Los mayas vivían en armonía con la naturaleza. La serpiente emplumada es una de las deidades que representan tal unión, pues integra la tierra, el agua, el aire y el sol.
Según el libro sagrado k’iche’, Gucumatz aparece desde el surgimiento mismo de los hombres. En la versión de Adrián Recinos dice: “Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepew y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche y hablaron entre sí y meditando se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y sus pensamientos”.
En la transcripción del dominico Francisco Ximénez, el manuscrito está en k’iche’, gracias a lo cual se puede conocer que etimológicamente la palabra deriva de “guc”, plumas, y “cumatz”, culebra.
Recinos prosigue en su traducción: “Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Solo el creador, el formador, Tepew y Gucumatz, los progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se llama Gucumatz”.
En la versión de Enrique Sam Colop, Gucumatz es uk’u’ulew, Corazón de la Tierra; como la representación de la misma, lo que ella produce, y lo que comemos procede de la tierra y nutre el cuerpo.
En la filosofía maya la presencia del ave tiene que ver con un símbolo del sol y el aire, en tanto la serpiente representa el agua y la tierra: integradas de lo que está constituido todo ser vivo en la naturaleza. Así también, al morir, la tierra vuelve a absorber toda esa materia.
En la formación de los primeros hombres: Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, utilizaron la sangre de la culebra para amasar el maíz con el cual fue constituido el organismo humano.
El sacerdote maya Abel Teleguario explica: “El movimiento de la culebra deja una enseñanza en la vida porque al serpentear simboliza las dificultades y la alegría en la vida del ser humano, los altibajos”.
Los antepasados observaban que la culebra cuando cambia de piel simboliza el surgimiento de las nuevas generaciones.
“En una ceremonia se manifiesta a través del fuego, dice, Teleguario. “A Gucumatz lo sentimos y a veces lo miramos en el fuego, en el humo se va formando como una línea y después empieza a serpentear, y solo los que entienden logran ver. Por eso el fuego es sagrado, porque hay poderes que se manifiestan en él”, agrega.
En la astrología maya aparece como kan: la energía telúrica de la madre tierra que significa movimiento, otra vez la serpiente emplumada, y que es el fuego interior depositado en la base de la columna vertebral, en el coxis donde se centra la energía del ser humano y que tiene forma de cadena espiral.
Poderoso gobernante
En el último capítulo del Popol Vuh aparece Gucumatz como rey, en el linaje de los kaweq: atendía una de las 24 casas, que eran las que conformaban la organización de los k’iche’, y se instauró un poderío sin precedentes.
“Verdaderamente, Gucumatz era un rey prodigioso. Siete días subía al cielo y siete días caminaba para descender a Xibalbá; siete días se convertía en culebra y verdaderamente se volvía serpiente; siete días se convertía en águila, siete días se convertía en tigre: verdaderamente su apariencia era de águila y de tigre. Otros siete días se convertía en sangre coagulada y solamente sangre en reposo” (versión Recinos).
El Dios Kukulcán
Según la leyenda mexicana, Quetzalcoatl dejó su reinado en Tulá, y llegó a Yucatán y estableció una nueva capital en Chichén Itzá.
Diego de Landa cuenta: “La opinión es que a los itzaes que fundaron Chichén Itzá los gobernaba un gran señor llamado Cuculcán (sic), que quiere decir serpiente emplumada. En Yucatán se le reverenciaba como un dios debido a sus grandes servicios”.
En otro párrafo dice Landa: “Cuculcán vivió por algunos años en esta ciudad, con los jefes y luego los dejó en paz y amistad completa y regresó por el mismo camino a México”.
Evidencia arqueológica
Aunque no son abundantes las representaciones de Gucumatz, hay una pieza muy valiosa en la plaza de la Rectoría de la Universidad de San Carlos. Se trata de una escultura de piedra que representa una cabeza de serpiente dentro de la cual hay un rostro humano.
Se ha debatido mucho sobre su probable origen, debido a que no se documentó de dónde fue extraída. Según un análisis de Guillermo Mata Amado presentado en un Simposio de Arqueología, el probable sitio de procedencia es uno llamado Chirijuyú, en Chimaltenango. Desde la piedra, el gran Gucumatz parece expectante a los tiempos que siguen su marcha.
*Expresidente de la Asociación de Libreros de Guatemala.
Divinidad
Representa la eternidad
En la leyenda y mitología cósmica de los aztecas aparece como el dios Quetzalcoalt, que quiere decir pájaro serpiente o serpiente emplumada, quien era creador del maíz, el viento, el agua y el fuego. Quien fue a la vez sacerdote, rey, y dios quien gobernó Tulan, donde se desarrolló la cultura y la ciencia, que ha sorprendido al mundo. José López Portilla, dice: “Quetzalcoatl es la serpiente que muerde la cola, y regresa al cosmos de donde había venido, convertido en lluvia, convertido en viento y convertido en luz”. Algunos aseguran que Quetzalcoatl era el mismo Naxit, quien gobernaba Tulan.
En el Popol Vuh dice: “Así pues, llegaron a Tulan. No era posible contar los hombres que llegaron; eran muchísimos y caminaban ordenadamente”, y allí a los ki’che’s les dieron las tres deidades: Tohil, Avilix y Hacavitz. En el Memorial de Sololá, Anales de los Cakchiqueles, indica: “Escribiré las historias de nuestros primeros padres y abuelos que se llamaban Gagavitz, el uno, y Zactecauh, el otro; las historias que ellos nos contaban: que del otro lado del mar llegamos al lugar llamado Tulan, donde fuimos engendrados y dados a luz por nuestras madres y nuestros padres ¡oh hijos nuestros¡” En la arquitectura usaron diseños o dibujos que tienen semejanza con la piel de la culebra.