Hernández es licenciada en Letras por la Universidad de San Carlos (Usac) y tiene una maestría en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Rafael Landívar. Es autora de obras de narrativa, ensayo, teatro, literatura infantil y poesía.
Algunas de las obras de esta escritora local son Sin señal de perdón, Ir perdiendo, Lugar secreto, Ojo Mágico, Pájaroflor, Leyendas de la Luna, Curiosabel, Ellos y La sagrada familia.
La entrevista
¿Cómo recibió la noticia de su elección como miembro de la AGL?
Con mucha alegría y sorpresa, tal vez es un poco prematura. Las personas que integran la Academia son de alta estatura intelectual y yo soy una aprendiz del idioma y de la literatura. Soy una persona que se dedica a estudiar y jugar con las palabras. Si me escogieron, es mi oportunidad de seguir aprendiendo y dedicarme con mucha más seriedad.
Debió haber impactado mucho en su vida el autor Daniel Armas —(1897-1984), autor de Barbuchín— para que fuera tema del discurso de ingreso a la AGL.
Provengo de un hogar con abuelas a quienes les fascinaba contar historias y con una mamá maestra. Historias, cuentos, juego de palabras y leyendas forman parte de mi infancia. Mi mamá me enseñó a leer y uno de mis primeros libros fue Barbuchín.
Cuando estaba en la universidad, descubrí que Daniel Armas no solo había escrito un libro para niños, sino que había toda una vida dedicada a ellos y al estudio del lenguaje y formación de nuevos lectores. Cuando empecé a escribir obras infantiles, me di cuenta de la trascendencia de cultivar este género. Cuando escribo un libro, los lectores adultos pocas veces interactúan conmigo.
¿Y de los niños recibe retroalimentación?
He tenido la suerte que Alfaguara y Norma publiquen lo que escribo, y muchas veces ellos me invitan para que los niños vean que los escritores somos como cualquier persona. En una ocasión me recibieron más de 500 niños levantando un libro de mi autoría y aplaudiendo. Son experiencias que me permiten ver sus corazones, escuchar sus historias, apuntar sus pedidos y recibir sus cartas. Me han dado la certeza de que hay que motivar al niño mediante la literatura infantil. Esta los humaniza, los vuelve más abiertos, prepara para la vida y abre puertas a la imaginación.
¿Cómo se puede promover el buen uso del idioma con este género?
Se facilita la adquisición de vocablos, la comprensión más profunda de los temas y la curiosidad de buscar nuevas palabras.
¿Cuáles son los personajes favoritos de sus libros?
Son los de Leyendas de la Luna, un libro de leyendas reinterpretadas. Debido a que hay muchas versiones sobre, por ejemplo, La llorona o El cadejo, inventé otras leyendas a partir de esas. Aunque les gusta mucho a los niños, me han criticado porque no provocan miedo. Uno de los personajes es El cadejito. Se narra cómo El cadejo nació de una perrita de la calle que murió al dar a luz junto a sus otros cachorros. Solo sobrevivió El cadejito, que era negro y que hubiera corrido con la misma suerte si no lo hubiera visto la estrella Sirio. Era una relación de amistad. Como El cadejito tenía enferma la vista, Sirio tomó dos cometas y se los puso como ojos. Eso quiere decir que no son brasas del infierno, como se cree.
Mis personajes casi siempre están en desventaja. Aunque no son héroes, pero con imaginación y voluntad logran pequeños triunfos cotidianos.
¿Cómo afecta la tecnología el uso adecuado del idioma?
Ha puesto de manifiesto la necesidad de escribir con más frecuencia que antes, por ejemplo, en las redes sociales; sin embargo, por el afán de la inmediatez se acortan o se sustituyen las palabras, lo que hace muy difícil entender lo que se trata de transmitir.
¿Qué libros colecciona?
Las mil y una noches, Alicia en el País de las Maravillas y Don Quijote.