El autor, quien hizo de este país su hogar hace 60 años, procura con su más reciente novela examinar la magnitud de un pasado envuelto en secretos.
Publicado por la editorial Alfaguara, el más reciente libro de Pérez de Antón toma como punto de inicio la muerte Rosalía de Albayeros, una magistrada “reconocida por sus principios a la hora de impartir justicia”.
Sobre esta superficie narrativa emerge también el personaje de Rodrigo Láynez, un joven abogado recién egresado de la universidad y asistente de Albayeros que empieza una investigación para hurgar en los motivos del asesinato.
Francisco Pérez de Antón cierra con este libro una trilogía dedicada al estudio de la contemporaneidad política y social en Guatemala.
Su intención, más allá de desvelar el peso del tiempo, consiste en acercar a la audiencia al borde de una reflexión honda que desde el vacío histórico reclama por una justicia menos contaminada.
El crimen de la magistrada concluye una trilogía con la que se sumerge en dinámicas sociales y jurídicas lastimadas dentro de la Guatemala contemporánea. ¿Qué ha logrado desenredar de la historia y su manera de examinar este territorio, luego de la publicación del libro?
En la tercera parte de la trilogía he querido desenredar la violencia incontrolable de los primeros años de la posguerra: esa época de secuestros de bandas asesinas y la época de la expansión del dinero ilícito y, sobre todo, el tiempo en el que se ha producido el total derrumbe moral del sistema.
La historia tiene ese tema de fondo, es el escenario. Aunque no se trata de una novela política, los personajes viven dentro de un ambiente político. Siempre he intentado transmitir al lector el drama de ciertos seres humanos arrastrados por los hechos de su tiempo. Busco crear una especie de recordatorio de lo que ha sido la historia de Guatemala porque la memoria histórica, ya sabemos que es bastante frágil y desaparece.
Aunque la historia del libro toma de la realidad, esta se justifica desde la ficción.
Lo veo como las posibilidades de la ficción para desvelar la realidad “diciendo mentiras”. Se dice que a los únicos que se les perdona mentir es a los niños, a los locos y a los novelistas. Los escritores decimos la verdad a través de la mentira. Pero ojo: queremos contar la realidad. El lector sabe que estoy mintiendo, que me he inventado una serie de personalidades, pero en lo que no miento es en el escenario. Mis personajes se desarrollan en historias que vienen desde un pasado que he tenido que investigar porque no me lo sé de memoria.
¿Se justifica la novela como una ficción para estimular la imaginación o es quizá una forma de protegerse ante los riesgos de sistema reactivo?
Un novelista toma elementos de la realidad que la imaginación mezcla, confunde o disfraza. No uso la ficción para protegerme. He sido editor y periodista, y me las he visto en situaciones muy desagradables. De manera que no. Este libro es sencillamente una intención por mostrar las posibilidades de una novela por decir aquellas cosas que no puede decir la prensa, o que supuestamente no pueden decirse, considerando, por ejemplo, una historia de violencias como la de este país. Mi único compromiso es con la literatura, pero no puedo evadir la realidad.
Con El crimen de la magistrada se explora la aparente falta de acción por una justicia verdadera. ¿Han surgido en usted nuevas consideraciones sobre la manera en que este poder “funciona” en el país?
Creo que la percepción que tiene el guatemalteco de a pie es la misma que yo tengo: que hay un quiebre moral en el sistema de justicia. Se santifica el procedimiento y lo importante termina siendo el juego legal para amparar al delincuente de cuello blanco, el de más alto nivel. Ese es el drama que conocen todos los guatemaltecos.
Me parece que habíamos tenido presidentes de la Corte Suprema de Justicia extraordinarios, gente con una gran altura moral, hasta que todo esto empezó a caerse. No me parece que haya un estado de Derecho sin un estado de justicia. Si hubiese justicia no habría este grado de corrupción que tenemos. He visto que ese es el gran problema que tenemos y por eso decidí que el último libro de mi trilogía abordara este fondo.
Aún con mucha información publicada sobre estos hechos, ¿qué tan complejo fue hilar el escenario a partir de la investigación, selección y depuración de datos ya existentes en este último libro?
Fue complejo. Hilar bien y hacer que fluya una historia de esta naturaleza cuesta bastante trabajo. La imaginación tiene que trabajar muchísimo porque los retazos tienen que disfrazarse a veces, deben alterarse. Y luego, tienen que coserse, que es lo más difícil. Encima hay que poner una serie de personajes que son increíbles. Sin embargo, no sé, creo que ya tengo alguna experiencia en esto y es de las novelas que más rápido he escrito.
La historia que recién publicó se distingue por tomar lugar en la contemporaneidad, a diferencia de las dos últimas novelas de la trilogía. Además, se plantea en una atmósfera de tensiones y sospechas.
Trato de siempre transmitirle al lector el espíritu de la época. En este libro se muestra lo contemporáneo, donde la justicia es un tema fundamental. También buscaba entretener y darle al lector un texto amable con algunas pinceladas de humor con personajes atrayentes y una historia seductora, aunque sea una novela de misterio.
Si bien la historia muestra personajes permeados por la violencia o el misterio, el pasado es quizá la figura que más destaca en el relato.
La clave de la novela es el peso del pasado que nos ha hecho como somos. Es algo inevitable. La forma de dramatizar esta novela ocurre cuando el pasado vuelve y resulta que altera completamente la vida de un sinfín de personas.
Cada que se destapa un secreto pasa esto: se desencadenan, muchísimas preguntas y muchísimas personas son afectadas por esto en un escenario de justicia y a los ojos de un abogado joven recién salido de la universidad que empieza a trabajar y cree que todavía la justicia es clara, pero que realmente no lo es.
Este libro ayudaría a ver la justicia como la interrelación entre este tipo de personajes. Todos aspiramos a esa justicia nítida, limpia, pero ocurre que es mucho más complejo que eso. Es una cuestión de azar. El destino no existe. Muchas personas creen que es suerte, pero esta se encuentra en una persona dentro de un millón. Estoy convencido que el azar fundamentalmente condiciona nuestra vida y generalmente en un 99% de las ocasiones es malvado.
¿Qué lectura podría hacer de la Guatemala contemporánea una vez concluyó la escritura de El crimen de la magistrada?
Veo que la oferta que se hizo al pueblo de Guatemala al final de la guerra interna con la firma de los Acuerdos de Paz no se cumplió. Hemos perdido 26 años de justicia y equilibrio. Imagínese ¡26 años! Hemos perdido la gran oportunidad de ser un país mejor. Pero también está en nuestra condición humana buscar justicia y el equilibrio.