Al darse cuenta de que esta situación no terminaría pronto, comenzó a pensar en una forma de obtener ingresos, pues su trabajo quedaba suspendido. No había tiempo qué esperar. Tomó una bolsa térmica y comenzó a vender comida que ella preparaba. Le iba bien, porque las ventas se acrecentaban con el toque de queda.
Clara Cabrera, su nombre real, probó hacer presentaciones virtuales, pero no obtenía los mismos ingresos que al hacerlo de manera presencial. Era mejor continuar con el negocio de la comida, como piñas y pepinos “locos”, pollo y papas fritas. “Bendito Dios, con eso logramos sobrevivir”, dice.
Después del desconfinamiento del país, en octubre, las ventas de su emprendimiento comenzaron a decaer. No se dio por vencida, y optó por ofrecer otros productos. “También comenzaba a hacer presentaciones, pero aún muchas personas no quieren contratarnos por temor a contagiarse. Trabajo como payasa apenas en un 25% de lo que hacía antes”, afirma Cabrera, quien espera que todo se vaya normalizando.
Las risas y expresiones de alegría a los que están acostumbrados a recibir los artistas infantiles de diversos géneros, como recompensa a sus presentaciones, dejaron de oírse de la forma tradicional. Así como Clara, algunos tuvieron que alejarse de su profesión temporalmente, a la cual esperan volver con mayor ímpetu cuando la situación mejore.
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Carlos Ortiz, cuyo nombre artístico es payaso Topolino, señala que se presenta de manera virtual, y que ahora su trabajo presencial ha disminuido en el 75%, por lo que se dedica también a elaborar trabajos serigráficos.
Payasos se unen
El gremio de payasos, malabaristas, pintacaritas, acróbatas, cómicos y magos se vio afectado por las restricciones, pero se unieron para ayudarse mutuamente, según cuenta Néstor López, payaso Mostacita en la escena, quien logró aglomerar a personas con estos oficios.
En un comienzo, organizó dos iniciativas para recaudar fondos para compañeros con menos oportunidades: Cooperacha para un payaso y #AyudaAunPayaso. Habilitaron un centro de acopio para recibir donaciones de víveres. “Hemos logrado entregar tres mil 900 bolsas de ayuda —con frutas, arroz, azúcar, frijol, entre otros— en todo el país”, indica López, quien calcula que solo en la capital hay entre ocho mil y 10 mil payasos. “Recibimos mucha ayuda por parte de empresas”, dice.
También salían a las calles. semáforos, mercados y parques a pedir ayuda económica, y regalaban globos por cada aporte.
López también fundó la Escuela de Payasos, en la que imparten talleres de globoflexia, pintacaritas o juegos malabares, con los debidos protocolos de bioseguridad, no solo para que esos artistas se superen, sino para que sea una manera de distraerse del encierro que les causa ansiedad y depresión. “Se han ‘graduado’ 43 personas, con toga y birrete. Se cobra una cantidad simbólica que es entregada a los compañeros que lo necesitan más”, explica López.
“Ni del Ministerio de Cultura y Deportes ni del Ministerio de Gobernación hemos recibido ayuda. Solo nos apoyaron de parte de la Municipalidad de Villa Nueva y de San Miguel Petapa”, añade. “Hay muchos compañeros que todavía no se han levantado, está muy dura la situación, pero la resiliencia nos ha permitido salir adelante”, expone.
Algo parecido han debido hacer los circos. Pamela Ponce, encargada de Relaciones Públicas del Circo Hermanos Ponce, explica que durante los ocho meses después del inicio de la pandemia se quedaron sin trabajo y les tocó reinventarse, pese a que se trataba de actividades a las que no están acostumbrados, como la venta por las calles de golosinas como poporopos o manzanas acarameladas.
También recibieron donaciones de la población. Con los recursos obtenidos, lograron sostenerse. Luego de que abriera el país, tardaron 15 días en cumplir con todos los requerimientos de protocolos de higiene para su reapertura; sin embargo, les ha sido difícil salir adelante. “Nuestra capacidad es de 800 espectadores, pero solo tenemos autorizados a recibir 180, y aún así, ha habido días en que nos hemos presentado con apenas 10 personas”, asevera.
“El gremio de artistas somos los más golpeados. Los circos se quedaron varados de la noche a la mañana, regados en la provincia. Vivían de sus ahorros, hasta que se acabaron y logran sobrevivir, gracias a las donaciones de la población”, expone el cantante, imitador y trapecista Herbert Navarro, de la familia del Circo Hermanos Navarro. “Pese a las limitaciones, pues solo se permite un 25% del aforo, siguen trabajando para cubrir sus gastos indispensables”, añade.
Ponce señala que los trabajadores jóvenes del circo prefirieron buscar empleos estables para ayudar a sus padres de profesión circense. “Esta es una crisis para muchos artistas, pues pasamos muchas penas. Algunos circos decidieron cerrar por completo”, dice Ponce, quien señala que “con fe, poco a poco, todo va a mejorar”.
