HORRORES IDIOMÁTICOS Y ALGO MÁS

Esas traducciones

MARÍA DEL ROSARIO MOLINA

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Es indudable que en la segunda mitad del siglo XX y en lo que va del XXI la tecnología ha avanzado a pasos agigantados. Nadie, allá por los años cincuenta, habría soñado con un teléfono inteligente, por ejemplo, aunque sí hubiera deseado que inventaran uno móvil que se pudiera transportar para poder comunicarse desde cualquier punto con quien quisiera. El teléfono inteligente puede, desde localizar cualquier punto que se desee, indicar como está el tránsito, y miles de cosas más, hasta encontrar inmediatamente en el cielo estrellado el astro que se busca. No obstante, aunque ha sido programado para tantos usos inteligentes, no puede razonar ni sostener una conversación con un ser humano o con otro aparato “inteligente”.

Nadie soñaba tampoco con que podrían mandarse al espacio sondas que investigaran los secretos de nuestro sistema planetario, y aún más allá. Los drones con todas sus habilidades habrían sido considerados sueños de orates, y qué decir de las computadoras, de Internet y de las redes sociales, amén de toda la información que se obtiene en cuestión de minutos sobre casi cualquier tema que se busque, información que ha sido provista por seres humanos expertos en las ciencias y las artes. Las películas en 4 DX, que hacen temblar una sala entera de cine cuando imitan un gran sismo, mojan, etc., o nos hacen sentirnos en medio de una selva rodeados de animales salvajes, también han requerido de un gran tecnología. En la medicina los avances han sido grandes en cuanto a detectar enfermedades e inventar medicamentos que curen muchas, v.gr., los antibióticos y las vacunas, aunque aún dista mucho esa ciencia de poder encontrar remedios para muchos males.

Cuando se logró que en los televisores pudiera colocarse un DVD y ver películas alquiladas o compradas cada quien las disfrutaba cómodamente en la casa, generalmente venían traducidas a un español lleno de solecismos y localismos, aunque entendible, pero poco tiempo después empezó la piratería y los disquetes “chafarizos” hicieron su aparición. De dónde se han sacado esa palabreja es cosa que ignoro, pues chafariz, plural chafarices, es una pila de una fuente y en 2ª. acepción, una fuente con caños. Lo cierto es que si las traducciones hechas por traductores humanos eran malas, las “chafarizas”, vertidas por aparatos, son inentendibles. Traducen cualquier tiempo, modo, persona y número de la conjugación verbal con un infinitivo, v.gr. “I came to see you” se convierte en “yo venir a tú ver”; “I was married then” como “yo estar casar en eso”, y así sucesivamente. ¿Qué por qué sé eso de los discos piratas? Pues porque Titivillus, queriéndose pasar de listo, se quería llevar las máquinas traductoras al infierno y aunque sea ilegal compró las películas.

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