Cardin, hombre de negocios que creó un emporio con su nombre, participó con André Courrèges y Paco Rabanne en la renovación de la alta costura francesa en el periodo de posguerra y encadenó a lo largo de su trayectoria las creaciones futuristas.
Nacido en 1922 en la pequeña localidad de Sant’Andrea di Barbarana, cerca de Venecia, en el seno de una familia de agricultores que emigró a Francia huyendo del fascismo, comenzó en la moda a los 14 años, en la localidad francesa de Saint-Étienne, como asistente de un sastre.
En 1944, empezó a trabajar en la por entonces célebre firma Paquin, en París, donde dibujó el vestuario y las máscaras de la película de Jean Cocteau “La bella y la bestia”.
En la capital pasó por algunas de las firmas más respetadas de la moda en la primera mitad del siglo XX, como Schiaparelli, amiga por excelencia de los surrealistas, y Christian Dior, que acababa de abrir su tienda por aquel tiempo.
Junto a Dior, Cardin presumió siempre de haber participado en la creación del traje de chaqueta que se convertiría en el emblema de la firma y que dio forma al famoso “New Look”, ajustado en la cintura y voluminoso en las faldas.
En 1950, tras esa experiencia, creó su propia marca que bautizó con su nombre y que fue crucial en la revolución que vivió la industria en la segunda mitad del siglo XX, cuando la ropa a medida dio lugar a las producciones en cadena, el llamado prêt-à-porter, mucho más accesible que la alta costura.
Cardin ha mantenido hasta el fin de sus días su carácter empresarial y su amor por la moda, en un estilo que aunque muchos tachan ahora de pasado, representaba para el diseñador y sus seguidores creaciones atemporales.
Él mismo cuestionaba en una entrevista el “peligro” de que la moda produzca sin parar y defendía su estilo. “Tengo un estilo reconocible, esa es mi firma. No se puede decir lo mismo de otros” diseñadores, decía.