Recientemente el Ministerio de Cultura y Deportes informó que rescindía del contrato para una obra de arte por Q1.3 millones por motivo del Bicentenario de la independencia. El viceministro de Cultura, Cristhian Calderón, indicó que junto al artista Cristian Escobar decidieron rescindir el contrato por esta obra, la cual sería colocada en el Palacio Nacional de la Cultura.
Surge frente a este tema la pregunta de cómo se le da un valor a una de arte en Guatemala.
El curador Guillermo Monsanto de Galería El Attico comenta que usualmente no son las galerías las que le ponen el precio a una obra de arte. Son los artistas los que saben cuánto vale su obra y los que proponen el precio al público.
Monsanto agrega que también existe la metodología que una galería le ponga valor a un objeto artístico, entonces se toma como primera referencia la trayectoria del autor (aunque no siempre esta trayectoria cuenta en el mercado del arte). Si se da el caso, se investiga en documentos como catálogos de subasta o se compara con lo alcanzado por autores similares y se sugiere al propietario lo más conveniente para todas las partes.
Rocío Quiroa, directora de la galería con el mismo nombre, agrega que en el primer caso el artista al poner el valor incluye cuestiones como la comisión e impuestos, “los artistas que empiezan podrían requerir alguna guía para este proceso”, dice la especialista.
Quiroa agrega que son pocos los valuadores en Guatemala y regularmente son expertos en las galerías quienes desarrollan este papel, en su caso lleva más de 25 años de experiencia, ha hecho este trabajo en bancos con pinacotecas grandes y empresas, entre otros lugares
Al respecto, el artista Rudy Cotton y director del Museo de Arte Moderno, Carlos Mérida dice que el valor de una obra va tomando un precio en el mercado dependiendo de los logros obtenidos por el artista, es decir; nadie puede definirse su posición por sí mismo, sino por su trayectoria.
Como ejemplo Monsanto menciona que si llegan a vender una pieza de Adalberto Aguilar Chacón (1885-1952), quien al parecer coincidió con Mérida en París en 1912 y luego realizó un segundo viaje a Europa, fue iniciador del movimiento abstraccionista en Guatemala, además de ser crítico de arte y algunas de sus piezas están en colecciones estatales y particulares de gran importancia.
Sin embargo, en el presente casi nadie lo recuerda y su obra no se encuentra en el mercado. En ese caso hay que indagar por dónde andan los artistas de su generación y calcular en base a ello un precio (que podría no ser atractivo para los coleccionistas). De allí el papel de gestión que tiene una galería, su capacidad de investigación y luego el prestigio que garantiza lo que oferta al público. Es imposible inflar un precio porque es la demanda la que se encarga de aterrizarlo.
“En el presente los curadores independientes han jugado un papel decisivo en la revaloración de los artistas que gestionan en espacios dentro y fuera de Guatemala”, dice el experto.
También Quiroa recuerda que existe no solo el valor económico sino también el emocional o histórico y existen precios que son invaluables.
Los grandes maestros del arte guatemalteco versus los nuevos talentos
En nombres reconocidos del arte guatemalteco como Manolo Gallardo, Elmar Rojas, Marco Augusto Quiroa, Efraín Recinos, entre otros con gran trayectoria es casi imposible de comercializar en una galería de formatos domésticos y que en las subastas alcanzan precios impensables para el mercado común.
“Obras para coleccionistas de altos vuelos. Se me ocurre una pregunta ¿cuántos miles de dólares pueden costar en el presente los murales realizados en el Centro Cívico por Carlos Mérida, Dagoberto Vásquez, Guillermo Grajeda Mena, Roberto González Goyri, Efraín Recinos o Arturo López Rodezno? Seguro que millones”, dice Monsanto.
Cotton refiere que Rodolfo Abularach y Elmar Rojas han sido los mejores cotizados y promocionados, lógicamente, el valor de su obra es reconocida por su larga trayectoria tanto nacional como internacional, a excepción de Efraín Recinos, que es más conocido localmente. Según los especialistas hay obras de Abularach que cuestan arriba de US$30 mil, cerca de Q200 mil o de Rojas que se han cotizado hasta en US$80 mil, que oscila en Q632 mil.
Quiroa agrega que todo depende del formato, tamaño, técnica y año de la obra, en el caso de maestro Marco Augusto Quiroa hay obras muy cotizadas como la serie Casa dorada, así como los gatos, que por ejemplo podrían llegar a costar en sus formatos pequeños US$10 mil, cerca de Q80 mil, mientras otras del mismo tamaño con otros temas podrían costar la mitad, pero cada una dependerá de distintos aspectos.
Al respecto de los artistas emergentes, Monsanto insiste que es muy atractivo para los coleccionistas que inician sus pinacotecas o galerías. En el presente, por ejemplo, hay autores jóvenes con técnicas impecables (especialmente en el dibujo). Sin embargo, muchos de estos artistas ya no necesitan de las galerías de arte para promocionar sus trabajos ya que las redes sociales y otras plataformas les dan la oportunidad de autogestión.
Ellos controlan sus precios y no necesitan pagar comisiones a entidades culturales para promocionar su obra. Son tantos que incluso hay muchos que ya no conocemos pero de a poco van conquistando espacios.
“Mi trabajo de registro hace que yo valore a los artistas por su trayectoria y aportes al arte nacional. Los coleccionistas promedio suelen interesarse en llenar los eslabones faltantes en sus colecciones. Muchas veces quieren tener lo mismo que coleccionaron sus padres y abuelos. Sin embargo, la generación milenial evalúa desde otra perspectiva, desde su propio gusto (esté formado o no) y crea una demanda para cierto tipo de obras que, para gente de mi edad y criterio, podrían no valer lo que estos coleccionistas están pagando. Sin embargo, es respetable y entendible…”, agrega Monsanto.
En otro aspecto Cotton explica que en Guatemala todavía estamos muy atrasados en el mercado del arte, para principiar la mayoría de artistas viven en la informalidad, ya que el estado no proporciona las herramientas adecuadas área que corresponde. “…Muchos artistas están bajo el régimen de pequeño contribuyente, en donde la factura no tiene valor fiscal, es un simple recibo y el artista tampoco puede acumular facturas de sus compras de materiales, como crédito fiscal porque no le son válidas, aun así, si todos pagaran sus impuestos ¿en que beneficia el Estado a los artistas?”, agrega.
Para concluir, el maestro Cotton explica que las obras invaluables son las que forman parte del patrimonio nacional de cada nación, en el caso de Guatemala, cuando una obra de arte es donada al museo, esta se registra y pasa a formar parte del patrimonio cultural del país, no importa por cuánto dinero se donó, en el primer momento que es ingresada al registro de bienes nacionales, su valor se pierde porque forma parte patrimonial de una nación, eso se convierte en el legado del artista a su nación a la posteridad, para que siempre lo recuerden, el dinero no cuenta.