Habían partido de Guazacapán, un pequeño pueblo al sur de Guatemala, solo el traslado duraba una semana en carretas de bueyes y a lomo de mulas, pues no existían otros transportes ni carreteras, sorteando potreros, ríos, selvas, lodazales, y por supuesto, nubes de insectos. A su regreso al pueblo, ellos formaron el grupo de “Los Orantes” y tocaban en actividades sociales y religiosas.
Con el tiempo se separaron y tío Pancho fue nombrado director de la banda en Mazatenango. Mi abuelo se trasladó a Taxisco, a cinco minutos de Guazacapán, donde se dedicó a la carpintería, peluquería y otras actividades, además de fabricar instrumentos (luthier) como violines, guitarras y marimbas. Ahí nació mi madre Ofelia, quien me transmitió los genes de la música, pues ella también tocaba guitarra.
Mi padre, también de Taxisco, empezó ayudando a cargar la marimba para poder entrar gratis al circo, pero después aprendió a tocarla. Yo nací también en Taxisco. He ahí, mis antecedentes familiares.
Mis padres se trasladaron a la ciudad capital, no sin antes, por el trabajo de mi padre, recorrer el occidente del país, reservorio de las más valiosas tradiciones culturales de Guatemala de ascendente maya, donde me nutrí con valores, cultura y culinaria mam, quiché y cakchiquel.
Ya radicados en la capital, estudiando en el Instituto Austríaco Guatemalteco, el director Harold König, mandó llamar a mis padres, por lo que según yo me esperaba una reprimenda, pero nunca me dijeron nada y olvidé el asunto. Al paso de los años, mis padres me comentaron que Herr König les había recomendado inscribirme al Conservatorio, cosa a la que mis padres no le dieron valor.
A los diez años, mi padre nos regaló, a mis hermanos y a mí, una marimbita artesanal comprada en el mercado. Lo tomamos como juguete, pero con el tiempo, sin mayor dirección, pude entender la lógica del teclado y comencé a “balbucear” con ella, llegando a tocar hasta con cuatro baquetas. Tenía que tocarla calladito, para evitar que mi padre me regañara: …”¡en lugar de buscar la máquina de escribir, la marimba no te va a dar de comer!”
En el ciclo diversificado, estudiaba electricidad en el Instituto Técnico Vocacional y en 5º año (1970), el instructor del taller, profesor Luis Molina, llevó al taller una marimba abandonada en la bodega. Llegó un experto, la limpió, la enteló y al armarla de nuevo, producía un sonido extraordinario. Inmediatamente, mis compañeros se volcaron intentando tocarla. Cuando la novedad había pasado, se quedaron dos compañeros que sí tenían interés y ahí me acerqué a ellos para orientarlos, Rafael Sánchez y Jorge Antonio López Solís. Empezó a sonar bonito. Se acercaba el aniversario y el director César Coronado me pidió que “amenizáramos” la velada cultural.
Le dije que con mucho gusto participábamos de la velada, pero como punto de programa y no para amenizar. —En la cultura musical de Guatemala y el resto de Mesoamérica, el rol de la marimba siempre fue para amenizar—. A regañadientes aceptó, lo que planteó un cambio de rol, como instrumento exclusivamente de concierto, bajo el argumento de que había que dignificar a la marimba y al marimbista.
Al ingresar a la universidad a estudiar ingeniería eléctrica, el primer día de clases nos informaron que no habría clases, sino una actividad cultural en el auditorium: era una audición con la marimba de la Asociación de Estudiantes de Ingeniería, bajo la dirección del maestro Fernando Morales Matus. Faltaba un integrante, por lo que me ofrecí para unirme al grupo, así tuve mi tercer encuentro con la marimba. Estando ahí, fui invitado por el maestro Morales Matus para integrarme a su grupo Herencia Maya Quiché, del cual me desligué en 1975. En ese mismo año, decidí fundar la Marimba Nacional de Concierto, entidad con la cual habría de materializar mis propuestas del nuevo rol para la marimba.
El apremio económico motivó que yo hiciera propuestas, primero ante el Instituto de Turismo y luego ante la Dirección General de Cultura y Bellas Artes (no existía el Ministerio de Cultura), gestión que después de cuartro años fructificó en la fundación de la Marimba de Concierto de Bellas Artes, el 1 de mayo de 1979. Un año antes, en 1978, había terminado de bocetar el proyecto de creación del Instituto Nacional de la Marimba, deuda nacional moral y cultural de Guatemala con nuestro Instrumento Nacional y Símbolo Patrio, la marimba.
Ya como director de la Marimba de Concierto de Bellas Artes, comencé a relacionarme con lo más granado de las artes y la antropología de Guatemala y a conocer de cerca la problemática de la cultura en nuestro país, como una dependencia del Ministerio de Educación. Con colegas de Bellas Artes y de Antropología e Historia, propusimos la escisión de la dependencia de Cultura de la de Educación, para sentar las bases de lo que posteriormente sería el Ministerio de Cultura y Deportes.
Posteriormente fundé la Marimba Folklórica y de Concierto del Instituto de Turismo, Inguat (1991), la Marimba de Concierto de la Presidencia de la República (1998), y la Marimba de Concierto del Palacio Nacional (2005). Con esas entidades, alternando con mi Marimba Nacional de Concierto, he desarrollado un intenso deambular y recorrido todo el país, ofreciendo conciertos didácticos y temporadas departamentales, así como conciertos homenaje.
En el ámbito internacional, he ido por distintos países de América, Asia y Europa, llevando por tierra y aire la marimba con sus dificultades por las dimensiones del instrumento.
Cabe destacar como actividades relevantes, la gira por 11 ciudades de Japón en 1994; el concierto ante Su Santidad, el entonces Papa, ahora San Juan Pablo II (1996); la participación en distintos festivales en Chiapas, México (desde 1999); y muy especialmente el 2010 Marimba International Festival and Conference en las ciudades de Minneapolis y Saint Paul. Agrego mis más de diez años con el Ensamble Guatemala, del maestro guitarrista William Orbaugh, cuarteto de tres guitarras y una marimba, con un repertorio entre lo folclórico latinoamericano y música clásica de cámara.
Mi profundo agradecimiento al profesor Rubén Alfonso Ramírez, a Joaquín Orellana, me daría pena omitir nombres, que son muchos, de quienes he obtenido invaluable apoyo, incluyendo medios de comunicación. Asimismo, maestros de la marimba que me han acompañado en este enorme recorrido, particularmente a los actuales miembros de la Marimba Nacional de Concierto.