ESCENARIO
Cómo fue la generación de los breakers, killers y cholos en Guatemala durante la década de 1980
Antes del cambio de milenio, Guatemala vio el auge de varios grupos urbanos que disputaban entre ellos territorio y formas de expresión.
La Zona 1 capitalina era el punto de encuentro para muchos de los grupos de jóvenes que se enfrentaban en los ochentas. (Foto Prensa Libre: Captura pantalla clip Guatemala 1985 VHS ChapinTeo84)
Antes de las plataformas de streaming o de los dispositivos portátiles, la música solía reunir a los jóvenes guatemaltecos durante la década de 1980 en los llamados repasos o en las batallas de baile en el espacio público.
De entre los artistas más escuchados durante esa época destacaba Michael Jackson quien solía atraer por la distinción de sus melodías bailables, así como por la particularidad de su voz y de su estética que incomodaba y atraía a la vez.
Escuchar a Jackson y a muchos otros artistas que rompían con los lenguajes disciplinados y militares de la época definió a una generación de adolescentes quienes comenzaron a ver el surgimiento de los grupos llamados breaks o breakers y antibreaks.
"De la mano de estos movimientos empieza a aparecer en la discusión además cómo te vestías", recordaba Alexis Herrera Alquijay el pasado 6 de julio durante la conferencia Breaks, cholos y killers, migración y cultura popular en Guatemala, en el marco de la Feria Internacional del Libro (Filgua) 2024.
La vestimenta, la música y la clase social fueron temas que atravesaron la ebullición de las agrupaciones juveniles urbanas de la década de 1980. Dentro de ese panorama, Herrera Alquijay también recuerda cómo la violencia empezó a ser otro tópico notorio de la generación previo a la época de 1990.
Durante aquel tiempo eran comunes peleas entre los grupos de jóvenes a lo largo de la Zona 1, especialmente en puntos como Plaza Vivar o el Parque Concordia.
"Era violencia pública de jóvenes buscando un lugar que pudiera ser suyo. La Zona 1 era un lugar peligroso para ir", comentó Herrera Alquijay, mientras se escuchaban varias canciones de aquella época, reproducidas por DJ Yonky en la conferencia de Filgua.
Según se dio a conocer en la ponencia, a finales de 1989 también se registró la aparición de los llamados grupos de cholos, que se asociaban con los influencia migratoria desde Norteamérica.
Los antibreaks y los killers solían formarse como grupos que nacían en colegios de tradición popular en la ciudad capital.
Mauricio Chaulón, historiador que también participó en la mencionada conferencia de Filgua, señaló que este panorama puede entenderse desde el plano de la lucha de poder y la hegemonía instaurada desde el mismo statu quo guatemalteco de los setenta y ochenta.
Especialmente, se puede analizar desde las formas en que los varones cabían o no dentro de la normatividad. Para explicar mejor las consecuencias de esto, Chaulón ha desarrollado el término del "joven no permitido".
Este concepto trata de explicar cómo más allá de las políticas de subordinación y civilización, había quiénes desafiaban los esquemas de lo que se suponía tenía que ser un joven.
En ese sentido, los breaks, cholos y killers solían tener una expresión visual "atípica" con ropa influenciada por modas del Norte global e incluso muchos de ellos portaban el pelo largo.
Mucha de la música de la década de 1970 provenían de artistas afroamericanos que hacían soul, jazz, rock o pop. Esto despertaba molestia en grupos conservadores y ladinos de Guatemala.
Incluso antes de la década de 1980, este tipo de estéticas eran condenadas por el sistema gubernamental. Mauricio Chaulón explicó que durante el mandato de Carlos Arana Osorio se determinó que cualquier joven (en su mayoría de la clase estudiantil) con pelo largo podía ser capturado y entendido como sospechoso.
No obstante, la resistencia de muchos jóvenes pudo más que los mandatos del Estado. "La juventud no permitida empezaba a hacer cosas en el espacio público que molestaban. Como por ejemplo, colocar grabadoras y escuchar música", explicó Chaulón.
Los breaks daban cuenta de este panorama y en contraposición, los antibreaks buscaban operar como "policías civiles" jóvenes tratando de erradicarlos, según apuntó el historiador.
"La juventud no permitida empezaba a hacer cosas en el espacio público que molestaban. Como por ejemplo, colocar grabadoras y escuchar música" .
Mauricio Chaulón, historiador
De acuerdo con los panelistas de la conferencia, los antibreaks solían organizarse y formarse desde las artes marciales para, a través de la agresión, mitigar todo comportamiento que no fuera alienado.
En medio de esa búsqueda por "limpiar" los comportamientos de los jóvenes, los bandos comenzaron a utilizar armas blandas como navajas o manoplas.
Conforme pasó el tiempo, los también llamados killers reforzaron una tradición que buscaba terminar con comportamientos no alienados. Muchos de estos, según apuntaba Alexis Herrera Alquijay solían vivir en la Zona 7 capitalina.