Cualquier contacto con la poesía es una experiencia reveladora, nadie puede escapar a esta verdad fundamental del espíritu más profundo del ser humanos. Poesía es un encuentro, un viaje, un dolor, alegría, nostalgia, eternidad y un inmortal silencio. Prensa Libre nos brinda un espacio -que se agradece- para mostrar algo de esta nada inmensa que es la poesía.
Esta, como todas las antologías, es injusta y limitada, no sobra nadie, pero faltan muchos.
Al lector le recomiendo leer cada poema a sorbos, uno a la vez, releerlo y volver a sentir la delicada voz de cada una de sus palabras y signos.
ARGENTINA
Francisco Morales Santos (guatemalteco)
A Jorge Carro
Argentina no es un lugar en el mapa
sino en el corazón.
Más que un nombre
es una nota que se prolonga
en la cuerda de un violín
es el viento colmado
con fragor de voces
de la gente común
que ama la vida
y clama con vehemencia…
Desde mis días de niño
con Billiken en las manos
aprendí de sus héroes
a escalar otros andes,
a ver la vida en el campo
en las chacras
como les llaman ustedes
con los colores primarios
y a no ser caminito que el viento ha borrado.
Argentina, Argentinita,
como te llama Piero,
físicamente estabas muy lejos
pero cerca, muy cerca de mi vida.
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Bendita la palabra
Delia Quiñonez (guatemalteca)
Bendita la palabra
que inaugura un paisaje,
una piedra en el camino,
un lento fuego que sucumbe.
Bendita la palabra
que nace
cuando se abre una puerta,
un recuerdo,
una herida.
Palabra,
incandescencia,
brota para tus labios,
para las cuatro esquinas
de tus ojos
para el perro sin nombre
que espera tu llegada
Bendita la palabra
que resume
tu lento ahogo de esperanza;
la que alaba la dulzura
de tu cena frugal;
la que enardece el simple gesto
que anuda la correa de tu bota.
Palabra,
vuelo de piedra,
puño y flor;
de vastedad,
de pequeñez,
de todo lo
humanamente humano;
de todo lo divino
que no alcanza
a llenar su dimensión
en nuestros labios
sedientos de palabras.
Cartas a una desconocida
Nicanor Parra (chileno)
Cuando pasen los años, cuando pasen
Los años y el aire haya cavado un foso
Entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
Y yo sólo sea un hombre que amó,
Un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
Un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿Dónde estarás tú? ¡Dónde
Estarás, oh hija de mis besos!
Soñé que tú me llevabas
Antonio Machado (español)
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!…
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!
ANTIGUA (tiempo sin olvido)
Ana María Valdeavellano (guatemalteca)
Agua, polvo y piedra
De un tiempo sin olvido
Espadas cabalgantes
Ladrido de lebreles
Garra y colmillo de león
De oro y de sangre
Cien cúpulas gimientes
Con sísmicos lamentos
Lágrimas de un volcán
Y un palacio negro
Florece el Ixquisúchil
De cruces y campanas
Alfombras penitentes
Incienso, paletinas y ciriales.
En punto
A medianoche
Lloronas y tatuanas
Cadejos y nahuales
Desfilan por su magia
Que un río pensativo
Refresca en la memoria
Al fondo una niña
De cielo en la mirada
Esparce su nostalgia.
Rebeldía
Dulce María Loynaz (cubana)
¿A qué amar la estrella en el lago? ¿A qué tender la mano
hacia la frágil mentira del agua? Méndigo de bellezas, buceador
de esperanzas, mira que sólo la Verdad es digna de tu sueño:
sé fuerte alguna vez y apedrea la estrella que no existe en el
agua falaz y brilladora.
Se equivocó la paloma…
Rafael Alberti (español)
Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)
La fe
Rubén Darío (nicaragüense)
En medio del abismo de la duda
lleno de oscuridad, de sombra vana
hay una estrella que reflejos mana
sublime, sí, mas silenciosa, muda.
Ella, con su fulgor divino, escuda,
alienta y guía a la conciencia humana,
cuando el genio del mal con furia insana
golpéala feroz, con mano ruda.
¿Esa estrella brotó del germen puro
de la humana creación? ¿ Bajó del cielo
a iluminar el porvenir oscuro?
¿A servir al que llora de consuelo?
No sé, mas eso que a nuestra alma inflama
ya sabéis, ya sabéis, la Fe se llama.
