Los resultados del trabajo, que han sido publicados en la revista Plos Genetics, exhiben que es posible extraer mucha más información del ADN de la que hasta ahora era capaz la ciencia. Modelando conjuntamente el sexo, la ascendencia genómica y el genotipo puede obtenerse información acerca de cómo ciertos genes y las variaciones de los mismos pueden influir en la forma del rostro y de sus particularidades.
Para el estudio, los investigadores analizaron la forma física de la cara y los marcadores genéticos de la estructura del rostro, solicitando a un grupo de voluntarios que distinguieran cuatro factores en las imágenes: si se trataba de un rostro de un hombre o de una mujer, si era femenino, qué parte de esa persona era de África Occidental y, por último, que la situara como un individuo blanco, negro africano, afroamericano, europeo, europeo-americano o una combinación de varios.
Luego, colocaron una cuadrícula en las imágenes en 3D de los rostros de los sujetos y midieron las coordenadas espaciales de los puntos de la rejilla. Posteriormente, utilizaron métodos estadísticos para determinar la variación de los rostros y los efectos del sexo, la ascendencia genómica y los genes que son los que afectan a la forma de la cara como de la cabeza en su totalidad.
Teniendo en cuenta que es probable que sólo el 5% de los genes marque la diferencia entre las poblaciones del mundo, el rostro es quizá la parte más visible y más propensa a verse influida por la selección genética, de ahí que los invetigadores decidieran centrarse en esta parte del cuerpo en particular.
Los investigadores creen que identificar un rostro a partir del ADN ahora mismo no es posible, pero lo será, por lo que podría ser de gran ayuda a los cuerpos de seguridad para crear una “ficha policial” de ADN con objeto de identificar tanto a víctimas como a delincuentes con gran rapidez y certeza.