiera adoptar el nazismo, sino porque las compañías petroleras grandes boicotearon a México, debido a que el presidente Lázaro Cárdenas lo nacionalizó. Estas empresas estaban acostumbradas a establecer el precio que quisieran y México quería venderlo a un precio justo y lo terminó adquiriendo el eje.
Otra materia prima fundamental para la guerra era el caucho o hule, porque en aquel entonces no había sintético, y que servía para piezas de barcos y aviones. Mark Twain dijo que “la guerra es la manera que Dios tiene para enseñarle geografía a los estadounidenses”, entonces Estados Unidos comenzó a buscar un país para sembrarlo y eligieron Guatemala, pero como se dieron cuenta que iba a tomar muchos años su producción, fueron a Brasil, donde el presidente hizo una campaña con 50 mil soldados para cosecharlo en la Amazonia, pero debido a enfermedades y plagas, la mitad de ellos murieron. Los aliados tienen mucho que agradecer a los brasileños por solucionar ese momento crítico.
Otra cosa que me sorprendió es que mi país tenía un programa secreto para secuestrar a más de 6 mil residentes latinoamericanos de raíces alemanas y japonesas, incluyendo Guatemala, para intercambiarlos por estadounidenses civiles que eran capturados por el eje. Estados Unidos encarceló a más de 120 mil estadounidenses de origen japonés o alemán. Era una actitud terrible, además de que pensaban que los que venían de Latinoamérica no valían lo mismo que los estadounidenses de raíces alemanas o japonesas, que estaban recluidos en un campo de concentración en Texas como “extranjeros enemigos”.
De los 2 mil 200 japoneses enviados a Estados Unidos de Latinoamérica, cerca de 1 mil 800 llegaron de Perú. Muchos eran empresarios y líderes sociales.
¿Cómo se desarrolló el espionaje en Latinoamérica?
Hubo muchos casos. Uno de ellos tiene que ver con la doble agente que era una actriz alemana muy hermosa Hilda Kruger, que aparece en el libro en una fotografía con Cantinflas y el torero español Manolete. Era amiga íntima de Miguel Alemán, que se convertiría en presidente de México, y tenía acceso a lugares donde no podían llegar otras personas.
También en el libro hablo de la propaganda nazi en Latinoamérica. Por ejemplo, en Guatemala pasé muchos días en la Hemeroteca buscando diarios de ese entonces y encontré anuncios que venían directamente de Berlín, artículos de (Joseph) Goebbels (jefe de la División de Propaganda Nazi) y de Adolfo Hitler.
¿Cómo fue el apoyo de Guatemala a los aliados?
El presidente de ese entonces, Jorge Ubico (1931-1944), no quería a los aliados sino a los fascistas, incluso para el cumpleaños de Hitler se hacían celebraciones. Pero él era oportunista y autorizó que se estableciera una base militar estadounidense en Guatemala, que ahora es el Aeropuerto Internacional La Aurora. Hablé con personas que trabajaban en ese lugar en esa época y me contaron que era un lugar muy importante, con el fin de proteger el canal de Panamá, que daba acceso a los dos océanos. Era significante que Guatemala, a fin de cuentas, estar del lado de Estados Unidos.
También está el caso de Luis Unger, padre de David Unger, Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias (2014), que logró llegar y establecerse en Guatemala, gracias a las miles de visas que facilitaron autoridades en El Salvador, pero su madre y tía, Gusti Collin y Betty Unger, no pudieron llegar a América en el barco refugiados judíos St. Louis porque fue rechazado por varios países, como Cuba, por lo que tuvieron que regresar de vuelta a Europa.
La familia de Hans Guggenheim (reconocido artista, ilustrador y antropólogo), cuanto este tenía 17 o 18 años, contactó a Ubico, con el fin de obtener visas de refugiados en Guatemala. El mandatario se las concedió pero no regaladas, sino vendidas. Guggenheim decía que Ubico era amigo de los judíos y que le debía su vida a él.
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¿Temía Estados Unidos que el nazismo llegara a Latinoamérica?
El Departamento de Estado y el presidente (Franklin D.) Roosevelt (1933-1945) temía que el fascismo pudiera llegar de manera subversiva a Estados Unidos a través de Latinoamérica, más que de Europa. En ese entonces, de las 104 reuniones de comandantes, cien pusieron a Latinoamérica en primer lugar de la agenda. Estados Unidos no estableció una línea de defensa en la frontera con México, sino más allá, pasando por Guatemala, Panamá o Brasil. Decían que tenían que defender esos territorios para proteger a EE. UU.
¿Qué opina sobre la teoría de que Adolfo Hitler pudo haber escapado hacia Latinoamérica?
Soy periodista y solo confío en documentos que puedan ser confirmados por testimonios. He investigado al respecto y no he encontrado nada de eso. Hay libros que lo afirman, pero dudo de su autenticidad. De hecho, muchos nazis llegaron a Latinoamérica por las llamadas “rat lines” e, incluso, conservaron sus nombres reales por la impunidad que existía. Hicieron una nueva vida en Latinoamérica y Estados Unidos, donde buscaban a científicos, aunque fueran nazis. Muchos trabajaron para compañías de aviones, ciencia o tecnología, porque los alemanes estaban muy avanzados en estos campos. Esto sucedió, principalmente, en Argentina.
¿Cuál fue el papel de Brasil durante la Segunda Guerra Mundial?
Brasil fue el único país latinoamericano que participó en las guerras de infantería en Europa. Era un grupo de 25 mil brasileños. Fui a Italia para visitar e investigar los lugares de las batallas donde participaron los brasileños junto con los estadounidenses, donde liberaron a muchos lugares. En pueblos del norte de Italia hallé banderas de EE. UU., Italia y Brasil.
¿Cuáles fueron las secuelas de Latinoamérica derivadas de esta guerra?
La idea de este libro es que el lector comprenda de que cuando comienza una guerra, aunque sea mundial o nacional no termina con un tratado de paz o amnistía sino que sigue a lo largo de los años. Tenemos la experiencia de los refugiados de Centroamérica que llegaban a Estados Unidos y que quedaron separados de sus padres y a los que he entrevistado.
¿Por qué tituló esta obra The Tango War?
El tango es un baile universal, todos lo conocen. Cuando la pareja lo baila, siempre se ve a los ojos uno al otro. Uno solo baila cuando el otro no se mueve, pero siempre se busca uno al otro. Es una metáfora que representa al eje y a los aliados en Latinoamérica, porque se seguían los pasos uno al otro y no se perdían de vista.
Sobre la autora
Nació en Chicago y es una galardonada reportera que cubrió las guerras en Centroamérica. Ha viajado por 70 países y se ha sentido atraída por la historia de la Segunda Guerra Mundial desde su niñez, cuando escuchaba las historias de su padre, un oficial veterano de la Marina de Estados Unidos.
Graduada de la Universidad de California en Berkeley, cubrió los sucesos de Latinoamérica como periodista independiente. Sus otros libros son Caminos mayas, el viaje de una mujer entre la gente de la selva y Ricochet: dos mujeres reporteras de guerra y una amistad bajo el fuego. Vive en San Francisco.
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