Con esta franqueza habla en una entrevista con Acan-Efe el ministro de Cultura y Deportes, José Luis Chea Urruela, quien tiene la responsabilidad legal de conservar este patrimonio, divulgado hace unos días en un documental de National Geographic que muestra estos “revolucionarios hallazgos” gracias a una tecnología innovadora.
Sentado en su despacho, rodeado de piezas mayas y cuadros de autores guatemaltecos, Chea admite que pese a la obligación legal del Ministerio de Cultura solo podrá velar por la protección y conservación de los bienes arqueológicos “parcialmente”.
Por eso recalca una y otra vez que, más allá de “las piezas preciosas”, lo importante es “el redescubrimiento de la civilización, sus estudios y la develación de la dinastía de los reyes de las serpientes, así como la desmitificación de un maya pacífico, por lo visto en las murallas que habían construido”.
Pero no será tarea de su Ministerio saberlo al “no contar con la totalidad de los recursos”, dice, y repite que los fondos del Estado destinados a “la protección de esta inmensa cantidad de monumentos nuevos no existen”.
“A duras penas” puede proteger los 21 sitios arqueológicos ya excavados con los Q540 millones (US$73.5 millones), una partida que se divide mitad para el área de Deportes y la otra mitad para Patrimonio, Desarrollo y las Artes.
Ser ministro de Cultura y Deportes, afirma Chea, “requiere de mucha creatividad e imaginación”, pero con solo US$1.7 millones para la conservación y protección de todo el patrimonio cultural de Guatemala no queda mucho espacio para soñar.
Y ¿qué pasa con los 60 mil sitios descubiertos por el láser LiDAR?, se pregunta. Nada. No se puede, se responde así mismo. Pero asegura tener un “plan” B, porque “alguien se tiene que encargar de eso”.
“Le escribiré esta semana a las 20 universidades más prestigiosas de Estados Unidos y Europa para que sean los guardianes, que les entreguemos algunos de los sitios descubiertos a manera de concesión, pero solo para que los investiguen y rescaten, siempre y cuando en los proyectos haya arqueólogos guatemaltecos y que los bienes y las piezas preciosas se queden con nosotros”, detalla.
Será el 15 de marzo, pronostica el titular de Cultura, cuando envíe la carta que, “de ser posible”, irá acompañada del beneplácito del embajador de los Estados Unidos en Guatemala, Luis Arreaga y de otros diplomáticos con los que Chea buscará “ponerse de acuerdo” y “solicitar su apoyo” y “apadrinamiento”.
Al presupuesto de Cultura y, más aún, del Viceministerio de Patrimonio, se le suma otra realidad de la que habla con franqueza: un Estado fallido en la selva petenera, cooptado por el narcotráfico, los narcoganaderos, los traficantes de flora y fauna y los sembradíos de palma africana.
En Petén “la presencia del Estado no existe. Y no estoy hablando de la presencia del Estado en términos de seguridad, sino en términos sociales, de salud y educación. Está muy lejos para nosotros Petén. La sobrecarga de 60 mil monumentos es abrumadora”.
Chea asume que los saqueos “deben estar a la orden del día” y recuerda cómo en el documental de National Geographic los investigadores llegan a una torre de avistamiento, abriéndose paso entre la maleza, donde es “obvio” que el sitio ya fue saqueado.
Durante el proceso de investigación, una de las ciudades descubiertas fue nombrada Xmacabatún por el arqueólogo guatemalteco Francisco Estrada-Belli. Tan solo para “entrarle” y “rescatar” el sitio, el número 22 del país, se necesitarían “unos US$30 o US$50 millones que no tenemos”, reconoce Chea.
“¿Cómo será un mundo donde usted sobrevuele Petén y vea ciudad maya tras ciudad maya? ¿Será interesante o se volverá aburrido? No lo sé. A veces parte de la gracia es mantener la mitad escondida bajo la selva”, medita.
El descubrimiento, dice viendo hacia el tablero de su escritorio de madera con finos acabados, “nos obliga a reflexionar sobre la grandeza de la civilización, pero al mismo tiempo nos trae a cuenta la impotencia del Estado guatemalteco para hacer un trabajo enorme”.
“Se siente uno impotente de poder excavar y mostrarle al mundo lo que hay debajo de la selva. Es un esfuerzo que tardará cientos de años”, admite al pensar en el reto y la responsabilidad de este descubrimiento en el que él aportará su propia iniciativa personal.