Su vena artística no tiene registro histórico, pero se la atribuye a los “trances” que le generaban los colores desde niña. Como influencia, apunta que su abuelo tuvo mucho que ver pues era pintor y, de alguna forma, le hizo entender a la pequeña que aquel oficio podía sostener la vida de las personas.
Estudió Diseño Gráfico en la Universidad de San Carlos, pero abandonó las aulas en el momento que el trabajo se tornó más necesario que las lecciones. Con el tiempo ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas donde perfiló varias técnicas, pero acá tampoco duraría mucho porque el trabajo volvió a ser una necesidad prioritaria.
En esa búsqueda laboral llegó al Centro Cultural de España donde “necesitaban a una niña chispuda” que pudiera trabajar en producción. Maya terminó supliendo esa plaza. Finalmente, cuenta ahora, empezaba a trabajar desde el arte. Dentro del espacio se formó en talleres artísticos, gestionó proyectos y ganó una beca para estudiar Historia del Arte en Madrid. Era 2010.
En España, Maya comprendió qué es “ser latino”. Durante la época en que llegó al país europeo, se gestaban revueltas políticas y sociales causadas por la crisis económica. Allá, Saravia también presenció un levantamiento de orgullo nacional por parte de distintas comunidades latinas que desfilaban emocionadas por el Paseo del Prado con gala y banderas autóctonas.
Aquello, señala Maya, podía entenderse como un discurso muy folclorista e incluso cuestionable desde la intelectualidad, pero era una evocación del cariño y la nostalgia por los países abandonados. “Me gustó mucho eso. Entendí por qué hay quienes se refieren a América Latina como la patria grande”, complementa la artista guatemalteca, hoy radicada en Berlín.
Parte de esa parafernalia se convertiría con los años en uno de los tópicos que Saravia exploraría desde su cuerpo de trabajo. Así, la migración, el poder y los territorios tomarían importancia dentro del mundo artístico de la guatemalteca que ha expuesto en Guatemala, Canadá, Polonia, Alemania y Portugal.
La melancolía migrante
En noviembre de 2019, varias personas llegaron a la galería Körnerpark en Berlín para ser partícipes de una exposición insólita que transformó el espacio cultural en un bar temporal y característico de Latinoamérica. La instalación llevó por nombre Las Golondrinas.
Entre los asistentes al bar-galería destacaron intelectuales, artistas, curiosos, europeos y un buen grupo de guatemaltecos. Entre luces de neón, espejos poliformes, adornos de plástico y mucho reguetón, estaba Maya Saravia, la creadora detrás de aquel escenario anacrónico.
Saravia presentó Las Golondrinas en el marco de la exposición colectiva This Might be a place for hummingbirds, que reunió obras de artistas guatemaltecos cuyos discursos presentan temas como la violencia, identidad, colonialismo, racismo, género, identidad y migración.
La propuesta de Maya en Körnerpark nació de un constante acercamiento que ella tuvo con algunos bares dominicanos mientras vivía en España. En aquellos recintos, la guatemalteca solía escudriñar una dinámica social y extranjera que homenajea con Las Golondrinas.
Fue la convivencia, el imaginario físico y la evocación hacia la patria abandonada de aquellos recintos lo que motivaron a la artista. “Entendí que, para las comunidades migrantes, estos espacios son muy importantes porque es donde se encuentran”, sintetiza.
El nombre de la instalación alude al título de la canción Las Golondrinas del mexicano Pedro Infante, quien rinde homenaje a las despedidas. Además, dice Saravia, la pieza está fundamentada en el concepto de emigración golondrina: un fenómeno de movilización que se reproduce en Europa dentro de circunstancias sociopolíticas.
“Los bares son lugares donde las personas se reúnen a compartir, celebrar o hablar de política. Son epicentros de diálogo y hasta de conspiración; son espacios privados, pero a la vez, plazas públicas. Esas rupturas me interesaron”, analiza Saravia.
