HORRORES IDIOMÁTICOS
Estaremos en la red
Con esta columna me despido de mis estimados lectores que la han leído en la edición en papel de Prensa Libre, donde he escrito un artículo todos los miércoles desde hace 22 años y seis meses.
No obstante, la columna seguirá saliendo publicada en la prensa electrónica, en la sección de Cultura de Buena Vida, por lo que espero que me sigan leyendo allí, donde estaré presente, siempre con el afán de mantener nuestra lengua española unida y sin esa serie de anglicismos innecesarios que se utilizan en anuncios, pláticas, y hasta en conferencias. Precisamente para mantener esa unión, ahora la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, integrada esta última por las Academias de todos los países hispanohablantes han incluido en el último DLE (antes DRAE), una serie de localismos que se dejaban de comprender de un país a otro, amén del Diccionario de Americanismos.
Como ustedes saben, en mi columna siempre tienen cabida Berta, mi amiga desde hace muchísimos años, tantos que ni contarlos quiero; Carmencita, nuestra amiga española que nos visita con frecuencia y antes no comprendía parte de las conversaciones, por el uso de localismos, pero ahora ya las entenderá gracias a que estos han sido registrados en el DLE, y por supuesto Titivillus, el encantador diablillo que durante la Edad Media estaba encargado de llevarse al infierno a cuanto monje se dormía durante los salmos en lugar de entonarlos, a los amanuenses que por pereza se saltaban palabras y a quienes no trataban de hablar bien los idiomas que iban naciendo de las ramas de los troncos de idiomas. Al finalizar el Medievo se quedó un tanto desocupado, pero su renacer ha sido grande desde que existen los medios de comunicación, escritos u orales, y las redes sociales, donde recolecta todos los errores de sintaxis, morfología, lexicología y ortografía, labor en la que nos ayudamos pues ni él ni yo solos nos damos abasto para cazar todas las faltas.
Pues bien, les quiero contar que cuando le comuniqué la noticia a Berta, que es una ratona de biblioteca, devoradora de papel al por mayor, aunque no siempre digiere lo que lee, montó en cólera, pero al fin entró en razón al hacerle ver que la red tiene un gran alcance global. A Carmencita le pareció bien: después de todo siempre lee la Prensa Libre electrónica en España, y en cuanto a Titivillus, saltaba y bailaba de la felicidad: —¿Te das cuenta— me dijo— de que ahora en lugar de acarrear cientos de costales con recortes y grabaciones, podré llevar todo, todito en USB y eso me ahorrará cantidad de viajes y esfuerzo? Soltó su peculiar olor a azufre y se fue a comprar cuanto aparatito de esos pudo, no sin antes darme un abrazo que casi me abrasa.
selene1955@yahoo.com