Botero fue el artista de las figuras voluminosas, “no gordas”, como solía aclarar, una obra que lo convirtió en artista universal y que está repartida en forma de pinturas y esculturas en museos y plazas de todo el mundo.
“Estaba delicado de salud, llevaba varios años con un Parkinson rígido” y “desarrolló una pulmonía en los últimos cinco días (…) llegó un momento en que se le estaba dificultando muchísimo respirar, afortunadamente murió tranquilamente”, declaró la hija del artista a Blu Radio de Colombia.
Nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, Colombia. Transitó por el arte contemporáneo y el moderno, pero fue su estilo figurativo, desarrollado a través de las suaves formas de sus figuras regordetas, el que le dio fama mundial.
“La palabra ‘gordo’ no le gusta nada, la desterraría; él es un pintor de volúmenes”, destacó en marzo pasado Marisa Oropesa, comisaria de la exposición “Botero: Sensualidad y melancolía”, presentada en Valencia, España).
Su obra en Guatemala
Aunque no se tiene registro de que el artista colombiano visitó Guatemala, sí tuvo relación con el país centroamericano por medio de sus obras y amistades.
En el 2007, la exposición y subasta de arte en Guatemala “Festival de Juannio” contó con una de las obras del colombiano en su catálogo. El evento se lleva a cabo cada año y es considerado uno de los grandes referentes del arte en la región
Juannio se divide en una exposición, que es la premiación a un concurso en la que participan artistas guatemaltecos. Esta se lleva a cabo en el Museo Nacional de Arte Moderno “Carlos Mérida”. Además, surge una subasta en favor del Instituto Neurológico de Guatemala.
Hace 16 años, en el catálogo de artistas internacionales estaba la obra Harborscape, del uruguayo Julio Alpuy; Cabeza No. 1 del dominicano Cándido Bidó y el carboncillo del colombiano Fernando Botero, con una pieza que reitera, con mucha gracia, la iconografía que desarrolló a lo largo de su carrera.
Su amistad con Abularach
Rodolfo Abularach, quien falleció en agosto 2020, también por problemas de salud, fue uno de los artistas guatemaltecos que dieron vida a las mejores obras visuales del país.
A sus inicios, el guatemalteco comenzó como dibujante y pintor de escenas de corridas de toros. Pero, conforme los años, su obra atravesó una profunda transformación cuando intentó juntar los elementos del arte abstracto y del surrealismo y experimentó con texturas, como por ejemplo en dibujos sombreados hechos en lapicero y tinta.
Abularach partió en 1959 con una beca de estudios a Nueva York, ciudad en la estudió grabado y creó obras por unos 40 años. También montó más de 9 exposiciones en el MoMA. Allí conoció e hizo amistad con Fernando Botero.
“Conocí a muchos artistas latinoamericanos. Fuimos muy amigos con Omar Rayo y Fernando Botero, con este último nos reuníamos a tomar café, pues ambos teníamos nuestro estudio en la calle 14 de Nueva York. Recuerdo que en una oportunidad entré a una librería en la que él (Botero) estaba promocionando una de sus publicaciones y cuando me vio salió a saludarme”, relató el guatemalteco en una entrevista a Prensa Libre en el 2017.
*Con información de EFE.