En Las Golondrinas, también destacaba un electrizante letrero de luz roja que formaba las palabras Melancolía migrante. Maya infiere que esa conjunción apela a un sentimiento universal, pero a la vez personal de cada persona que se ha movilizado de un territorio a otro.
“La migración es triste. Todos migramos en diferentes condiciones y siempre es un duelo. Quienes migran tienen que buscar formas de sobrevivir que a veces son muy radicales. Conlleva una altísima creatividad”, expresa la artista guatemalteca.
El poder visto desde lo lúdico
La movilización hacia Europa dotó a Maya de otro tópico que nace de las relaciones de poder. En su obra dialogan los enfrentamientos entre el Estado y los ciudadanos, como lo fueron las huelgas y protestas de grupos obreros -sobre todo, de mineros- que acontecieron en España durante 2012.
A partir de esas movilizaciones convulsas, en los cuales se enfrentaba el poder de la policía contra el de la ciudadanía, Saravia propuso una narrativa visual y presentó instalaciones con frases hechas de papel. Los textos, asegura la artista, aparecieron desde el enojo, pero, sobre todo, son extractos de publicaciones como Introducción a la guerra civil de la plataforma francesa Tiqqun o Civilización del escritor chileno Roberto Bolaño.
En la pieza Limerence, Saravia presenta guirnaldas con frases que se traducen a <La guerra es invisible> o <Vivimos en un estado permanente de guerra>. Las instalaciones suelen acompañarse de una particular dosis pirotécnica de fuegos artificiales y luces de bengala.
Detrás de ese coqueteo visual, lúdico e “hiperestésico”, como dice Maya, hay un planteamiento de las estrategias que distintos grupos han utilizado en circunstancias como enfrentamientos contra la policía. El rompimiento y bloqueo de fuerzas mediante las bengalas han evocado interés en Maya.
La artista plantea que hay una cuestión de identidad en ellas pues “son alegres y bonitas, pero son el único acceso legal a la pólvora. Terminan siendo armas que se pueden conseguir en un contexto como el de Europa y que tienen un uso determinado para las estrategias de guerrilla urbana”.
En ocasiones, la artista presenta esta pieza con vídeos que recopilan bombardeos grabados desde la cámara de aeronaves de guerra. De igual manera, estos se acompañan de bengalas que aluden a un carácter efímero y violento desde la pólvora.
Guatemala in situ
Antes de Alemania, España, Portugal, Polonia y Canadá -países donde también ha expuesto – Saravia mostró sus primeras piezas en Guatemala. Participó en activaciones artísticas como la organizada en 2008 por la Sociedad Optativa de Poetas Anónimos y en la XVII Bienal de Arte Paiz.
En Guatemala presentó las instalaciones p o s t y A; ambas piezas mostraban las palabras hechas a partir de materiales fuertes como el cemento, que dejan ver una muestra literal de la palabra in situ. Fueron colocadas en espacios públicos como calles y banquetas.
No hay indicios para que Saravia elabore una exposición en Guatemala pronto. Aun así, no descarta elaborar piezas que dialoguen desde nuestro contexto. Sus intereses creacionales se basan en investigaciones históricas y dentro de ellas puede que surja algo en los próximos tiempos. “La intención está, pero hasta que algo no nazca… nunca va a existir”, dice.
Maya asegura que su carrera ha sido lenta, pues se toma mucho tiempo en elaborar una pieza. Esto, a diferencia de lo que muchas personas creerían, no tiene connotaciones negativas para el trabajo de la artista. “Para mí, producir es todo un éxito. Puede que sea lento, pero soy feliz haciendo lo que hago y lo que puedo decir”.
Desde su espacio actual en Berlín, y dentro del contexto del covid-19 (del que dice ha aprendido a guardar silencio y cuestionar su trabajo) Saravia se manifiesta contenta con lo logrado hasta la fecha, sobre todo, desde su experiencia como extranjera. “Me gusta poner de manifiesto cómo existimos los migrantes en estos espacios. Es una especie de no-lugar”, concluye.