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Fue en la década de 1990 que él y su familia emigraron a Nueva Jersey obligados por la violencia, inseguridad y falta de oportunidades que aquejan al país.
Llegó cuando estaba por dar un paso a la adolescencia, pero al cumplir la mayoría de edad viajó a Nueva York a escondidas de su madre para estudiar actuación.
“Tenía dos trabajos, estudiaba, iba a castings, hacia teatro. Viajaba unas 5 horas diarias. Dormir 4 horas era un lujo”, cuenta. Emanuel aún se emociona al recordar cuando le pagaron por su primer papel de extra.
El teatro fue una oportunidad “colateral”, señala, pues subió a las tablas para aprender la técnica y el lenguaje que usan los directores, y sin querer se enamoró de esta rama artística. Su primera obra fue La bella alma de don Damián, en el Teatro Rodante Puertorriqueño.
A la fecha son más de 80 montajes en los que ha participado, entre ellos, Frida Kahlo, Blanco y La familia de Emanuel. Este último ganó el premio a mejor obra en el Festival Internacional de Teatro en Los Ángeles.
En las tablas, su más reciente trabajo como director es Bajo la piel, y prepara la reposición de Sentado en un árbol caído.
Teatro Akabal es un proyecto propio. “Surgió de la necesidad de contar historias originales basadas en nuestra cultura, diáspora y experiencia como inmigrantes. Quería que los artistas guatemaltecos y centroamericanos tuviéramos un espacio donde pudiéramos crecer, compartir y sentirnos en casa. Este mes cumplimos 12 años”, menciona.
En la cámara
El cine y la televisión son parte de su historia. Las producciones independientes le permiten, según indica, interpretar a personajes fuera del estereotipo negativo en el cual Hollywood encasilla a los latinos.
Full Moon, de Yukihiro Shoda, es el cortometraje que acaba de terminar. Mientras que en la pequeña pantalla ha actuado en las series Tales of Titans, Criminal Minds, Castle y Jane the Virgin.
No ha sido fácil llegar a este punto en su carrera, y los retos han sido muchos en un país con otro idioma, donde la competencia es descomunal y la discriminación hacia los latinos es marcada, “pero cuando te das cuenta que tu éxito es creado por ti, la ecuación cambia”, asegura.
Actualmente Emanuel vive en Hollywood, a donde llegó guiado por su corazón y como dice: “Para hacer arte hasta por los poros”.
Ser guatemalteco y abrirse espacio en la industria cinematográfica le llena de satisfacción, pero también le invade una sensación de responsabilidad cada vez que sube a un escenario o actúa frente a las cámara como un representante del país que recuerda por sus colores, misticismo y sabores, y en donde dejó “a la más chilera de las abuelitas”, dice.
En este camino el guatemalteco está convencido de que “todo ser humano nace con el derecho de hacer sus sueños una realidad”, un mensaje que comparte con los jóvenes que como él anhelan ser actores.