No volveré a ser joven
Jaime Gil de Biedma (español)
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan solo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
La luna
Jorge Luis Borges (argentino)
A María Kodama
Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.
Ahora que ya no llueve
Alejandro Sagastume (guatemalteco)
has borrado la nieve de mi jardín,
he dejado de hablar
de mis derrotas y soledades.
Ahora que me abrigas el alma
comparto contigo mis victorias
y creamos historias.
Has secado la lluvia de mi ventana,
ha salido el sol y ha crecido la poesía.
Yo no tengo soledad
Gabriela Mistral (chilena)
todos
Es la noche desamparo
de las sierras hasta el mar.
Pero yo, la que te mece,
¡yo no tengo soledad!
Es el cielo desamparo
si la Luna cae al mar.
Pero yo, la que te estrecha,
¡yo no tengo soledad!
Es el mundo desamparo
y la carne triste va.
Pero yo, la que te oprime,
¡yo no tengo soledad!
El tiempo y la ruina
Juan Diéguez Olaverri (guatemalteco)
Dijo el tiempo á la ruina: tú eres mi hechura.
Abuelito, dijo ella, se te figura.
– ¿Pues de quién eres?
– Del hombre, que destruye todos los seres.
Mirada
César Brañas (guatemalteco)
Media noche traidora de estrellas,
acribillada de emboscadas,
yo asisto al rapto de tu mirada
en cacería de tentaciones.
Dios nos libre, si Dios lo puede,
de tu mirada.
Visitas
Octavio Paz (mexicano)
A través de la noche urbana de piedra y sequía
entra el campo a mi cuarto.
Alarga brazos verdes con pulseras de pájaros,
con pulseras de hojas.
Lleva un río de la mano.
El cielo del campo también entra,
con su cesta de joyas acabadas de cortar.
Y el mar se sienta junto a mí,
extendiendo su cola blanquísima en el suelo.
Del silencio brota un árbol de música.
Del árbol cuelgan todas las palabras hermosas
que brillan, maduran, caen.
En mi frente, cueva que habita un relámpago…
Pero todo se ha poblado de alas.
Yo soy
Alejandra Pizarnik (argentina)
Mis alas?
dos pétalos podridos
mi razón?
copitas de vino agrio
mi vida?
vacío bien pensado
mi cuerpo?
un tajo en la silla
mi vaivén?
un gong infantil
mi rostro?
un cero disimulado
mis ojos?
ah! trozos de infinito
Vuelo de voces
Carlos Pellicer (mexicano)
Mariposa, flor de aire,
peina el área de la rosa.
Todo es así, mariposa,
cuando se vive en el aire.
Y las horas de aire son
las que de las voces que vuelan.
Solo en las voces que vuelan
lleva alas el corazón.
Llévalas de aquí, que son
únicas voces que vuelan.
El triste
Rafael Arévalo Martínez (guatemalteco)
Mi alma de cristal es transparente;
pero es como el cristal de la ventana
que recibe las luces del Poniente.
Deja pasar la rubia
procesión de la luz de la mañana
y oye tocar la lluvia eternamente.
Porque nada hay más triste que la lluvia
cuando llama al cristal de una ventana.
Pausa
Mario Benedetti (uruguayo)
De vez en cuando hay que hacer
una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.
La sombra del pájaro
Oteño Joao (isla Brack)
Después de mí, se cae el infinito a pedazos y se vuelve todo,
siento la briza musical de ese vacío disfrazada de viento que me toca
permanezco en la quietud
porque mirar a otras partes es quebrar espejos y herirme
ya no tengo sangre, solo palabras,
esas piedras de David con las que intentamos aniquilar al Dios que nunca aparece.
Después de mí, se cae el infinito a pedazos y se vuelve todo,
estoy agarrado firmemente a un poco de rama,
que me la prestan y tampoco existe como yo.
¿Quieres oír un sueño?…
Manuel Acuña (mexicano)
¿Quieres oír un sueño?…
Pues anoche
vi la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un “beso”,
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos
y sabrás quién es “él” y quien es “ella”.
El otro
Rosario Castellanos (mexicana)
¿Por qué decir nombres de dioses, astros
espumas de un océano invisible,
polen de los jardines más remotos?
Si nos duele la vida, si cada día llega
desgarrando la entraña, si cada noche cae
convulsa, asesinada.
Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.
Nunca digas que es tuya la tiniebla,
no te bebas de un sorbo la alegría.
Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.
Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre.
Muere con la mitad más pura de tu muerte.