No se dejó vencer
El mago Didier Martell, al comienzo de la pandemia, pasó por una etapa de aceptación y adaptación sobre cómo podría generar ingresos, al haber quedado cancelados los eventos sociales. Surgieron en él dudas sobre cómo podría presentar sus shows a través de una pantalla. “No es lo mismo ver a un mago en un video pregrabado, porque debe tener interacción con el público, así que tuve la idea de hacer trucos personalizados por Zoom para los agasajados”, indica Martell, quien se siente motivado por los mensajes de las familias en los que le expresan que su presentación les levantó el ánimo y les dio alegría en estos tiempos de pandemia.
Al ilusionista le tocó aprender a transmitir por computadora su número en línea, y al no poder tener contacto con los asistentes, tuvo que reinventar su presentación para “lograr asombro a través de la pantalla”. “La recreación en estos momentos también es importante para no sentirse deprimidos”, añade Martell, quien refiere que le llevó unos tres meses para que las personas confiaran en este tipo de presentaciones virtuales.
“Antes de la pandemia, por la movilización hacia los lugares, tenía solo de tres a cuatro presentaciones al día. Ahora, en fechas especiales, como el pasado 1 de octubre, Día del Niño, tuve 11 shows, desde las 8 hasta las 21 horas”, refiere el mago, quien se propuso no dejarse vencer ante las circunstancias, pues quería continuar con su profesión y no dedicarse a algo fuera de esta, pues muchos de sus colegas trabajan en mensajería, transporte de personas o venta de comida. Y lo consiguió, ya que ha tenido gran aceptación.
“Yo no puedo estar sin hacer trucos, vivo de esto desde hace 20 años y no me imagino haciendo otra cosa. Me faltan los aplausos y ver los rostros de asombro”, puntualiza el mago Didier.
Titiriteros innovan
Los títeres no han quedado guardados del todo, pero han debido dramatizar los guiones de otra forma. “Al principio, nos quedamos vacíos, no teníamos nada para enfrentar la situación, pues por el tipo de trabajo que tenemos, necesitamos la presencialidad y la interacción con el público”, indica Paolo Iorio, codirector de la compañía Chúmbala Cachúmbala.
Poco después, comenzaron a pensar en nuevas forma de trabajo en la nueva normalidad. Decidieron no hacer espectáculos en video, para conservar la esencia de su arte, pero comenzaron a ofrecer la grabación de cortometrajes con títeres en los que relataban historias solicitadas por personas, como cuentos escritos por niños o acontecimientos familiares como bodas, lo cual, según mensajes expresados por clientes, ha tenido gran aceptación.
También, han hecho videos con títeres para campañas contra la violencia intrafamiliar o conservación del medio ambiente; elaborado títeres para la venta, y transmitido videos en Facebook Live con el personaje Mariano, quien hace monólogos sobre temas solicitados por los usuarios. Este personaje protagonizará otro programa, Barcola, donde responderá preguntas del público en Facebook.
“No podemos llegar de forma presencial, pero el arte, del cual vivimos, tiene muchas posibilidades, También hemos podido generar trabajo para otras compañías de títeres, cuando necesitamos apoyo con nuestras actividades”, indica Iorio, hasta que puedan volver con las funciones de manera presencial para “llevar alegría a la población.
Canto y baile
Academias de arte, sin lugar a dudas, también resultaron afectadas por las restricciones emitidas por la pandemia. Miguel Ángel Duarte, director de la Academia de Canto Staccato, debió adaptarse a la situación y continuar con las clases en línea, pero el número de sus alumnos se redujo de manera significativa, a causa de la situación económica de sus padres.
“Los estudiantes bajaban aplicaciones para hacer sus videos con sus interpretaciones. Ellos se perfeccionaban. Llegaban a ciertos horarios para hacer sus grabaciones de estudio. Además, las clases virtuales me permitieron tener alumnos de otros países”, indica Duarte.
“La pandemia nos abrió las puertas a la motivación y la creatividad para incursionar en áreas que no trabajábamos”, dice Duarte, quien calcula que el 90% de las academias de canto cerraron. Aunque empezó a impartir clases presenciales con las medidas requeridas, sus alumnos apenas llegan al 20%.
Cristian Mendizábal, instructor y coreógrafo de danza urbana, al principio de la pandemia, ideó emprendimientos con su familia para generar ingresos, pues con las clases en línea apenas tenía 50% de sus alumnos. “Vino la pandemia a modificar la estructura de enseñanza. Me tocó invertir en un nuevo método virtual para dar las clases, y a los chicos felices, motivados y emocionados con el baile, lo cual también les ayuda a despejarse del encierro”, explica Mendizábal, quien afirma que sus clases presenciales, que comenzaron en enero, aún son pocas.