En el libro La psicología de la amistad, editado por Mahzad Hojjat y Anne Moyer, los autores reflexionan sobre lo que implica tener un amigo y cómo se distinguen este lazo de las otras dinámicas que suelen ser fomentadas en pareja, con los familiares o junto a los colegas en el trabajo.
Los investigadores definen las amistades como “relaciones voluntarias e informales entre pares que se basan en la reciprocidad, que poseen una cualidad positiva y que (…) son voluntarias en cuanto a la elección y la formación, y que no se basan en parentescos o arreglos legales”.
A consideración de la psicóloga Manuela Méndez de la clínica MindTools, este tipo de vínculos son importantes ya que incrementan la salud mental desde el sentido de pertenencia, autoestima, motivación, y abren paso a la autorrealización y la autopercepción.
Méndez infiere que los vínculos amistosos tienen gran duración en la medida que existe entre las personas una aceptación incondicional a pesar de las adversidades de pensamientos, opiniones o situaciones.
Pero ¿qué ocurre cuando estos vínculos comienzan a erosionarse? ¿Cómo reaccionar ante el panorama de una pérdida? Para saber actuar, antes se deben entender las posibles causas de la ruptura.
“Las amistades que necesitan ser finalizadas son aquellas que no son recíprocas, las que nos hacen sentir que se aprovechan de nosotros y en las que pasamos a tener un rol que nutre poco”, señala la psicóloga clínica Nissely Herrera.
Para visualizar cuándo debería llegar al final una amistad, Herrera comparte una metáfora entre las relaciones y las plantas: “Si no se atienden ni se cuidan, lógicamente morirán”.
Manuela Méndez agrega que la falta de apoyo; la traición; la diferencia de personalidades; la incompatibilidad en gustos, pensamientos, actitudes o acciones; así como la distancia pueden socavar las relaciones.
Es posible que estas razones lleguen a impactar la emocionalidad, ya que en muchas ocasiones se ven las relaciones de amistad –al menos las más duraderas e íntimas– como vínculos que nunca terminarán.
“Es normal que pensemos que serán eternas, ya que las amistades de larga duración tienen la aceptación incondicional. Por lo tanto, una persona genera una mayor vinculación afectiva de confianza y seguridad, y esto genera el pensamiento que la amistad será para siempre”, explica Méndez.
Nissely Herrera hace hincapié en cuanto a la subjetividad de las decisiones que llevan a concluir una relación amistosa y explica que el desenlace no siempre impacta de la misma forma.
La psicóloga señala que la validez de las razones dependen del tipo de vínculo que se tenga, “ya que hay distintos tipos de amistades: unas para salir y compartir en espacios de ocio, mientras que hay otras a las que se entrega el corazón y hay un permiso de ser vulnerables”. De llegar a un final, sería más complejo con las segundas.
A este escenario se suma el tiempo que las personas compartieron, además de la naturaleza cambiante de las personas. “De pronto lo que hace años fue una amistad profunda puede que termine en una relación cordial”, comparte Herrera.
Cómo enfrentar la ruptura amistosa
A decir de Manuela Méndez, siempre es pertinente escuchar las emociones y seguirlas. “Cuando ya no siente comodidad o los sentimientos se tornan negativos y dolorosos, esa es la señal para tomar una decisión”, comparte la psicóloga.
Ante la complejidad que podría suponer esta decisión, la especialista también sugiere que las personas hagan una lista con los motivos que llevaron hasta el punto de querer dar por finalizada la relación. Esto, para permitirse experimentar las emociones del proceso.
Por otro lado, Nissely Herrera sugiere poder conversar sobre la decisión con una persona de confianza quien pueda escuchar de forma atenta, y quien incluso pueda dar un punto de vista objetivo.
“El momento ideal para hablar llegará, y debe procurarse que sea un encuentro respetuoso, amoroso que pueda llevarse a cabo en un espacio apropiado en el que estén las dos personas únicamente”, dice Herrera.
Aunque la preparación para abordar la ruptura puede ser distinta en cada persona debido a los motivos, es necesario que se exprese desde la comunicación asertiva, agrega Manuela Méndez.
Nissely agrega que si las personas ya no quieren estar en la relación “es importante ser claro sin necesidad de herir a la otra persona”.
Una vez se exprese la decisión, se necesita seguridad para procurar un proceso de duelo que sea sanador. Ante ello, se recomienda no insistir en el contacto íntimo con la persona.
Si por varias razones las partes deben compartir en espacios cotidianos, las psicólogas recomiendan practicar la cordialidad y el respeto, sin que esto implique que la relación sea como antes. “Se debe recordar que la convivencia no significa una amistad directamente”, dice Manuela Méndez.
Una vez se haya concluido la relación, las personas tienen la oportunidad de mejorar su estado emocional puesto que la energía que se depositaba en la amistad puede retornar hacia cada una de las partes.
“Siempre se puede enfocar la mirada en cada uno. Las relaciones que no son nutritivas y en las que no hay un retorno o una reciprocidad nunca aportarán”, recuerda Nissely Herrera.
Cuando la relación de amistad ha terminado, se recomienda evitar las siguientes situaciones:
- Generar juicios o chismes de la otra persona a sus espaldas.
- Prohibir la relación de terceros con esa persona.
- Guardar malos sentimientos hacia la otra persona.
- Buscar en redes sociales sobre la vida de la otra persona para verificar qué hace, dónde está o con quiénes se relaciona.
- Dar detalles íntimos de la situación que puedan crear enojo y sentimientos de frustración.