Pero Fantasía, estrenada el 13 de noviembre de 1940 en Nueva York, es mucho más que ese episodio de unos diez minutos y que puede llevar al espectador neófito a pensar que se trata de otra película de Disney para niños. Nada más lejos de la realidad.
La gran apuesta de Walt Disney por hacer algo diferente a lo realizado hasta ese momento en el mundo de la animación es una cinta preciosista, que pone imágenes animadas a un concierto de música clásica durante dos horas, lo que puede parecer excesivo para mantener la atención de un niño.
De hecho, Fantasía no conquistó el favor del público en su estreno y acarreó a la compañía importantes pérdidas. Así, tuvo que esperar varias décadas para que público y crítica comenzaran a apreciar ese viaje por la música clásica, que logró su máximo reconocimiento a finales de la década de los sesenta del pasado siglo, en plena psicodelia.
A pesar de ese desapego inicial, la cinta logró dos premios Óscar honoríficos: Uno para Disney por su “importante contribución al avance en el uso del sonido en las películas de animación” y otro para Leopold Stokowski por su “logro único en la creación de una nueva forma de visualizar al música”, logrando de este modo “ampliar el alcance de una película de animación, como entretenimiento y como forma de arte”.
Colores que se oyen, música que se ve
Disney dio carta blanca a su equipo de dibujantes para que usarán en Fantasía los colores que les inspirara la música y, con piezas tan diferentes, el resultado osciló entre los dibujos tradicionales, como Mickey, con las imágenes oníricas y las figuras geométricas que danzan al compás de los instrumentos, o las terroríficas de Una noche en el Monte Pelado, por las que durante años Disney recibió quejas de padres cuyos niños se habían asustado.
El gran protagonista de Fantasía es el ratón Mickey, cuya imagen fue modernizada para el papel del aprendiz de brujo, que tiene que hacer frente a un ejército de escobas portadoras de agua que le ponen en un serio aprieto tras robarle el gorro y los hechizos a su maestro.
El mismo tipo de dibujos se usó para la Danza de las horas, en la que hipopótamas, avestruces o cocodrilos forman un surrealista cuerpo de baile ataviado con tutús y puntas.
Pero en los años de la psicodelia seguramente tuvieron más repercusión episodios como en en el que se presenta a la banda sonora. Una pequeña línea negra sobre fondo blanco a la que el compositor Deems Taylor introduce cada una de las piezas, y a la que se refiere como “un miembro indispensable de la organización, alguien de cuyas posibilidades nadie se ha dado cuenta”.
Comienza así un juego de formas y colores en el capítulo llamado Descubriendo la banda sonora, en el que un ejercicio de sinestesia toma la pantalla que traduce en colores y formas las vibraciones que producen los instrumentos de una orquesta.
Las formas y colores asociados a la psicodelia también ilustran la Tocata y fuga de Bach al comienzo del filme donde, una vez más, parece que es posible ver los sonidos y oír los colores.
Sin olvidar la fantástica odisea del nacimiento de la vida en la tierra, la aparición de los primeros seres vivos, la llegada de los dinosaurios y su posterior desaparición, una hermosa historia visual relatada a través de las notas de Stravinski en La consagración de la primavera.